Katia, la antropóloga que estuvo con las bandas latinas de Madrid

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Katia Núñez

MADRID.- Cuando Katia Núñez (53 años) llegó a España en 1999, probablemente no pensaba que, 20 años después, estaría investigando las bandas latinas de Madrid. Oriunda de República Dominicana, nunca se había interesado por estos grupos, que por entonces aún no se habían extendido por nuestro país.

No fue hasta 2015, cuando preparaba su Trabajo de Fin de Grado en Antropología, que tuvo el primer contacto con ellos en el barrio de Villaverde.

Un año después aprobó su Máster Universitario de Juventud y Sociedad de la Universidad de Girona, y en 2020 presentó su tesis doctoral, en la que obtuvo un 10. Todo ello orientado al estudio de los Dominican Don’t Play y los Trinitarios, dos bandas con las que ha convivido de cerca estos seis años.

Esta última, los Trinitarios, ha sido descrita por los medios de comunicación como «la banda latina más activa y violenta» en repetidas ocasiones. Sin embargo, Katia va mucho más allá de esa imagen superficial de violencia y delincuencia que todos tenemos en mente.

Con su investigación analiza los orígenes de estas bandas en España, las razones que llevan a sus integrantes a formar parte de ella, y posibles vías para la pacificación.

«Ha cambiado mucho mi percepción porque he estado con ellos. No es restarle importancia a la violencia, pero sí que hay otros aspectos, como la parte humana, que he tomado en cuenta para trabajar con ellos».

En realidad, Katia Núñez estudió artes plásticas en República Dominicana. Casada con un español, cuando llegó a nuestro país cambió por completo de rumbo porque «aquí eran carreras técnicas que ni siquiera me preocupé en homologar».
Se formó en mediación intercultural y durante varios años se dedicó a la resolución de conflictos en el Proyecto SERJOVEN, liderado por Carlos Giménez, «el gurú de la mediación en este país».

Katia en el parque de Las Cruces, en Carabanchel Alto (Madrid).Aunque la figura de mediador intercultural no es muy reconocida en la actualidad, Katia explica que en ese momento era muy solicitada por los servicios sociales. «Nosotros entrábamos con parejas de origen extranjero o mixtas (españoles y extranjeros) y empezábamos a mediar en las situaciones de conflicto que se daban. Por ejemplo, se podía dar que una familia marroquí tuviese un conflicto con un hijo en un colegio concertado. La mediación es como un puente entre dos partes, en este caso una familia y una institución, que busca cómo solucionarlo. Eso sí, cada parte era la que aportaba sus soluciones».

«Nos derivaban muchos casos de servicios sociales, pero la mediación es voluntaria. Es decir, la familia siempre tenía que aceptar voluntariamente que entrábamos como mediadores. La mayoría se fiaba, por suerte, aunque en algún caso nos dijeron que no».

Una vez las familias aceptaban su presencia, tenían que hacer un trabajo de toma de contacto y establecer una relación de confianza con ellas, lo que podía llevar bastante tiempo. «Te podías pasar un año con esa familia o incluso más. Fueron tres años de proyecto y faltó tiempo».

En este periodo, Katia ganó experiencia en el trabajo de campo y el contacto con jóvenes. Todo ello, unido a que Carlos Giménez es antropólogo, hizo que «me picase el gusanillo en la antropología».

Entre 2005 y 2012, también formó parte de una asociación de dominicanos en Tetuán, que incluso llegó a presidir, y «ahí fue también donde empezó a sonar el tema de bandas latinas». «Cuando estaba en la asociación la gente me preguntaba sobre eso porque sabían que era dominicana y que estudiaba antropología. Pero yo no sabía del tema y por eso me interesó».

Jorge Barreno

Cuando tuvo que empezar su Trabajo de Fin de Grado no se pensó dos veces el integrarse con ellos. Al fin y al cabo, ese es el trabajo de un antropólogo. Fue a Villaverde y ahí conoció al «portero», la figura que da entrada al grupo.

«Tuve mucha suerte. El portero es un líder comunitario dominicano y me dijo: nada, yo te presento a los chicos porque les conozco a todos. Él organizaba partidos de baloncesto en el barrio y les conocía. Hizo las entrevistas en su propia casa y me fue presentando a los chicos. Algunos eran solo del entorno de los Dominican Don’t Play (DDP), pero otros eran miembros directos de la pandilla. Me contaron su vida, su historia… Esas fueron las primeras entrevistas».

Aunque en un principio mostraban recelo hacia ella «porque tú eres una desconocida», con el tiempo se fue ganando su confianza.

Además, aunque existía una diferencia de edad, podía conectar con ellos más fácilmente debido a que es dominicana. «Había una serie de dificultades, que eran tanto la edad como el género. El ser mujer no me dificultó, pero es verdad que mucho de lo que sé es por las chicas, porque con ellas había también esa identidad entre mujeres y madres. Por otra parte, la edad era un hándicap porque había actividades que no podía hacer con ellos. Pero yo creo que todo eso se rebasó por haber pasado tantos años. Además, yo tenía una carta que siempre jugó a mi favor y es que soy dominicana de origen. Eso me abrió siempre las puertas».

Cuando entregó su TFG se lo mostró y «se vieron identificados» y en sus siguientes proyectos la siguieron ayudando.

«Me llamaban ‘profe’ y uno de ellos me dijo: profe, yo pensaba que era de la policía o de servicios sociales. Pero nada, al año o así se relajaron muchísimo conmigo. Al principio me contaban sus historias de vida, pero yo no entraba mucho en el tema de qué haces ahí dentro o cómo consigues ciertas cosas. Eso fue saliendo poco a poco».

Los Trinitarios surgieron en las cárceles de Nueva York en los años 90. En un primer momento no tenían un propósito violento, sino de protección de los dominicanos dentro de la prisión. Los Dominican Don’t Play aparecieron más tarde en las calles, como una escisión de los Trinitarios

Katia cuenta que nunca se sintió amenazada ni «he tenido una percepción de violencia estando con ellos». «Me tienen mucho cariño, mucho respeto y mucho aprecio. Cuando conocen a una persona que les trata como seres humanos no te tratan mal. Nunca he estado en una pelea ni me han avisado de si iba a haber una, y tampoco lo preguntaba. La parte de las necesidades, de las carencias, eso sí que lo he abordado».

En esas conversaciones Katia descubrió mucho más de lo que se cuenta en los medios. Historias de chicos jóvenes que muchas veces no lo han tenido fácil, algunos con problemas para integrarse que se acababan juntando y buscando protección en los demás.

«Yo siempre he dicho son su grupo de iguales: yo me crie en este barrio, en este instituto, con este grupo de amigos y hay un grupo de mayores con el que mis amigos se empiezan a juntar. Al principio se juntan en el parque y allí no les dan un machete y les dicen que tienen que dar una paliza para entrar, al menos en los Dominican Don’t Play. Puedes entrar porque vayas haciendo méritos dentro de la agrupación, pequeños hurtos o lo que sea, pero no es que entren precisamente a través de la violencia».

Katia insiste en que en las bandas, «agrupaciones juveniles de calle» como las denominan en antropología, no existe ese ejercicio de captación, sino que todo se gesta de una forma más natural.

«Muchas veces son personas en situación de vulnerabilidad, de bullying, que recurren a los mayores para que les defiendan y terminan metiéndose dentro». Por eso, parte de su trabajo se basa en la prevención en institutos.

«Se ha creado toda una alarma social alrededor de ellos, y no son una banda del crimen organizado. Yo siempre lo he dicho, se puede hablar de pandillas».

Además, las cosas han cambiado mucho desde que llegaron a España a principios de los 2000, hasta el punto de que no solo están integradas por dominicanos o personas latinoamericanas. «Se les llama bandas latinas porque inicialmente las conformaban chicos dominicanos o de América Latina, pero también hay chavales autóctonos, de padres españoles y nacidos aquí, y de otras nacionalidades. Por ejemplo, el líder supremo de los Dominican Don’t Play sé que no es dominicano».

Machismo

Lo que sí se mantiene dentro de estas organizaciones es el machismo. Los hombres continúan siendo los líderes y las mujeres se mantienen a un lado, aunque formen parte de ellas. Katia explica que algunas tienen papeles relevantes dentro de las bandas, pero se trata de casos contados. «Las chicas eran más bien como organizaciones satélite. Por ejemplo, en el caso de los DDP una de las principales informantes fue líder de una agrupación y sí que tuvo muchísimo protagonismo junto con otra chica que entrevisté para mi doctorado. Esta última era pareja de uno de los líderes de los Dominican Don’t Play y reconoce que tenía mucho poder, pero realmente la última palabra la tenía su pareja».

La capacidad de actuación de ellas varía según las bandas. Por ejemplo, mientras los DDP sí que tenían y apoyaban la agrupación de las chicas, los Trinitarios nunca admitieron que una agrupación de chicas fuera parte de ellos. «Las chicas siempre son del entorno: hermanas, primas, amigas, novias… Es un entorno muy cercano, pero como integrantes no. Hay mucho machismo en las dos agrupaciones. Es como: los que cortamos el bacalao somos nosotros».

Justamente porque las mujeres están más al margen, aunque sean del entorno, Katia no pudo hablar con ellas hasta que empezó con la investigación del máster. «Les pregunté cómo podía empezar, qué necesitaban y me dijeron que un curso de formación para poder trabajar. Hicimos un curso de manipulación de alimentos que pagó el Consulado de República Dominicana y la Junta Municipal de Villaverde nos dejó un local. En ese curso participaron chicas y ahí ya vi la puerta abierta para hacerles las entrevistas».

La pacificación

Desde hace años se está trabajando en diferentes países por la pacificación de estas bandas. Actualmente Katia es una de las investigadoras locales de Madrid del Proyecto TRANSGANG, dirigido por Carles Feixa, su director de tesis y que hace años impulsó la pacificación de las bandas en Barcelona.

«En las agrupaciones se dan nada una serie de aspectos positivos para los chicos como son la hermandad, la solidaridad, el apoyo, la cohesión, la disciplina… Entonces se trata de llevarlo de un entorno de violencia a otro más positivizado. TRANSGANG es un proyecto que investiga experiencias de mediación con grupos juveniles de calle en España y otros países», cuenta Katia.

Lo que hacen es «comparar las experiencias positivas que ha habido en otras ciudades, como es el caso de Barcelona y Medellín, tomarlas como modelo, e intentar contrastarlas con aquellas que no son tan positivas».

Aunque el futuro de las bandas todavía es incierto, Katia se muestra esperanzada por un futuro en el que se logre acabar con la violencia. «En Madrid estamos todavía en una etapa donde la violencia tiene picos. Hay momentos en los que está todo muy calmado y momentos en los que vuelve a surgir. Creo que en un futuro se podría hablar de un proceso de paz, porque en República Dominicana se está haciendo».

Es más, líderes de estas agrupaciones en República Dominicana y en Nueva York, están abogando por la paz. «No sé si en España pasará en algún momento, pero ojalá. Pero creo que hace falta, además de ese proceso de pacificación y de ese ejemplo de los líderes de República Dominicana y Nueva York, que se trabaje mucho en España: que haya más educadores de calle, centros de actividades para jóvenes. En definitiva: más intervención social».

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ASURBANIPAL
ASURBANIPAL
3 Años hace

factor comun la falta de la figura del padre y unos familiares que le demuestren que les importa los gobiernos deben protejer el nucleo y semilla de la sociedad la familia.