Fanatismo y cinismo

Su prejuicio les hizo creer que los errores de la STC-168/13 se transformarían en verdades, por haber sido cometidos por el Tribunal Constitucional. Como no lograron ese objetivo, ahora se han aferrado al falso patriotismo y al precedente vinculante del artículo 184 de la Constitución Política, olvidándose del precedente vinculante de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, para tratar de evadir su inevitable confrontación con la razón. Ese injusto fallo y sus defensores se han quedado solos en el mundo. Ante la embarazosa situación, el gobierno está tratando de cumplir con su obligación de proteger los derechos humanos vulnerados por la sentencia y de evitarle al Estado una inminente condena. Pero, de manera inoportuna, se le ha atravesado en el camino el fanático, una figura dogmática y sectaria que antepone su irrazonable creencia a los mejores intereses del país. Cuando se avanza en la búsqueda de una solución favorable para los afectados y toda la nación, el fanático dispara desde la caverna con su arco de odio, sus iracundas amenazas contra el gobierno y los que con espíritu crítico han enfrentado la injusta sentencia. Con el mismo propósito, pero por motivos diferentes, desde la oscuridad le acompaña el más oportunista de los aliados: el cínico. Por lo que dice el filosofo Norberto Bobbio, “el fanático cree de una manera exasperada en una sola idea; el cínico no cree en ninguna, pero está dispuesto a valerse de todas según le convenga. Ambos pueden llevar consigo la libido dominandi; pero mientras que uno tiende al éxito sofocando las ideas ajenas, el otro tiende al éxito vejándolas, o mejor dicho acariciando ora una ora otra según las circunstancias. No hay que descartar que el cínico se sirva de los fanáticos para conseguir sus fines; no ocurre lo inverso”. Cuando de temas nacionales como el que nos ocupa se trata, el fanático recurre al falso patriotismo, con el fin de condicionar a los demás para que se adhieran sin discusión a su irracional causa. Es entonces cuando a modo de chantaje dividen la sociedad entre patriotas, que son los que comulgan con sus ideas, y enemigos de la patria, que son los que se oponen a ellas. El fanático y el cínico, carecen de sensibilidad humana. Es por ello que, desde finales del 2007, juegan con la desgracia de miles de personas que han sido aniquiladas civilmente por el solo hecho de ser descendientes de los más humildes trabajadores de la antigua industria azucarera. Nunca como ahora que se procura una solución, el fanático ha defendido con más determinación la falsa idea de la petrificación eterna de la referida sentencia. Su obstinado celo por ella, se debe a la enfermiza satisfacción que produce a su espíritu, el despojo de la nacionalidad de que han sido víctima los dominicanos de ascendencia haitiana inscritos en el Registro Civil. La convalidación legal de la nacionalidad de los registrados es la solución más razonable. Sin embargo, en caso de que el esperado proyecto no sea sometido y aprobado, será la Corte Interamericana de los Derechos Humanos la que reconocerá los derechos arrebatados. En ese momento el fanático tomará el camino del desacato y el cínico el del silencio.

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