Implicaciones estructurales de la seguridad energética en Europa
Por ANTONIO HERRERA Y ALFREDO DE LA CRUZ
Una aproximación conceptual:
La inestabilidad en los precios de los hidrocarburos, así como el deterioro geopolítico internacional en regiones y países sensibles para el mercado del gas y del petróleo genera serias preocupaciones en las naciones consumidoras, donde sus gobiernos tienen que encarar los desafíos que esto implica para la seguridad energética. De ahí que reducir la vulnerabilidad y aumentar las interconexiones de las redes energéticas es una visión que cobra fuerza hoy. Sin embargo, la estrategia para obtener la seguridad energética dependerá del escenario internacional que se considere, así como de la evolución esperada en el mediano y largo plazo.
Así las cosas, la seguridad energética para los países consumidores representa hoy además de la seguridad de abastecimiento, la seguridad de las instalaciones y la seguridad medioambiental. En lo que compete a la Unión Europea, la dependencia energética respecto de las fuentes exteriores es común a la generalidad de los Estados miembros, y esta se manifiesta con Rusia, Argelia, Asia Central o el Golfo Pérsico. Según Escribano, G. (2006), por lo general, lo que suele definir la percepción de seguridad es el estado de la relación política entre país consumidor y país productor, y en entre este y los países de tránsito o entre ellos mismos.
Estas relaciones son complejas, dadas las diferencias de intereses, tanto económicos como políticos entre la diversidad de actores. Lo económico encuentra solución por lo general mediante la oferta y la demanda, pero no siempre así la lógica política debido a lo limitado de los mercados, dada la estructura de oligopolio y de cartel de los mercados energéticos. Otro detalle a tomar en cuenta de acuerdo con Escribano (2006), es la percepción poco favorable de la opinión pública europea sobre los principales países productores.
La inseguridad del abastecimiento en lo físico envuelve una interrupción del suministro ya sea parcial o total. De esta manera, depende del nivel mundial de reservas. Los escenarios que se manejan mostrando perspectivas catastróficas acerca del agotamiento de los hidrocarburos en su mayoría no están justificados. Las reservas convencionales podrían durar al menos hasta 2040, las no convencionales su agotamiento se retrasa al 2060 para el petróleo y al 2070 para el gas. Sin embargo, algunos escenarios extienden el período de agotamiento del gas más allá de este siglo. Desde luego, estos supuestos sobre los que se elaboran estos escenarios pueden ser discutibles.
De ahí que la inseguridad física, se relaciona con la capacidad de extraer esas reservas y transportarlas a los mercados mundiales, lo que también depende del acceso a estas reservas y de las inversiones realizadas. La relevancia de esto es debido a que más del 80% de las reservas se encuentran en manos de compañías nacionales y su explotación por parte de las compañías privadas occidentales es limitada por los gobiernos de esos países productores.
La interrupción del suministro puede provenir también de accidentes o fallos, como de desastres naturales, guerras, actos de terrorismo o como medida de presión política de un país productor o de tránsito. Si bien, el énfasis geopolítico suele centrarse en los suministros procedentes del exterior, la realidad muestra que las interrupciones se dan por lo general debido a disfunciones en los países consumidores, y Europa conoció de esto los primeros años de la década del 2000.
Tenemos entonces que la inseguridad económica se deriva de la volatilidad de los precios que resultan de interrupciones físicas o de la anticipación de estas mediante movimientos especulativos en los mercados. Existe un componente social, que se da cuando el aumento de precios genera demandas sociales, a veces de los sectores más intensivos en el uso de energía, y eventuales conflictos de intereses.
Si bien, transmitir a los consumidores los aumentos de precios sea necesario para ajustar los mercados, presenta problemas de equidad en el acceso a la energía de los segmentos de rentas más bajas de la población. También supone costos desiguales entre sectores económicos y las mismas empresas. De ahí que la seguridad energética puede no tener los mismos significados para el gobierno, las empresas energéticas y los consumidores finales, que son los hogares y empresas.
Por otro lado, la inseguridad de abastecimiento se manifiesta de forma diferente en el corto y en el largo plazo. En el corto plazo el problema es el impacto de las interrupciones en el suministro o del alza de precios, mientras que en el largo plazo se trata de asegurar la disponibilidad de flujos de energía compatibles con un desarrollo económico sostenible.
La seguridad de abastecimiento para los países consumidores se relaciona con la dependencia de los suministros y la vulnerabilidad de los mismos, ya que estos la afrontan en tanto dependen de los suministros de los productores, y éstos últimos afrontan inseguridad de demanda al depender de la demanda de los primeros. Esta interdependencia es asimétrica, en el sentido de que el costo de una interrupción del suministro temporal para un país productor puede ser menor que para un país consumidor. Sin embargo, en el largo plazo esta asimetría desaparecerá, pues pocos productores pueden prescindir de las rentas que le producen sus hidrocarburos durante un período de tiempo prolongado.
RUSIA COMO MERCADO ENERGETICO:
A Europa llega el 70% del petróleo que exporta Rusia, lo mismo ocurre con el gas natural, pues está reservada el 65% de su producción a los países europeos, los cuales importan la mitad de la energía que consumen. Esto se debe en gran parte, a que desde los años ochenta estos países adoptaron el gas ruso como el recurso energético más importante, por la necesidad de diversificar sus accesos a materias primas, para evitar tener una alta dependencia del petróleo de Oriente Medio debido a los permanentes conflictos bélicos que allí se dan.
Rusia es uno de los Estados con mayor existencia de materias primas y una base energética bien diversificada: 32% de las reservas de gas comprobadas (la más importante del mundo); aproximadamente el 14% de las reservas de carbón (la segunda mayor), y el 13% de las reservas de petróleo (la octava mayor). Posee también el 8% de las reservas comprobadas de uranio.
Sin embargo, la economía rusa podría perder un 55% de los ingresos por exportación, si dejara de vender el gas a Europa. Esto la forzaría a buscar cómo financiar cerca del 48% de su presupuesto nacional. La estrategia energética rusa en el exterior ha tenido como objetivo, mantener y profundizar la dependencia de Europa del suministro de energía de Rusia, lo que le ayuda a aumentar su influencia política y geopolítica, y reduce a la vez los riesgos para su Seguridad Nacional.
En la entrega de la próxima semana, presentaremos otras implicaciones de la Seguridad Energética en Europa y la conclusión de este tema.
Sobre los Autores:
Antonio Herrera es Viceministro de Seguridad Energética e Infraestructura, del Ministerio de Energía y Minas, Titular de la Secretaria de Asuntos de Energía y Minas del Partido de la Liberación Dominicana y Miembro del Comité Central.
Alfredo De La Cruz es Encargado del Departamento de Equipamientos y Medios Tecnológicos del Ministerio de Energía y Minas.
jpm