Verja perimetral

El Mar Caribe y el Océano Atlántico son las “verjas perimetrales” que separan a Republica Dominicana de Estados Unidos y Puerto Rico, que no han impedido que más de dos millones de compatriotas se hayan integrado a esas  sociedades en calidad de inmigrantes.

Todos los días llegan dominicanos deportados o repatriados desde la Unión Americana y Borinquén, unos después de cumplir condenas por la comisión de   alguno crimen o delitos y otros porque residían en condición de indocumentados, además de que el Consulado Americano niega visado  a otros  miles de  criollos.

Los muros no contienen en sí mismo torrentes de inmigración, porque para sobrevivir o procurar mejor forma de vida los indocumentados  escalarían hasta las cimas más altas del Everett o del Himalaya, y  construirían túneles mayores que la “Ruta de la Seda”, con la que China pretende conquistar al mundo.

Para contener el flujo migratorio, una pared, aun de 390 kilómetros de extensión, no sería más efectiva que la voluntad política de aplicar las leyes de control migratorio, porque lo que sucedería después de levantar esa mole, sería que los indocumentados ingresarían por la puerta de entrada, por encima de la verja o por el mar.

Las migraciones son alentadas o estimuladas por el capitalismo, que bien encaminado impulsa el crecimiento y el desarrollo de las sociedades receptoras, pero en su forma más cruenta de explotación y discriminación, provoca miseria y genera grandes éxodos.

Resulta muy válida la preocupación de la  ciudadana en torno a lo que se define  como  desorden o descontrol migratorio, que no solo se expresa con el ingreso descontrolado de migrantes haitianos, sino también de indocumentados procedentes de otros países.

Si los muros resolvieran un tema de preocupación mundial, como lo es  el de las migraciones, entonces  todo el planeta estuviese divididos por  enormes paredes, al estilo de la Muralla China, pero eso no es posible ni útil en ninguna parte, incluido en la frontera con Haití.

Además de garantizar control migratorio, mediante estricta aplicación de la ley, lo deseable sería que  el buen capitalismo se anide y se desarrolle en toda la franja fronteriza, a través de la generación de  empleo, promoción de la educación, salud, vivienda, desarrollo de la  agricultura, pecuaria y emprendimiento.

Por más alto que sea un muro, los haitianos no se van a lanzar al mar  como remedio a su extrema miseria, por lo que lo mejor sería que  a la par con  el  estricto control  migratorio, Republica Dominicana  acompañe a Haití en su  reclamo para que la comunidad internacional le extienda las manos.

El desorden migratorio no se genera en Haití, sino aquí, donde también hay que buscar la solución a tan grave problema, que  de verdad, lo digo, no  será nunca  con la construcción de un muro por alto y largo que sea.

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