La nueva Restauración
Al conmemorarse el 151 aniversario del inicio de la guerra de la Restauración -que logró restituir nuestra soberanía- es imprescindible analizar este capítulo de nuestra historia con particular interés, ya que las similitudes circunstanciales con nuestra actualidad vaticinan un atavismo soberanamente peligroso.
Debemos recordar el afán por el lucro personal del Presidente Buenaventura Báez, quien quebró la Tesorería de la Nación con un contrastante beneficio personal. Su accionar legó una imponente crisis económica para el país que debilitó fuertemente nuestra soberanía, preparando así el terreno para la imposición de una anexión al reino Español en 1861.
Hoy apreciamos el calamitoso proceder de un partido oficialista que en solo cuatro gestiones gubernamentales, han multiplicado la deuda pública de la República Dominicana por aproximadamente 520%, representando hoy más del 50% del Producto Interno Bruto. Este tren de endeudamiento sobrepasa por mucho el crecimiento aún más vertiginoso a lo largo de nuestra vida republicana. Sin embargo, también debemos precisar que éste incremento de pasivos en nada se ajusta al desarrollo material ni substantivo en ninguno de los renglones de gobierno, debido a la extraordinaria incidencia de corrupción en la administración pública.
La deuda que ostentamos representa una imposición inminente a nuestra soberanía, poniendo nuestra patria y nuestra gente a la merced de los acreedores de todos los empréstitos malgastados, malversados y pactados en serio detrimento a nuestra Dominicanidad. Nuestros líderes se hacen de la vista gorda y enredan cada vez más a nuestra independencia, levantando la mano y sellando con su firma, siendo cómplices todos de la catástrofe financiera que hoy nos arropa.
También existen grandes similitudes ante la problemática migratoria que nos aflige, otro factor que se interpuso en la anexión a España del 1861. Luego de un sin número de conflagraciones bélicas que resultaron de la ambición desmedida de someter a nuestra patria al dominio haitiano, nos veíamos frente a una peligrosa amenaza a nuestra soberanía por éstas mismas pretensiones fusionistas. A pesar de haber salido victoriosos de la guerra que consolidó nuestra independencia en 1844, fuimos víctimas de los nefastos designios de nuestros compañeros isleños, quienes hasta el 1856 encabezaron una serie de provocaciones guerreras como lo fueron las Batallas de Santomé, Cambronal y Sabana Larga. No obstante las constantes derrotas a manos de las fuerzas dominicanas, la migración haitiana ha sido determinada y persistente.
Luego de un cese temporal a la invasión pacifica del país vecino que duró un poco más de un cuarto de siglo, ésta intrusión se ha venido extendiendo de manera acelerada y una vez más, carga un peso extraordinario sobre el pueblo dominicano. En la actualidad, apreciamos la confabulación de intereses extranjeros a favor de una imposición sobre nuestra soberanía, que conjuntamente con una campaña mediática difamatoria, persigue endilgarnos toda responsabilidad por el bienestar de nuestros vecinos haitianos, sin tomar en consideración la miseria y el descuido que viven la gran mayoría de nuestros conciudadanos.
Por otro lado, la conjunción de la República Dominicana a España como provincia con solo diez y siete años de independencia, se realizó violando claramente la recién promulgada Constitución de Moca (1858) que precisaba: “La Nación dominicana es para siempre esencia1 e irrevocablemente libre, independiente y soberana…” Con la intención de cumplir sus propósitos, el General Pedro Santana desacató los principios de la Carta Magna que estaba en vigor y la separación de poderes allí establecida, arrebatándole la Primera Magistratura al Presidente Báez y decidiendo unilateralmente poner nuestro territorio en manos del reino Español.
Al presente, vemos como nuestro Primer Mandatario, y un grupo de nuestros líderes han recurrido al irrespeto a nuestra Carta Magna, en complicidad con todos aquellos intereses que solo persiguen doblegar nuestra soberanía. Estos desafiaron la esencia de nuestra Constitución y la separación de poderes que ésta exige, con la emisión y aprobación de decretos y reglamentos que violentan directamente lo allí establecido y contrarían el fallo 168-13, de la máxima autoridad jurídica de la nación, el Tribunal Constitucional.
En ese mismo orden, debemos escudriñar las medidas altamente dañinas impuestas por el gobierno español luego de anexada la República Dominicana, como lo fueron su política de “bagajes” (que requería la entrega de los animales de trabajo a los militares españoles), su intento por monopolizar la industria tabacalera local a su favor y una importante alza arancelaria, entre otras más, todas en serio detrimento a los dominicanos.
De la misma forma, hoy vemos la inmensa desconsideración de quienes nos gobiernan, que sin escatimar esfuerzos, han sometido al pueblo dominicano a la inopia, a incrementos desmedidos tributarios, empréstitos ilimitados e imposiciones autoritarias para encubrir su extraordinario desfalco al estado, su manipulación a nuestra jurisprudencia, su apatía ante los legítimos intereses del pueblo y la patria, y todos los demás vicios que han caracterizado su proceder.
También es importante señalar la crítica de muchos ante la anexión de nuestro país a España a manos del General Santana, incluso endilgándole el calificativo de “traidor a la Patria” por haber impulsado ese acontecimiento de nuestras efemérides. Del mismo modo censuremos con vehemencia el afán del partido oficialista de poner a la venta nuestro territorio al más alto postor, una política evidente con las negociaciones de Bahía de las Aguilas, San Souci, las minas de Pueblo Viejo y Loma Miranda entre otros más. Debemos asimismo reprobar su política débil ante las injerencias extranjeras que pretenden someter nuestra independencia a sus infortunadas aspiraciones. La defensa a nuestras delimitaciones fronterizas y nuestra consolidación como estado libre e independiente nos ha costado mucha sangre y esfuerzo desde el inicio de nuestra vida republicana y como tal, merecemos el respeto que nos corresponde.
La intrépida incursión al cerro de Capotillo el 16 de Agosto del 1861 que dio inicio a la guerra de la Restauración, parece una necesidad imperiosa de nuestro presente ante la funesta involución y las intenciones totalitarias que hoy afligen a nuestra tan abatida nación.
Persigamos la solvencia económica y el pago absoluto de la deuda pública, como elementos fundamentales para consolidar nuestra emancipación. Luchemos incansablemente por la democracia, exigiendo la separación de poderes, la autonomía de nuestras instituciones gubernamentales, la pluralidad en nuestro sistema político, y el respeto a nuestra Constitución y todo lo que ella nos concede. Exijamos el respeto al derecho que nos asiste como país soberano de amparar nuestra integridad territorial y de poner los intereses de nuestros dominicanos por encima de cualquier otra preocupación.
Hoy más que nunca, el “Grito de Capotillo” encabezado por Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez, asume una transcendencia sin igual, ante las súplicas de un pueblo y una Patria que piden a gritos una nueva restauración.
¡Dominicanos, demos todo por la patria, hasta la misma vida!
¡Que viva por siempre la República Dominicana!