Más papistas que el Papa
“Mi deber es hablar. No tengo deseos de ser un cómplice.” Emile Zola
Hace unos 35 años don Rafael Herrera, el célebre director del Listín Diario, en un controvertido editorial titulado ‘Todos somos corruptos’, sentenció: “La reiteración de una conducta honesta en medio de una sociedad sustancialmente corrupta, puede verse como una gran vagabundería, pues exponerse a ser destruido moral y materialmente enfrentando la corrupción, es dejar a nuestras familias desprotegidas en forma poco responsable.”
No sin cierta dosis de asombro analizo los movimientos anti corrupción tan frecuentes estos días y me pregunto, quizás ingenuamente, si sus promotores y organizadores son ciudadanos(as) íntegros, intachables… o tal vez no es más que un «atajar para que otro enlace». Si corruptos camuflados impulsan estos movimientos para destronar a sus homólogos de otro partido que están en el poder, estamos en lo mismo o peor.
Dentro de nuestro sistema político, todo el que sobresale sabe muy íntimamente que ha participado, ha permitido o ha apañado actividades corruptas contra el erario en algún momento en su escalada hacia el poder. No importan las poses, ni las manipulaciones mediáticas, ni las declaraciones cosméticas. Abundan los simuladores, al igual que «la gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano».
Los corruptos han empeñado este país, muy cierto. Pero estos anti Patria no alcanzaron por la fuerza sus posiciones para lograrlo. Han sido colocados allí por las masas que votan, una y otra vez. Pero, ¿qué es un corrupto? ¿qué es corrupción? El término corrupción política (del latín corruptĭo, corruptiōnis, a su vez del prefijo de intensidad con- y rumpere ‘ romper, hacer pedazos’), en su definición más simple es ‘el abuso del poder mediante la función pública para beneficio personal y privado’ (Michael Palmer).
La corrupción también se define como el «conjunto de actitudes y actividades mediante las cuales una persona transgrede compromisos adquiridos consigo mismo, utilizando los privilegios otorgados, esos acuerdos tomados, con el objetivo de obtener un beneficio ajeno al bien común» (Sayed y Bruce). Esto me trae a la memoria: ¿quiénes publicaron el rememorado ‘Álbum de la Corrupción’, editado en 8 páginas y 100 mil ejemplares, un 4 de noviembre de 1981? ¡El periódico Vanguardia del Pueblo del Partido de la Liberación Dominicana!
Si buscamos información adicional podemos encontrar que el profesor de economía serbio Boris Begovic enumeró causas endógenas (internas) o exógenas (externas) al individuo. Entre las muchas causas endógenas (las que tienen que ver con el individuo) listó las siguientes: Carencia de una conciencia social, falta de educación o de una cultura de compromiso/responsabilidad, paradigmas distorsionados y negativos, personalidades antisociales y megalómanas, percepción sesgada del grado de corrupción presente, infravaloración de la posibilidad de ser descubierto y encausado.
Como elementos exógenos de la corrupción (los que dependen de la sociedad), enumeró: Impunidad efectiva en los actos de corrupción, corporativismo partidista., modelos sociales que transmiten una falta de valores, excesivo poder discrecional del funcionario público, concentración de poderes y de decisión en ciertas actividades del gobierno, soborno internacional, control económico o legal sobre los medios de comunicación que impiden se expongan a la luz pública los casos de corrupción, salarios demasiado bajos, falta de transparencia en la información concerniente a la utilización de los fondos públicos y de los procesos de decisión, poca eficiencia de la administración pública, extrema complejidad del sistema.
Dentro del sistema político dominicano actual es prácticamente imposible controlar, aún a niveles prudenciales, el flagelo de la corrupción. Es como pedirle a un burro que se comporte como un paso fino. Todo es muy simpático dentro de este drama. Robas un pollo, prisión. Robas 24+ millones, compras impunidad y, como pagas tus compromisos a tiempo, eres deshonesto pero serio. Los dominicanos, como también señalara don Rafael Herrera, tenemos nuestros ‘corruptos preferidos’. ¿Ya usted escogió los suyos?
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