Aprendizajes
De algunos escritores se sabe que en sus afanes por la vida
desempeñaron múltiples oficios, mientras otros sólo se ocuparon en el
trabajo de escribir. Yo, en cambio, he intentado ingresar a varias
ocupaciones, habiéndome quedado en la categoría de aprendiz. El primer
oficio en el que actué bajo esa condición fue el de agricultor. Por
aquello de que hijo de gato, caza ratón.
En mi primer intento de búsqueda de la autosuficiencia, me hice
aprendiz de sastre, en el taller de José Rosario Cadet, en Miches. Ya
iba bien adelantado en el aprendizaje y era capaz de confeccionar un
pantalón, cuando fui tocado por una vocación superior. Acudí al
llamado, así fue que me convertí en aprendiz de sacerdote, sin llegar
a serlo.
Reconozco, no me da vergüenza, que también he sido aprendiz de
político, carrera para la que me falta disposición, pues me gusta la
verdad, la transparencia y la puntualidad, y los políticos
profesionales se solazan con practicar lo contrario de esos tres
atributos. Una vez estuve como candidato a diputado en la boleta del
desaparecido Partido Revolucionario Dominicano.
En algún momento me inicié en el conocimiento de la farmacología, pues
fui propietario de una pequeña farmacia, sin duda que desplegué
esfuerzos por aprender aquello, y hasta me movió el entusiasmo, le
tomé aprecio a conocer las funciones de cada tipo de medicamento y me
gustaba, pero el negocio fracasó.
Soy, desde hace medio siglo, aprendiz de escritor. El más complejo de
los aprendizajes: uno lee lo escrito por otros, estudia las técnicas y
las teorías, piensa una obra durante años, luego de escribirla la
revisa, la pule, la da a leer a un amigo que tenga conciencia de la
lengua, y en cuestión de minutos alguien -lector, crítico o jurado-
la descalifica con un “baah”.
No sé cuándo se deja de ser aprendiz de escritor, si cuando el autor
tiene éxitos y es loado y reconocido o si cuando abandona el intento
de ser escritor porque ha encontrado una actividad más cómoda y mejor
remunerada. Sé que no abandonaré esa práctica, aunque no llegara a
saber si soy profesional o aprendiz.
Hay dos aprendizajes que he completado satisfactoriamente. ¡Por fin!
El primero es ser padre, pues incursioné en la crianza de niños y lo
he llevado a buen término. Ahora tengo el posgrado: abuelo. El otro
es el oficio de periodista. Siendo un muchacho de poco estudio y mucha
ilusión, me hice aprendiz de periodista y creé un periódico
pueblerino, “Miches avanzando”, se llamó. Leonardo Mauricio era mi
socio.
Con el periodismo no me quedé en la categoría de aprendiz, pues vine
a la Universidad y me investí en esa carrera, en la práctica completé
la formación profesional y llegué a ser profesor. Al fin y al cabo la
herramienta fundamental del buen periodismo, como de la literatura,
es el idioma y yo he puesto cierta obstinación en aprender el mío, el
español.
rafaelperaltar@gmail.com
jpm
viva miches, tanto que me jodian en la escuela con el morro de miches y ahora todo el mundo quiere ser michero..rafael es un ejemplo de miches y estamos orgulloso de el.