Los genios y sus acciones

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El amor por nuestros familiares, por nuestro país y sus símbolos, por nuestras tradiciones, costumbres, música y alimentos no puede ni debe asociarse al llamado Nacionalismo rancio, absurdo, excluyente o inhumano. Son muchos los genios, científicos, escritores, maestros y gente de alto saber que han dejado obras perdurables, inolvidables y positivas para toda la humanidad. Pero en el transcurrir de sus vidas y en la hechura de sus obras, esos seres especiales, de altos vuelos, paradigmas de todo lo superior e intocable en la tierra, pueden errar, se equivocan, o se equivocaron. Y, por suerte o por honradez propia, muchos lo han reconocido; han admitido que para llegar a tal o cual conclusión trabajaron duro; para escribir tal o cual poema, primero lo encontraron absurdo, pésimo, lo rompieron, lo rehicieron y luego volvieron a darle vida diferente para presentarlo a la opinión universal. Ahora mismo, recientemente, el poeta, escritor y maestro Ernesto Cardenal acaba de decir aquí, en RD, que muchos poetas solo escriben para ellos o su entorno, pues nadie entiende lo que escriben. A veces ni siquiera ellos mismos entienden lo que escriben, argumentó el célebre personaje. Yo reí cuando leí ese pasaje porque en muchas ocasiones he leído y releído poemas de escritores famosos… y al final no he entendido nada, me he quedado en las nubes. Pues bien, eso pasa con grandes y pequeños, con blancos y negros, con mulatos y amarillos. Cualquiera se equivoca en un juicio, en una obra, en un poema, en un decir. El inmenso maestro Albert Einsten, nacido en Alemania en 1879 se nacionalizó estadounidense hasta morir en 1955. Es decir, era, fue un ser humano, como cualquier otro habitante de la tierra. Con un índice de inteligencia superior a casi todo el mundo, sí, pero humano, real, con mente, ojos, boca, oídos, corazón, riñones, hígado y todas las partes que componen el cuerpo humano. De una de las tantas obras dejadas por este insigne científico, alguien le atribuye una frase que se cita con relativa frecuencia, a veces para denostar a personas o países: “El Nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”. ¡Hasta bonita me la “jallo”! Porque resulta y viene a ser que ahora mismo los dominicanos están envueltos en una discusión primaria para hacer valer sus derechos constitucionales, territoriales, de principios y costumbres, ante una malévola campaña internacional que se origina en Haití, nuestro vecino de antaño. Ocurre que si la República Dominicana defiende su territorio, su Constitución, leyes, reglamentos y sentencias, es un país “nacionalista”, es uno que debe quedar fuera del concierto de las naciones civilizadas por su “nacionalismo rancio”. Es como si dijéramos que cuidar al hijo, a la esposa, a los abuelos, a los padres es cosa mala, negativa; que debemos cuidar “a todo el mundo”, pero sin nunca comenzar por los nuestros. Pero yo lo veo de este mod el que no quiere, ama, trabaja, lucha y respeta a su país, pues no ama, no cuida, no trabaja, no quiere ni lucha por un hijo, por su esposa, por sus abuelos, por sus padres, por su país y sus costumbres. Si algo se ha resaltado siempre de los haitianos es el amor por su independencia, su encono contra la esclavitud, su afán por la vigencia de creencias mágico-religiosas, su lucha por mantener sus costumbres y formas de ver y entender la vida. Pues eso mismo les ocurre a los dominicanos. Así como los haitianos tienen su Constitución, su bandera, su himno, sus credos, nosotros tenemos los nuestros y hemos exigido y seguiremos exigiendo que se respeten. Porque el país que en la tierra no se hace respetar de “grandes y chiquitos”, no merece llamarse país. En RD no hablamos ni tenemos que hablar de “nacionalismo” pero sí de hacernos respetar de Haití, de Estados Unidos, de Venezuela y de quien sea, pues de lo contrario no tendría sentido creernos que estamos vivos, que somos dominicanos, caribeños, que Duarte nació y vivió aquí. Por el contrario, deberíamos esperar que una Potencia nos enrole en sus siglas, nos pague en su moneda, imponga sus creencias, nos envíe a las guerras y al final desaparezca la isla Hispaniola. Si ser nacionalista es amar primero lo de uno, a la gente de uno, las costumbres, tradiciones y orígenes de uno; respetar todo lo nuestro, ser solidario sin intentar mancillar a nadie, sin intervenir a otros y sin menoscabar a nadie, entonces yo soy uno de ellos. lusan1718@hotmail.com

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