Lo que muestra el caso de El Juidero

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El autor es periodista. Reside en Santo Domingo.

Ocurre que grupos  de personas desaprensivas, con dependencia
patológica de las bebidas alcohólicas, dan a entender que la sociedad
dominicana  anda a la deriva. Las autoridades  cerraron hace unos días
un bar clandestino que amanecía diariamente con fiestas en su
interior. Los participantes fueron  arrestados.

Parece que estamos  formados por sujetos carentes de dominio personal
y que además pretenden imponer su indisciplina al grueso de la
población. No solo vulneran disposiciones legales, como la cuarentena
y el  toque de queda, sino que laceran el sentimiento colectivo. Nada
importa, sino sus banalidades.

Tal cosa quedó  demostrada en el hecho perverso de revestir la
fachada de una casa  con la apariencia  de “Iglesia pentecostés” en
cuyo interior los impíos celebrantes  se daban a los  placeres y
gozaban la burla que esto significaba para la sociedad y sus
autoridades. El Juidero era el nombre de aquel templo de Baco.

Un individuo que en medio de la desafortunada crisis  sanitaria que
vivimos no es capaz de contener sus apetencias juergarias revela otra
incapacidad: la de vivir junto entre personas. Convivir implica
aceptar las reglas  por las que todos hemos de regirnos. No hacerlo
disminuye la  condición humana.

Resulta muy perceptible y preocupante  el énfasis con el que algunos
hombres, incluso con altos niveles de estudio, proclaman la consigna
“Hoy se bebeeee”. Sus actitudes se tornan  inversamente proporcionales
a los roles que desempeñan  como entes sociales. Su ejemplo es
desconcertante.

No  es un hecho cualquiera que se recurra al ardid de disfrazar como
templo religioso un espacio acondicionado para el consumo de bebidas,
y peor en franca violación de la ley  como de normas elementales para
la vida en comunidad. Es una afrenta para el sentimiento religioso de
la mayoría de dominicanos.

Un portón metálico que hubo de derribar la Policía resguardaba a los
irresponsables cuando se daban a sus arrebatos descontrolados. Pero
nada resguardaba el sentido de ética social y responsabilidad
ciudadana de los involucrados, porque  perdieron estos dos atributos
antes de entrar al sitio.

El bar El Juidero es consecuencia de males acumulados en la conciencia
colectiva. Uno de esos males es la predisposición para burlar normas
que rigen para todos. Otro mal que  nos hace ver como una sociedad
torcida es la dependencia del consumo de alcohol, como si se tratara
de un componente  vital.

No es coincidencia que en las  fiestas clandestinas, según ha
informado la Policía,  actúen como animadores  “artistas” que andan
por caminos equivocados y que lo muestran con su estilo de vida.
Tampoco extraña  que en esos encuentros clandestinos  se usen
sustancias alucinógenas.

JPM
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