Dictadura, democracia y corrupción

La definición de democracia es: La doctrina política en favor del sistema de gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía mediante la elección libre de sus dirigentes. La dictadura se define com Un gobierno que prescinde del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad sin limitaciones en un país y cuyo poder se concentra en una sola persona. En el caso de las democracias y las dictaduras en América Latina, el espacio que las separa es muy fino. Tan fino como el grosor de la hoja donde se imprime el sufragio con el que usted ejerce su derecho a elegir. Al momento de usted sufragar, en el preciso instante en que usted deposita su voto en las urnas, cesa su soberanía, se acaba la democracia y comienza la corrupción, pues en el caso de los latinoamericanos, dictadura, democracia y corrupción son sinónimas. No nos vamos a detener a analizar las dictaduras propiamente dichas, pues se supone, son regímenes de fuerza donde todo lo que haga el dictador está permitido. Pero, ¿De qué han servido los periodos de “democracia” que han tenido los países hispanoamericanos? ¿Dónde están los logros de esos regímenes de libertades plenas? ¿Qué se ha conseguido con ejercer el voto “libérrimamente” cada cuatro años? ¿Hemos cerrado la brecha económica entre el pueblo y los nuevos demócratas millonarios? Las mismas preguntas y miles más en el mismo sentido, podríamos hacerlas en cualquier país de la América morena y la respuesta será la misma. Nada hemos logrado. Una y otra vez se repite la misma escena en este teatro de la burla ciudadana. Ex presidentes “demócratas” acusados de corrupción. Algunos presos o huyéndoles a la justicia del país que gobernaron. Menem en Argentina, Quiroga y García Meza en Bolivia, Collor de Melo en Brasil, Samper en Colombia, Miguel Ángel Rodríguez y Rafael Ángel Calderón en Costa Rica, la Suiza de América, Bucaram y Mahuad en Ecuador, Flores en el Salvador, Ríos Montt en Guatemala, Callejas en Honduras, Zedillo en México, Alemán en Nicaragua, Mireya Moscoso en Panamá, Franco en Paraguay, Alan García, Toledo y Fujimori en Perú, Álvarez en Uruguay, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Salvador Jorge Blanco en nuestro país, donde el mismísimo presidente Joaquín Balaguer “padre de la democracia” admitía que la corrupción se paraba en la puerta de su despacho No queremos abrumar con más nombres, pero la lista es larga, muy larga. En la misma aparecen pareja de esposos. Presidentes con sus Primeras Damas, vice presidentes y hasta ¡Presidentes interinos! Demás está decir que los dictadores no se quedan atrás en número y en podredumbre. Es una pena que aquellos pocos que tuvieron una visión diferente de lo que era la verdadera democracia social, vieron castradas sus obras, precisamente por los que se convirtieron en fiscales y jueces de un pueblo que nunca los eligió y que todavía hoy, en pleno siglo XXI, pretenden, con estilos más sutiles, reeditar esas acciones. La mentada democracia les ha salido muy cara a nuestros pueblos. Los réditos que siguen pagando de un préstamo que no tomaron y del cual no han disfrutado ni un chele, se hacen cada día más difíciles de pagar. Ha llegado la hora de pasar de las quejas a la acción. A la fuerza y con violencia, si es necesario, aislemos la democracia de la corrupción. A los verdaderos demócratas de los corruptos. Una vez separados, no les demos oportunidades de recomponerse. Son ladinos, simuladores y mentirosos.

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