Complejidad de gobernar
El gran novelista ruso Leon Tolstoi dijo con sobrada razón: “Es más fácil hacer leyes que gobernar”. Una muestra de esto es la facilidad con la que el Poder Legislativo crea las leyes y la complejidad que encuentra el Poder Ejecutivo al momento de aplicarlas.
Tal y como sostiene R. Carré de Malberg en su Teoría general del Estado, el Presidente de la República, fuera de los poderes especiales que les atribuye expresamente la Constitución, no tiene más potestad general que la de ejecutar las leyes, por lo que sus actos deben basarse siempre en una ley en cuya ejecución interviene.
No importa que se trate de una monarquía, una aristocracia, una autocracia o una democracia, ni de un régimen parlamentario o presidencialista, gobernar es la tarea más compleja que puede asumir un ciudadano.
Sin embargo, nunca fue tan complejo gobernar como en la Era de la información y las redes sociales, tiempo en el que en algunos países de América Latina, lo mismo que en los Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump, los gobernantes han pasado a ser gobernautas, debido a su inclinación por difundir, desde sus cuentas particulares, las informaciones gubernamentales a través de las redes sociales.
A propósito de la complejidad de gobernar, en su obra Una teoría de la democracia compleja, el filósofo español, Daniel Innerarity, advierte que el mundo no está determinado, como se pensó desde los siglos XVIII al XIX, precisamente la era de formación de las principales categorías democráticas prevalecientes, aclarando que en el siglo XXI el mundo aparece más bien como incalculable, inestable e indeterminado.
La inclinación del referido autor por una democracia compleja se refleja al citar a Pierre Rosanvallon, en torno a que podría estar ocurriendo que lo que fueron en su momento ficciones útiles se hayan convertido en simplificaciones confusas y que la más prometedora renovación de nuestras democracias sea el resultado de hacerlas más compleja.
De retorno a la complejidad del gobierno, cabe resaltar el criterio de que los sistemas complejos necesitan una correspondiente arquitectura compleja de gobierno para su autoorganización.
Como una muestra de la nueva complejidad de gobernar en la República Dominicana, se debe destacar el cambio radical que supuso la implementación, con efectividad, de la Ley No. 340 sobre Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras y Concesiones, a tal extremo que el director de la Dirección General de Contrataciones Públicas ha llegado a sugerir la destitución de funcionarios que, igual que él, fueron nombrados mediante decretos por el Presidente de la República.
Sin dudas, se trata de un funcionario que, a pesar de ser parte de la administración, tiene el poder de influir decisivamente en el funcionamiento normal de las demás instituciones del gobierno.
Finalmente, no se debe obviar el condimento que le ponen a la complejidad de gobernar las redes sociales, convertidas en las nuevas monarcas de la opinión pública, así como la influencia cada vez mayor del empresariado y la sociedad civil en los asuntos propios de la administración pública.
JPM