Cuarentena sin politiquería
La República Dominicana ha regresado a un cierre parcial por virtud de la reposición del estado de emergencia ante el recrudecimiento del coronavirus, una drástica medida que tiene varios responsables, el primero de los cuales es el Gobierno.
Aunque una mayoría de nosotros sabe que el Gobierno no actuó a la altura de las circunstancias por estar empecinado en que su candidato ganara las elecciones, también los ciudadanos tenemos que cargar con una parte de la culpa de la situación actual.
La conducta de la población ha dejado mucho que desear. El levantamiento del estado de excepción a finales de junio pareció para miles de personas como si concomitantemente se hubiese decretado el fin de la pandemia, lo que dio lugar a un desenfreno de tal magnitud que las aglomeraciones han sido parte de la cotidianidad.
En beneficio de esa población desenfrenada quizá debamos admitir que el fin de las medidas restrictivas funcionó como el levantamiento de la compuerta de una represa, momento en el cual las aguas contenidas empiezan a fluir de manera torrencial.
Es decir, que los más dados a no entender el momento crucial por el que atraviesa la humanidad como consecuencia de la pandemia, dieron riendas a salir del constreñimiento emocional que significaron varios meses en cuarentena.
Esto era previsible, razón por la cual las autoridades estaban en la obligación de adoptar todas las medidas que fuesen menester para garantizar la salud de los mismos desbordados, pero sobre todo de quienes han observado con pleno rigor las disposiciones del Gobierno.
En el estado en que nos encontramos, con la pandemia en su pico más alto, resulta que estamos amenazados por igual los desaprensivos como los obedientes de las disposiciones oficiales y del sentido común.
Por otra parte, nadie se puede llamar a engaños en el sentido de que la otra parte en la responsabilidad de la situación—probablemente la mayor y menos excusable—la tiene la Administración por no tomar, en principio, las medidas que aconsejaban las circunstancias, y luego por su lamentable laissez faire.
La última semana de junio y primeros días de este mes las autoridades permitieron todo desenfreno sin adoptar medidas drásticas, sólo con el interés de no afectar los intereses electorales del Partido de la Liberación Dominicana y sus candidatos, en particular el presidencial, a quien permitieron suplantar, en los hechos, al Gobierno.
La cosecha de esa desidia la recogemos hoy con los contagiados y fallecidos en aumento, sobre la escalofriante cifra de mil decesos, los hospitales al borde del colapso, la población en pánico y la pandemia en pleno auge, colocándonos en la lista de los países de América Latina con mayor incidencia de COVID-19.