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Las verdes verdades
Nunca imaginé que las verdades tenían un color. Aunque ya sabía que las mentiras son negras, oscuras y opacas. Ahora descubro al ver las verdades de una sociedad cubierta por el manto del engaño, que su matiz real es el verde. El cual nace de la mezcla del amarillo y el azul. Es decir, del sol, como símbolo de la vida, y del azul que representa lo infinito, la eternidad de los cielos.
El verde es entonces la imagen de la naturaleza en el pleno esplendor de lo inmortal, de la esperanza perenne de los pueblos en un bienestar posible, alcanzable a base de luchas y jornadas de sacrificios, que suelen tomar el mismo tono verde de los sueños.
Todo lo que el pueblo proclama en sus marchas de protestas contra la corrupción y la impunidad, son sus verdes verdades. Especies de flechas lanzadas de lo profundo de la conciencia para hacer blanco sobre un gobierno que se ennegrece en la mugre inmoral de acciones claramente dolosas, o de hechos que toman el acre acento del pillaje.
Creo que nunca en nuestra historia un color había resumido tanto y con enorme fuerza la voluntad de enfrentar un mal social. Hay en el verde suma de rebeldía, multiplicación de indignación, resta de miedo, división hasta reducir a cero las absurdas mezquindades que impedían la unidad del pueblo. El verde ha elevado a la máxima potencia la dignidad de una sociedad que sale a las calles a gritar un “ya basta”. Por eso es un gran error enfrentar las verdes verdades con negras mentiras o con bocinas.
El verde no se combate, se satisface al enviar a las penitenciarías a quienes merecen estar allí por sus robos. El verde no escucha promesas ni falsos anuncios de aplicar la ley “caiga quien caiga”. El verde espera que “las vacas sagradas” sean todas encerradas, sin distinción. El verde con su firme decisión renacerá cada día en cada dominicano y dominicana que diga: el verde de mi verdad es ver el fin de la corrupción y la impunidad.
JPM