Miches despide a un hijo notable y querido
Miches despidió el pasado miércoles a un hijo notable y querido. Lloros de familiares, la visible compunción de los compueblanos y la prédica balsámica del sacerdote en el templo parroquial se fusionaron con toques de corneta y descargas de fusilería como para expresarle al fallecido: “Por favor, no te mueras todavía”.
El llanto era por Arístides García Berroa, 65 años, almirante de la mar, dicharachero y gozoso, quien fuera arrebatado en un vehículo terrestre el día anterior. Lo arrebató la parca con su garfio siniestro. En la tarde del martes 6 fue expuesto en la funeraria, y allí constituyeron la capilla ardiente oficiales de la Armada.
Ingresó en 1969 como guardiamarina, cuando esa institución era llamada Marina de Guerra, y concluyó su carrera naval en 2004 con el grado de contralmirante. Acudieron hasta Miches, el subcomandante de la Armada, contralmirante Félix Ernesto Cedeño, y el inspector general, Raymundo Guillén Sarante, de similar rango.
A las dos de la tarde salió el cortejo. Detalle peculiar: el carro funerario era conducido por ciudadanos ajenos al negocio mortuorio: un médico veterinario (Claudio Rafael Bermúdez) y un abogado (Robert García Peralta). En la parroquia Santo Antonio lo recibió el presbítero Joaquín Mercedes, quien no es el párroco, pero es michero.
Cánticos y plegarias y un pasaje del evangelio de Lucas que recomienda tener encendidas las lámparas y estar alertas: “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles”. Es una referencia simbólica a la muerte.
El cura recordó que la muerte llena a los humanos de sinsabores. Recomendó pedir a Dios energía para compensar la pérdida del ser querido, puesto que –dijo- el reloj no gira hacia atrás. Recomienda estar con los seres queridos, amarlos en vida, y sembrar amor y tolerancia. “Que la partida de Arístides fortalezca a este pueblo y fortalezca a su familia”.
A las 3:42 llegó el cortejo al cementerio. La rendición de honor fue comandada por José Marte Matías, capitán de navío. Marineros vestidos de blanco esperaban. A las 3:45 se oyó el “presenten armas”. La banda toca una marcha, a seguida el himno de la Armada. Coquetea una brisa fresca, lluvia que amenaza.
Una voz de mando irrumpe con energía: “¡Guardia de honor, llevar hasta el sepulcro los restos del contralmirante Arístides García Berroa!”. El cementerio y la calle frontal se cubren de silencio. A las cuatro en punto la feligresía se espanta con salva de siete fusiles. La acción se repite y suman veintiuno los disparos. Todos quedamos sobrecogidos.
JPM