Incertidumbre y violencia rondan nuestras casas

Cada día me levanto y puedo observar rondando a niños hambrientos y desnutridos que deambulan buscando el pan de cada día. El bullicio suena a coro: “basura, basura…, luego el silencio… basura, basura. Transcurre un minuto, señor deme algo. Se oye el estruendoso ruido: Mataron a dos y a seguida, el carretero: vendo plátano, yuca, batata, aguacate… y por último, la mujer con la receta: señor,  estoy enferma y no tengo con que comprar la receta. Deme algo.

La inequidad social, la indiferencia de los políticos, el desempleo, la pobreza y la delincuencia está acabando con la tranquilidad de la familia en América Latina y el Caribe. Estos cinco problemas se han convertido en la deuda social que tienen los gobiernos y que cada día se agudizan porque las políticas sociales han fracasado.

La muerte del fiscal en Argentina, los 43 estudiantes secuestrados y asesinados en México, el problema de las Favelas en Brasil, con el narcotráfico y los últimos cuatro muertos en Santo Domingo, en la provincia de San Cristóbal, son solo pequeños ejemplos a resaltar, y esto nos dice que los ciudadanos y ciudadanas viven muy atemorizados por el alto grado en que ha llegado la violencia.

La miseria la vemos en los semáforos con los niños que limpian vidrio a los carros, con los limpiabotas, con los canillitas, con los venduteros de tarjetas telefónicas, los vendedores de flores, los vendedores de limpia vidrios, de chichiguas, de protectores de celulares y de todo cuanto esté al alcance de estos desafortunados para poder sobrevivir a la miseria humana y a la exclusión social.

Vemos como merodean alrededores de los restaurantes mendigos pidiéndoles a los clientes que le den la sobra de la comida que dejan. Se ve el pregonero inundando las calles junto con inmigrantes ilegales y niños menores de edad, que se asoman a los carros para pedir un  peso para comer. Vemos en algunas tiendas que merodean carteristas para asaltar a indefensas señoras y despojarlas del sustento de sus hijos.

Parece que hemos perdido el orden, la ley, pues hasta las carreteras están llenas de vendedoras sexuales. En cualquier calle céntrica te encuentras prostitutas pidiendo bolas, y hasta en componendas con bandas de atracadores que ofrecen sexo en cualquier parte del país y no vemos que ninguna autoridad se ocupe de poner freno a esta barbaridad.

Las pistas están llenas de motoristas haciendo piruetas para ganar una apuesta que lo puede llevar hasta la muerte a ellos y causar la muerte de muchos ciudadanos inocentes. Todo ocurre ante la vista indiferente de las autoridades, y ya la gente se va acostumbrando a eso,  y eso es el verdadero peligro, porque cuando la gente se acostumbra a la violencia eso quiere decir que ha perdido la fe y la esperanza en las autoridades.

Hay que retomar la limpieza de las ciudades, calles y autopistas; vecindario de baja, media y alta sociedad porque esta amenazada la tranquilidad de las personas. Ya el rico no podrá vivir, invertir con seguridad, ya sus casas estarán sitiadas, no estarán seguras, por la peste de la incertidumbre y de la miseria humana que ronda en el día y en la oscuridad para asaltar y matar.

Mirémonos en el espejo de Haití, que otrora era la parte de la Isla Hisponiola mas prospera sin embargo hoy podemos ver que se convirtió en un  país invivible, inhabitable porque fue asaltado por la insensatez, la violencia, el desempleo y la inseguridad. Hoy, Haití es un país inviable, con ciudadanos sin fe ni  esperanza. Tenemos que poner remedio a tiempo porque de lo contrario podríamos estar recorriendo el mismo camino.

Es tiempo que haya un relanzamiento de las instituciones que tienen que ver con la seguridad ciudadana para que se le asignen los recursos suficientes para que puedan entrenar más y mejor a sus agentes, dotarlos de mejores equipos e instalaciones que puedan ofrecer un mejor servicio al país. Todo acompañado de una mejor remuneración para ese personal, que es responsable de mantener la seguridad.

Hay que integrar a las organizaciones de la sociedad civil, como son las ONG, Juntas de Vecinos, Ayuntamientos, Gobernaciones y alcaldías para conjuntamente, todos unidos podamos enfrentar ese flagelo que nos acosa, que es la delincuencia, la indiferencia y la forma de acostumbrarnos ellos. Esta es una tarea que nos llama a todos a integrarnos para salvarnos del caos y el desorden que nos acecha cada día.

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