El efecto contrario de la publicidad engañosa

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EL AUTOR es abogado y comunicador. Reside en Nueva York.

A propósito de cierto ruidos, y el ritmo que llevan las cosas, me he puesto a leer sobre el efecto contrario, el cual en publicidad se concibe, cuando un anunciante quiere publicitar algo para el consumo o uso del público, y con sus anuncios genera un efecto inverso a sus pretensiones, y dicen los entendidos, que  este efecto contrario, puede ser por muchas cosas, bien por el propio mensaje o por los soportes y medios utilizados o por la ubicación donde está situado.

Sobre este tema, hemos  leído al Consultor de Empresas, Antonio Castro Hermida, Gallego,  quien nos dice que  “el cómo comuniquen un mensaje, va a condicionar mucho a la opinión pública y en muchos casos, nos crean una opinión sobre un determinado tema.  Por lo tanto, lo que escriban y cómo, es muy importante, ya que crean opinión y posicionan a sus lectores en uno u otro sentido”.

Es así que se desprende, y son concepto básico del mensaje que lleva un propósito, el ¿Qué? Cómo? ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Dónde?.  Los expertos nos dicen que contestando a estas preguntas se diseña una estrategia publicitaria, es decir, la solución elegida para resolver el problema de comunicación de un anunciante. Para que sea acertada, los profesionales combinan la información oportuna, la capacidad creativa y la experiencia obtenida en otras campañas.

La utilización de los elementos adecuados, como el mensaje, el mensajero y donde se coloque,  a la hora de montar una campaña publicitaria, son fundamentales para lograr los objetivos propuestos, pues, las cosas, son ellas y sus relaciones.   Por eso es un error considerar que la mente del hombre actual funciona del mismo modo que en otras épocas, ya que la incesante información, a través de los medios, ha dado paso al culto de la diferencia que es lo que impera actualmente en la vida.

De cómo una campaña publicitaria genera el efecto contrario, basado en el lugar en el cual se coloca el mensaje,  Antonio Castro nos ofrece un vivo ejemplo, y se refiere una campaña realizada por el ayuntamiento de Pontevedra, ciudad donde vive, y que trataba de fomentar un turismo que pernocte en la ciudad, cuyos estudios realizados, han detectado que la mayoría del turismo que visita la ciudad, pernocta en hoteles de fuera de ella.

Esta campaña trataba de destacar distintos aspectos de la ciudad y se basó en soportes publicitarios por toda la ciudad. Uno de los mensajes que utilizaron, decía: “Pasa una noche en Pontevedra y te embriagará”.

El mensaje, manifiesta Castro,  puede gustar más o menos, pero en su caso, se topaba con este cartel las mañanas de los domingos, uno de los días en los que sale a correr, precisamente colocado a la orilla de un mal oliente río, que recibía las aguas de uno de las pocas tuberías  que todavía no están saneadas.

 Imaginaros, dice Antonio,  el olor y la sensación de “embriaguez”. No se quiere imaginar lo que podría sentir un turista, al leer el mensaje y sentir el olor putrefacto de las aguas mal olientes que emana del sucio rio, en un pueblo tan bello.

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