Coincidencias históricas entre Paraguay y RD
La historia política de Paraguay guarda notables coincidencias con la de República Dominicana. En el período de la conquista y colonización por España, los tratados, acuerdos y desacuerdos de las potencias europeas determinaron la conformación territorial de ambos países.
Así vino a quedar República Dominicana compartiendo una isla con otra nación de diferentes lengua y cultura. Y Paraguaya enclavado en el centro de Suramérica, con frontera triple y sin salida al mar.
Ambos países han padecido tiranos absolutos con pretensiones de perpetuidad: Pedro Santana, Buenaventura Báez y Ulises Heureaux son los equivalentes dominicanos de José Gaspar Rodríguez de Francia, llamado supremo dictador perpetuo del Paraguay, quien motivó la novela “Yo, el Supremo”, de Augusto Rosa Bastos, la más descollante personalidad de la literatura de ese país.
Aquí, como allá, hemos padecido revoluciones, inestabilidad política, golpes de Estado y enmiendas atropellantes a la Constitución política para complacer caprichos coyunturales. Las luchas políticas en Paraguay han sido escenificadas por los partidos Liberal y Colorado, el liberal de aquí es conocido por otro nombre y el colorado, lo mismo.
Otra triste coincidencia, la más desgarradora, viene dada en la similar suerte que tocó a nuestros dos países cuando la manada de dictadores militares se repartía Latinoamérica. En Paraguay, el coronel, proclamado general, Alfredo Stroessner gobernó en forma absoluta de 1947 a 1984 mientras a nosotros nos tocó ser subyugados por el general, proclamado generalísimo, Rafael Trujillo, de 1930 a 1961, cuando fue enfermado por una lluvia de balas.
Los hechos políticos, sin duda, inciden sobre el desarrollo social y cultural de los pueblos. Sabemos que es propio de los gobiernos totalitarios mantener a sus pueblos en el oscurantismo y privados del contacto con las sociedades donde brillan las libertades de palabra y de pensamiento. Todas las sociedades que sean sometidas durante mucho tiempo a un régimen despótico, arrastrarán un atraso en sus capacidades intelectivas y de vinculación con el mundo exterior.
En cuanto a la literatura, Paraguay y República Dominicana tienen en común que en su etapa de restablecimiento de los efectos de la dictadura, como de los momentos de turbulencia política, han creado sus respectivas literaturas, pero mayormente para el consumo interno.
Con excepción de “Yo, el Supremo, de Roa Bastos”, quien mereció el Premio Cervantes y lo recibió en 1989, como quien dice, nada conocemos. Pero ¿cuántos conocen en Paraguay la narrativa de Juan Bosch, de Marcio Veloz Maggiolo o de Manuel Salvador Gautier? ¿Cuántos o mejor quién sabe de la poesía de Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos o Manuel Rueda? Presumo que los trabajos de Pedro Henriquez Ureña, lingüista y filólogo, sean conocidos.
La dedicación de esta Feria a Paraguay ha sido un gran acierto y estoy seguro que contribuirá a que los dominicanos conozcamos más a ese hermano país del que tan poco sabemos, aunque hemos bailado a ritmo de merengue su canción folclórica “El pájaro chogui” y nos hayamos arrullado con la tierna melodía “Recuerdos de Ypacaraí”.
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JPM