John Guiliani tenía razón
Quizá sin proponérselo, el jurisconsulto John Guiliani ha trazado una directriz que podría resultar muy útil para el estudio de la sociología dominicana. Cuando pocos ciudadanos conocían del horrendo asesinato del abogado Yuniol Ramírez, Guiliani aseguraba, por tuiter, “que sus amigos del bajo mundo le ajustaron cuentas”.
Guiliani fue miembro del Tribunal Superior Electoral, puesto del que lo relevaron en julio de este año. Ramírez, inquisidor por temperamento, persistió en la demanda de que los entonces jueces del TSE fueran desplazados de esa función. Mediante un tuit que se hizo célebre, Guiliani dejó entrever satisfacción por la muerte de su colega.
Acertó al informar que el crimen procedía del bajo mundo. Y ahí está su mérito como observador de los fenómenos sociales. Por lo común, el bajo mundo se asocia a estratos humanos golpeados por la pobreza y la exclusión, ubicados en zonas urbanas consideradas riesgosas. Entendido así, el bajo mundo es formado por escorias humanas.
El aporte del honorable magistrado Guiliani conduce a reflexionar en torno a que hay un bajo mundo que viste trajes y corbatas de fina marca, usa gemelos, consume bebidas costosas, asiste a salones elegantes y también roba, mata y desacredita. Antes de la investigación del crimen, Guiliani afirmó que se trataba de un ajuste de cuentas.
La procuradora fiscal de Santo Domingo aseveró que Yuniol Ramírez extorsionaba al señor Manuel Rivas, director de la Oficina Metropolitana de Autobuses, para callar casos de corrupción de los que al parecer tenía pruebas. La pandilla de Omsa respondió con el asesinato y el intento de desaparecer el cadáver.
Yuniol Ramírez adicionaba al ejercicio profesional y de docente universitario, la presidencia de la Confederación Nacional de Abogados (CONA), a través de la cual inquiría sobre cuestiones públicas. “Presidente del Cona fue parte de la campaña en contra de los antiguos jueces del TSE y parece sus amigos del bajo mundo le ajustaron cuentas”.
Eso tuiteó Guiliani, pero el rencor no le resta valor a su visión para interpretar hechos originados de la descomposición –o putrefacción- que hoy caracteriza nuestra sociedad. Guiliani ha enseñado que el bajo mundo no se compone solamente de las zonas copadas de prostíbulos, indigencia y víctimas del consumo de drogas. Hay otro bajo mundo.
Hay un bajo mundo que roba y mata. Mata para ocultar corrupción. Es el tipo de gente que cree que todo lo puede, que su poder es infinito. Guilliani tiene razón: se trata de gente despreciable, ruin, escoria social. Realmente del bajo mundo, del otro bajo mundo, el de relojes de oro y buenos autos. Pese a la foto de Juan Bosch al fondo.