Hace falta un Trujillo…
POR JUAN DE LA CRUZ SOLANO
A raíz de la muerte de Trujillo, y lo que parecía el comienzo de una nueva era de democracia y libertades públicas, la gente miraba hacia el futuro con optimismo y entusiasmo, principalmente aquellos que lucharon contra la dictadura, jóvenes y viejos. Toda persona progresista, sin importar su ideología política, tenia la certeza de que vendría un orden social mucho más justo. Para entonces, Trujillo era algo del pasado, una etapa superada.
En la actualidad, el desarrollo de las fuerzas productivas del país ha crecido a tal nivel que exigen de unas relaciones de producción mucho más democráticas y mucho más avanzadas que las que podría ofrecer un régimen de tipo trujillista. El régimen trujillista debería ser, ya, algo anacrónico. Sin embargo, dentro del diario vivir de la gente, que tienen que confrontar constantemente los problemas que aquejan al país, ya es algo normal la expresión de que hace falta el jefe (como también se le llamaba a Trujillo).
La gente se pregunta, ¿hasta cuando vamos a estar viviendo bajo este desorden que nos arropa de pies a cabeza? ¿Cuál será el futuro de nuestros hijos y nietos viviendo en un país donde los problemas sociales se agravan cada día más, donde el auge de la corrupción y la impunidad no parece tener limites y donde cada día apareen nuevos problemas? El país se encuentra sumergido en un estado de anomia. Se han perdido los valores que formaron a las familias dominicana. La población ha perdido la confianza y el respeto que tenían por las instituciones y las autoridades gubernativas, todo esto debido al fracaso del orden político de los últimos 50 años.
Los gobiernos que han sucedido al régimen trujillista lo están reivindicando. No son pocos los que piensan que durante la dictadura trujillista las situaciones eran mucho mejores que las que se viven en la actualidad. Mucha gente todavía ve con nostalgia la seguridad colectiva que existía durante la dictadura, especialmente frente a la delincuencia; así como el hecho de que se podía depender y confiar en el sistema judicial y en la autoridad, desde luego, siempre y cuando no fuera un caso político; ven aun con más nostalgia el hecho de que la corrupción en las instituciones del Estado era inexistente; como también la existencia de un ambiento apropiado para el progreso de la nación.
Por alguna razón, los historiadores y economistas dominicanos no han hecho, o no han querido hacer, un estudio serio y científico de la Era de Trujillo, una época histórica tan importante y de tanta trascendencia para la nación dominicana. La timidez por parte de los historiadores en analizar esta época histórica ha causado en la población joven un desconocimiento casi total de la misma, de la cual se han enterado sólo a través de anécdotas o referencias interesadas. Por consiguiente, se les hace difícil creer que existiera un entorno político y social, en donde se podía dormir hasta con las puertas de las casas abiertas.
Me decía un viejo amigo, luchador antitrujillista, preso en la cárcel de la Victoria y torturado en la cárcel de la 40, “que la razón por la cual la gente todavía recuerda a Trujillo es porque hasta la fecha no ha surgido un gobierno mejor que el de Trujillo y, que cuando surja uno, la gente se olvidara de él.” Y continuó diciéndome: “bueno, cuesta trabajo decirlo, pero hay que decirlo.” Aunque decirlo deje una peste a mondongo en el ambiente, le conteste yo.
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