Una llamada a Elizardo Puello
Aló, hola Elizardo. Qué difícil es aceptar que te fuiste, que te marchaste sin decir adiós. No sé cómo pensar que en tu mesa de trabajo quedaron pendientes libros y ensayos de profundo pensamiento. Odalís Pérez, frenando con sigiloso esfuerzo sus lágrimas, me narró el drama de tu despedida. Fue doloroso entender tu tragedia personal. Tú eras para mí una estrella que guiaba mis andanzas en los tortuosos senderos de la literatura.
Tu bondad Elizardo, era inmensa, grande como tu formación intelectual. Me ha costado entender tu viaje sin equipaje. Te marchaste en medio de la función, no había concluido la película de tu vida y saliste en la oscuridad. ¿Dónde está Elizardo?, pregunté a gritos y Odalís me murmuró en silencio, “se fue”.
He perdido un amigo, he dejado ir un hermano. Se me ha escapado hasta el cielo Elizardo Puello. Solo te pido un poco de paciencia hasta la llegada del día del gran encuentro entre todos.
Hoy he visto en mi agenda tu número de celular y me dieron deseos de marcar tu teléfono. Lo hice a sabiendas de tu mutismo eterno. Estoy mirando tu imagen sonriente, sin tristeza ni opiniones negativas, como un triunfador.
Recuerdo cuando en mi presencia escribiste, “si existe algo que nos roba la alegría debemos exterminar para siempre el refrán de la mentira, para construir un mundo nuevo, donde no se fabriquen ilusiones engañosas y donde solo la verdad prevalezca como un luminoso patriarca refulgente”.
¡Caramba camarada! Nuestro amigo Nelson Media (Milito), me contó salpicado de dolor, que en tu sepelio no habían muchas personas de San Cristóbal, que le dio mucha pena aquella escena. Lo escuché y callé, porque yo era uno de los ausentes, por no conocer la noticia del suceso. A ti no te preocuparon esas cosas triviales, “me da lo mismo”, hubiese dicho entre irónicas carcajadas.
Elizardo, ¿me escuchas? Te debo informar que los miembros del grupo de teatro que formaste en el club Sol Naciente de Sainaguá, te agradecemos el esfuerzo que hacías cada domingo en la tarde, cuando acudías a los ensayos y no aceptabas que te repusieran el dinero del pasaje.
Más de una decena de jóvenes nos formamos bajo el árbol de tu talento escénico. Los miembros del grupo teatral “Los Corrales” decidimos entonar una hermosa canción a tu memoria. Elizardo, somos fruto de tu dedicación. A ti nuestro agradecimiento infinito. El descanso en paz es uno de tus premios. Hasta luego Elizardo Puello, gran timonel de la cultura.
Aló, Elizardo, entre mariposas de papel, vuelan tus palabras de poeta. Dan saltos de delfines tus versos, salen del papel como aves azules, húmedas de rimas, desnudas de silencios y manchadas de energía./ Supiste galopar con tu canto insurrecto, nunca descendiste al valle del traidor. Caminaste con el sol en las pupilas. Envolviste tu sonrisa en la mañana./ He visto crecer tu despedida en el viento y relampaguear tu pensamiento. Los truenos que se escuchan son tu voz, y los rayos que calcinan, tus ideas.
jpm

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