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No más guerra fría
Este año 2015 se cumple el septuagésimo aniversario del inicio de la Guerra Fría. En 1945, casi inmediatamente de terminada la Segunda Guerra Mundial comenzó en todo el planeta el desafío de dos bloques; uno encabezado por la ex Unión Soviética, y otro dirigido por los Estados Unidos, antagonismo que llegó a poner en peligro en varios momentos la paz del planeta, viéndose el mundo al borde de una tercera guerra mundial, que de seguro hubiera significado el exterminio de la raza humana.
La estrategia durante la Segunda Guerra Mundial de alianza entre los norteamericanos, ingleses, franceses y soviéticos que permitió la derrota del fascismo, llegó a su fin ipso facto terminó la contienda bélica, pasando la humanidad a ser testigo de casi 50 años de ignominia, terrorismo, aniquilamiento de las libertades y barbarie.
La pugna entre los dos bloques en que quedó dividido el mundo se sintió con todas sus fuerzas en los ámbitos económico, político, militar, informativo y hasta deportivo.
Los acontecimientos en el estudio de la historia universal se presentan de forma concatenada. Una determinada coyuntura explica la otra y así sucesivamente. Uno de los libros que me llevó a entender mejor el deambular del mundo lo fue La Diplomacia, escrito por Henry Kissinger. En esta formidable obra de casi mil páginas, Kissinger trata de demostrar que los grandes acontecimientos históricos, desde Grecia hasta nuestros días, son resultados del deseo de un determinado grupo social por imponer su poderío y su voluntad a los demás, de acuerdo a sus propios valores.
Refiriéndose a su propio país, Kissinger dice:» Hoy, Los Estados Unidos se enfrentan al desafío de alcanzar sus metas por etapas, cada una de las cuales es una amalgama de valores norteamericanos y necesidades geopolíticas. Una de las nuevas necesidades es que un mundo que abarca varios estados de fuerzas comparables debe fundamentar su orden en algún concepto del equilibrio….idea con la nunca se han sentido cómodo los Estados Unidos.»
Para Kissinger el mundo de equilibrio de fuerzas no es estadio de simpatía de las grandes potencias. Sin embargo, las nuevas generaciones de gobernantes de los grandes países parecen haber hecho conciencia de ese mundo multipolar y lo aceptan trabajando mancomunadamente en él y creando protocolos de respeto por el prójimo.
Es por eso que a veinticuatro años de finalizar la Guerra Fría, la humanidad espera que no se repita otro interludio como ese, en donde reinó la intolerancia, imponiéndose en esos borrascosos años el oscurantismo por cuarenta y seis años.