OPINION: La irresponsabilidad de la Comunidad internacional

¿Qué es la comunidad Internacional? No existe, en realidad, salvo en las Naciones Unidas ningún foro de actuación conjunta. Hay desde luego países influyentes, tal Estados Unidos,  que suplantan la presencia de otros países. Pero  en  múltiples casos, la comunidad internacional se desvanece; se eclipsa. Sólo aparece cuando las situaciones se pudren. Fue esa misma comunidad internacional la que, en nombre de mentiras tan gigantescas como las catedrales, participó en la destrucción del Estado de Iraq; la que permitió  el genocidio de Ruanda y Burundi , la catástrofe de los Balcanes, las matanzas de Biafra.  En  multitud de casos,  carece de la información pertinente para tomar buenas decisiones; se fundamenta eslóganes,  y sus errores dejan tras de sí una gran devastación.

No hay ninguna sanción ante los fracasos de los proyectos  rotundamente fantasiosos plantados como soluciones de los conflictos internacionales. En la mayoría de los casos, nos hallamos ante organismos irresponsables que exigen que se aplique  el derecho a experimentar de sus expertos, sin pagar por las consecuencias fatales  de sus invenciones. Cuando Clinton  se propuso  desmantelar el Ejército haitiano,  nadie le explicó que estaba lanzando a esa nación al caos, destruyendo el único polo de autoridad que había en ese país. Una vez metido en el atolladero, entonces fue necesario que Naciones Unidas, sustituyera al ejército desguazado con la fuerza de la MINUSTAH. El experimento irresponsable debilitó al Estado haitiano, ha prolongado la inestabilidad y ha costado millones de dólares; en once años de presencia militar de los cascos azules no se ha resuelto ningún problema.

Raymond Aron decía que la  ignorancia y la estupidez son factores importantes en el desarrollo histórico.  La resistencia a fundar el comportamiento  sobre la información de que se dispone; nos conduce a una actuación a ciegas y en contra incluso de nuestros propios intereses.

Desde hace tiempo, en las Naciones Unidas, en el Consejo de Seguridad de  Estados Unidos y en todas las grandes cancillerías del mundo se halla claramente establecido que  Haití  constituye el único PMA  ( país menos avanzado)  del continente americano. Los datos despejan nieblas y dudas: el  PIB (Producto Interno Bruto)  apenas rebasa los 1200 dólares; en lo que toca al desarrollo humano  ese país ocupa el lugar  146 de una matrícula de 177 países; la esperanza de vida son 61 años; ni la educación ni los servicios (electricidad, transporte, agua)  llegan a proporciones apreciables de la población; carece de infraestructuras, el 60% de la población es analfabeto, solo 0,6% tiene diploma de estudios superiores; el desempleo alcanza 70%.  De la proporción de trabajadores,  83%  son informales; en sin seguridad social  y mal remunerados.  Padece desigualdades extraordinarias: el  4% de la población  acapara el 66% de toda la riqueza del país. La supervivencia de la población solo puede  concebirse  por las remesas de los emigrantes. La producción del país es escasísima; el 51% de toda la alimentación llega importada, y la inflación favorece el desarrollo de hambrunas generalizadas.       La pobreza acelera la devastación medioambiental, más del 75% de la población vive con menos de 1 dólar por día

Ante esas circunstancias, conocidas con toda menudencia en el continente se han cerrado cabalmente todas las fronteras para los haitianos. Así lo han hecho las islas Bahamas, Jamaica, las islas de Barlovento y los departamentos franceses del Caribe, Martinica y Guadalupe. Todos han puesto en prácticas programas de repatriación permanente de las poblaciones haitianas que llegan  inopinadamente a sus costas, y lo propio ha hecho los Estados Unidos.

De poco han servido estos datos  para orientar y prevenir a los hombres que conducen los destinos de la República Dominicana. Ninguno de  los partidos ha asomado en sus programas o en los propósitos la idea de proteger al país de las derivaciones  de esta inquietante circunstancia.

Haití se ha transformado en una amenaza para  la prosperidad y el porvenir de su vecino inmediato con el cual comparte una frontera intra insular.  Su abundantísima mano de obra destruye el valor del salario agrícola, se expande a la construcción, a los servicios; crea redes; organizaciones de apoyo internacional y manipula los empleos que país produce. Toda esa patética realidad se expande hacia la salud, la educación y busca, desesperadamente, una expresión jurídica permanente para traducirse en una suplantación definitiva de la población dominicana.

El principio que mueve a todas estas poblaciones hacia nuestro país no se funda en una conspiración secreta ni en un misterioso plan sino en las necesidades  de supervivencia. Nos hallamos ante dos fuerzas opuestas. La de nuestra conservación como nación independiente; y la que conspira contra  nuestra existencia, buscando  en territorio dominicano el espacio agrícola y todos los recursos que han perdido en su propio país.

La falta de  una orientación  para enfrentar ese problema con todas sus fatales derivaciones ha dado   paso a que se ensayen con nosotros todos experimentos anunciados por los expertos internacionales en los diversos informes que se han hecho sobre Haití.

Examinemos de cerca los experimentos que esta comunidad internacional ha estado ensayando en el Estado vecino, y cómo han estado comprometiendo  el porvenir de nuestro país. Para darle respuesta a este problema. Se han echado al ruedo varias soluciones, todas fallidas.

  1. Exportar los problemas de un país a otro. 
  • En 1949, en el Informe de las Naciones Unidas ( Mission en Haiti, Nueva York)  se recomienda: “ que se examine con el mayor cuidado la posibilidad de estimular la emigración como medio de  remediar el grave problema de la sobrepoblación (…) la emigración de Haití debería preferentemente tomar la forma de desplazamientos de grupos familiares enteros, que abandonarían las regiones agrícolas sobrepobladas para ir a establecerse de manera permanente en los países de inmigración”  ( pág. 14)

 

 Sesenta y siete años después, las recomendaciones de la Comisión de expertos  del Informe del 1949 se mantienen inalterables. Tras  una cumbre sobre inmigración  celebrada en Puerto Príncipe en el 2014, el diario Le Nouvelliste  llegó a las mismas conclusiones

“La necesidad de organizar, racionalizar, fomentar la salida de 50.000, 100.ooo  ó 200.000 haitianos cada año  en los próximos años. La emigración masiva es necesaria para mantener el estilo de vida de la economía haitiana que sobrevive sólo  por las transferencias económicas.

Nosotros  consumimos, ahorramos y construimos nuestro porvenir cada vez más gracias a la diáspora. Hay que agrandarla en brazos y en cerebros.

Partir a otro lugar, opción adoptada de manera natural por nuestros emigrantes voluntarios,  es la única alternativa que se ofrece al país por el momento. Tenemos que pensar, en ello, en forma racional. Eso se llama una política migratoria.”

Todos han cerrado las puertas a la emigración de haitianos. Porque se hallan en capacidad de desorganizar sus mercados laborales; inficionar sus sociedades con un glosario de enfermedades poco glorioso. A esas circunstancias se añade la negación a la emigración emprendida por Estados Unidos, que cuenta, con una flota para controlar a las poblaciones que se lanzaban a la Florida en yolas. Ninguna de las naciones quiere importar los graves problemas haitianos.

  1. El fideicomiso propuesto por José Miguel Insulza, Secretario de la OEA

En la cumbre de Punta Cana (2/6/10), José Miguel Insulza, entonces Secretario General de la OEA, propuso un fideicomiso que se encargara de la reconstrucción de las infraestructuras y las instituciones de ese país, y que administraría las fabulosas  sumas que habrían de recaudarse para la reconstrucción

.               El 19 de mayo del 2009, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon designo oficialmente al ex Presidente Bill Clinton  como enviado especial del organismo en Haití.  Tras las escenas apocalípticas del terremoto del 2010, Clinton se convirtió en el candidato ideal  para encabezar un gobierno internacional, al margen de las instituciones haitianas.

  1. El gobierno internacional de Bill Clinton/

En marzo del 2010, se creó el fondo de reconstrucción  de Haití. Poco después se creó la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRC), presidida por el flamante Bill Clinton, acompañado de Jean Max Bellerive, ex Primer Ministro de Haití.  Durante poco más de tres años, se despilfarraron más de 9 mil quinientos millones de dólares, con resultados mediocres.  Clinton era jefe de los fondos del CIRCH, y además  llevaba la gestión de una Fundación  que también recaudaba para la causa haitiana. Durante el ejercicio de Hillary Clinton como Secretaria de Estado(21/1/09 a 22/12/13), la USAID desembolsó 3 mil seiscientos millones de dólares y Clinton recibía, por su parte, montañas de dinero de gobiernos extranjeros para su fundación. Los pormenores de todas esas operaciones son contados con pelos y señales por Peter Schweizer en su libro “ Clinton Cash: The Untold Story of How and Why Foreing Governments and Businesses Helped Make Bill and Hillary Rich” ( New York, Harper Collins, 2015), que sale a la venta a comienzos de mayo .

Dos abogados haitianos Newton Saint Juste y André Michel  se han querellado ante las Cámaras de cuentas de los Estados Unidos, de Canadá y de Francia porque todo ese dinero se ha disipado sin ningún resultado.      De todas esas combinaciones nauseabundas, la que ha encendido la imaginación, es la concesión  de dos minas de oro descubiertas en el territorio  haitiano, hechas en el 2012,  a la compañía VSC Mining de Carolina, en cuyo consejo de administración  se halla Tony Rodham, cuñado de Clïnton, Jean Max Bellerive y el propio Bill Clinton.  Tienen sobrada reputación de incompetentes, a esa fama se agrega ahora su falta de probidad.          ¡ Vaya filantropía la de estos señores!

A punto de salir del atolladero haitiano, la comunidad internacional representada en la ONU , se propone traspasarle su fracaso en Haití a la República Dominicana.  Es  decir, exportar a nuestro país los problemas que no pudieron resolver el gobierno internacional de Clinton ni el desorden migratorio ni la intervención con la MINUSTAH ni los grandes planes de ayuda y reconstrucción internacional. ¿ Podemos nosotros confiar el porvenir de nuestro país en el magisterio moral de esta comunidad internacional?

¿ Debemos creer que estos señores respetarán los principios cardinales de la ONU  de defender la intangibilidad de las fronteras y la autodeterminación de los pueblos ?

Si esto no es un abuso, ¿ qué es , entonces, el abuso?

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