Don Pepín Corripio
Don Pepín Corripio, a través de su garantizadora Fundación financiando obras, es un reflejo del mecenazgo de Lorenzo de Médicis. Lo único que queda por hacer a este ser humano tan nuestro como de España es agregar a sus premiaciones el disponer que los artistas y escritores más destacados de la República Dominicana puedan ir a los grandes y afamados centros del arte y las letras, como hizo Médicis, que envió al pintor florentino Sandro Botticelli a Roma y al escultor y pintor Verrocchio a Venecia a estudiar política de prestigio artístico. Entro discretamente a mi taller escritural a tratar de crear un ensayo sobre un magnate del mecenazgo dominicano, como Pepín Corripio y al penetrar en el atrio me tropiezo felizmente con la representación del prócer del proteccionismo romano Cayo Cilnio Mecenas, uno de los mayores amigos del emperador César Augusto. Alrededor de Mecenas se formó una especie de ateneo integrado por los poetas Horacio, quien compuso aquella Sátiras,crítica que perseguía un fin moral, y los Epodos, composición destinada al insulto y a los denuestos; Virgilio, autor de la epopeya latina denominada La Eneida y el gran orador Propercio, a quien Cintia, una aldeana, hizo nacer el gusto por la poesía. Un e-mail interrumpe mi estado en el viejo diván tratando de rastrear en mi mente repleta de anhelos de escritor a un poderoso mecenas y de pronto cuando penetra sigiloso por una rendija de mi intelecto el soplo divino de una sugerencia que me susurra al oído. Es el poeta Ovidio, el de la obra erótica llamada Amores y del poema La metamorfosis, cuya poesía narra la historia de la humanidad desde su creación hasta la santificación de Cayo Julio César y me dice con voz celeste: “Ensayista egregio, allá en el mundo material donde tu vives está el más grande mecenas conocido en el país de los sueños, José Luís Corripio Estrada (don Pepín) sólo comparable con el obispo de Oviedo, don Gutierre de Toledo, quien fuera arzobispo de Sevilla en 1415 y gran mecenas universitario. ¿Qué le provee el mecenas desinteresado al agraciado con una premiación literaria? Ningún tipo de reembolso o beneficio sórdido que no sea el placer agradable y eufórico de lo estético, moral o intelectual, o la satisfacción del envanecimiento, además de una acción de relaciones públicas que puede llegar a ser muy útil, por cuanto justifica su posición social y mejora su prestigio. El mecenas y escritor Cayo Cilnio Mecenas, protector de grandes talentos literarios, citado por Séneca en su obra Cartas de Séneca a Lucilio, dijo que la montaña más alta es la que más atrae al rayo. El mecenazgo ha florecido muy poco en la llamada aristocracia económica de la sociedad dominicana moderna, ello así porque en ella no ha existido una casta noble que apadrine artistas, escritores y poetas. Sin embargo, al aparecer en el mundo literario y de las artes la prestigiosa Fundación Corripio ha encendido el dulce fuego de los artistas y ensayistas nacionales una pasión ardiente por el crecimiento de la literatura que no podrá ser apagado ni con el poema La miel helada de la luna verde, de Federico García Lorca. En la ciudad de Santiago de los Caballeros, principalmente, y en toda la espesura de la región del Cibao, sólo recuerdos quedan de una vida literaria intensa y fértil. El desarrollo del quehacer artístico, una vez esplendoroso y apetecible, presenta hoy una lamentable y desoladora disminución hasta el grado que las inspiraciones filosóficas se manifiestan como las hojas secas de helechos en la temporada de invierno o como aquel poema Hojas secas del poeta y narrador mejicano Manuel Acuña, que dice así: Cada hoja es un recuerdo/tan triste como tierno/de que hubo sobre ese árbol/un cielo y un amor/. El mecenazgo artístico y cultural no volverá a florecer en esta especie de geografía bucólica que caracteriza a Santiago, como sucede en la urbe de Santo Domingo, donde tiene su registro valedor la respetable Fundación Corripio. En Santiago, la otrora recia hidalguía económica y financiera se quedó sin un linaje ilustrado, tanto así que la última bienal de arte de un grupo empresarial reconocido se constituyó en carta de olvido. Esa laguna cegada de mecenas aflige al artista, al escritor, al poeta y a los editores cibaeños y desalienta penosamente todo el estro cultural que podría brotar del hombre ilustrado de esta pretérita heredad culta. Ante tan grande desolación cultural de un pueblo como Santiago, quienes nos atrevemos a escribir y a publicar ensayos, novelas y poemas sin que aparezca un mecenas quijotesco o realista nos catalogan de valientes e ilusos. Por eso escribo este trabajo resaltando la labor generosa de don Pepín Corripio en Santo Domingo, quien brinda su apoyo material desinteresado o protege mediante su influencia a artistas, literatos y científicos para que éstos puedan realizar y dar a conocer su obra. Me atrevería a considerar a don Pepín Corripio como el padrino del jardín de la cultura artística y literaria dominicana, como llegó a ser respetado Lorenzo de Médicis cuando trató de revivir el arte de la escultura en Florencia. La Fundación Corripio está llenando una labor gigantesca y altamente plausible en el avance y desarrollo de las artes y la cultura en la República Dominicana. Nunca antes el país había experimentado tan extraordinario desarrollo en el florecimiento conveniente de las humanidades. Cuando un artista, un poeta, un escritor o un editor es galardonado ello significa para quien recibe la distinción una recompensa por las obras realizadas y un premio al esfuerzo y al éxito escritural o artístico. El ilustre escritor español Camilo José Cela, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las letras en 1987 y Premio Nobel de Literatura en 1989, refiriéndose a las premiaciones se expresó de esta manera: “En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano”. Mientras que aquí en este Santiago tan desolado de cultura y de mecenas que patrocinen a sus literatos, artistas y poetas esperan apacibles el aliciente exquisito de la Fundación Corripio. Sólo nos queda saludar desde esta lejanía amarillenta a don Pepín Corripio por su sublime mecenazgo.