¿Vientos de guerra?
El ser humano está formado con emociones negativas y positivas, negar esta realidad es equivalente a decir que se vive en un limbo. Cada persona reacciona ante estímulos internos y externos, por eso es bueno entender a los humanos, pues, aunque no somos robots en el sentido de ser manejables, tampoco somos tan autónomos. Somos entidad corpórea, pero a la vez, somos capaces de experimentar sensaciones, como también de adquirir valores.
Los valores que son partes de la persona son los que dirigen las emociones, ya sea para su realización, como para reprimirla o controlarla. De ahí que, la ira, el enojo son productos de alteración negativa de las emociones, y se convierten en reacciones violentas, como esencia de una visión equivocada de la vida. Por tanto, los valores o su ausencia son los canales que pueden determinar el que una persona sea buena o mala.
Cada persona tiene una batalla interna, debido a que quiere dominar sus emociones negativas y dirigir las positivas. Nadie observa la lucha interna de otro, a menos que la persona lo diga. El apóstol Pablo expresa esa guerra interna, diciendo: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis» Gál. 5:16, 17.
La guerra es producto de esa lucha interna sujeta a inferioridades humanas. Ningún valor humano es superior al valor de la vida, y en la guerra no solamente se destruyen las cosas materiales, sino también, el principal valor humano: La vida. Nadie debe apoyar la guerra, no importando las circunstancias que las justifican. Las mezquindades humanas se imponen a la razón, doblegando al hombre en una actitud injusta, egoísta e incomprensible para el ser sensato.
Los cristianos, quienes no tenemos la responsabilidad del pasado, nos hace sufrir cuando oímos sobre «guerra santa». Las alianzas políticas, económicas del cristianismo, no fue más que la manipulación que aquellos hicieron de la enseñanzas, filosofía y valores del cristianismo. Pero, aunque éste ha sido fuertemente criticado, sí, sabemos que nuestro Señor Jesucristo no practicó ni enseñó la violencia y por ende ni la guerra.
Las ideologías son temporales y sustituibles, las riquezas materiales son producidas y producibles, pero la vida humana no. El apóstol Pedro, escribió: «Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras» I Pdro. 1:11, 12.
Los cristianos, como seguidores de Cristo y de sus doctrinas, no estamos de acuerdo con la guerra. El hombre no debe estar contra la vida del hombre. Sé que no es fácil de entender las verdaderas causas de las guerras, pero cualesquiera que sean son evidencias de errores. El pobre resultado de una guerra, genera en el futuro otras guerras; eso es lo que la historia enseña. Por tanto, la solución no es la guerra, ella misma es autodestructiva y creadora de nuevos conflictos.
La verdadera resolución de un conflicto está en un diálogo sincero, abierto y franco. Esto deja como resultado un buen acuerdo y negociación que se puede perpetuar y mejorar con el tiempo. Si el hombre es capaz de domar los animales feroces, negociando con ellos, ¿cómo es posible que entre seres inteligentes no seamos capaces de producir un ambiente de paz duradera y sobre todo, alianza que nos permita vivir, desarrollarnos y perpetuarnos como amigos.
Ya es tiempo de dejemos atrás los vientos de guerra, y que veamos la palabra de Dios, en la Biblia, como una excelente oportunidad para aprender y cambiar nuestras vidas, llenándonos de valores morales, espirituales y divinos.
Dios no aprueba la guerra, sino que nos habla de amor como el vínculo perfecto, que es capaz de unir a la humanidad. Somos los responsables de cambiar el mundo, Dios nos dejó ese trabajo a usted, a mí y a todos; él nos ayudará, si queremos un mundo mejor.
jpm-am

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