Un país de impunidad

República Dominicana es un país de impunidades. Se asesina a un delincuente que, presuntamente, concierta acciones delictivas ligadas al sicariato, pero, todo se queda ahí; ni se investiga a quién o a quiénes pretendía ejecutar, y mucho menos, sobre cuáles son los sectores intelectuales involucrados en el caso. Dos individuos, entre ellos un adolescente, supuestamente, fueron quienes asesinaron cobardemente a la segundo teniente de la Policía Nacional, adscrita a la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), Carmen Mercedes Báez Torres. Agentes de la Policía Nacional los acribillan a balazos, por separados, y hasta ahora nadie sabe si las razones valederas de los presuntos delincuentes, simplemente, era despojar a la agente de su arma de reglamento. Decimos esto, porque al matar a quema ropa a los presuntos asesinos, nadie sabrá qué oculta este asesinato; quiénes y porqué-en caso de que así sea-podrían ser los autores intelectuales de este horrendo crimen. Esta posibilidad parte de que la institución del orden, no ha dado cuenta sobre el arma de Báez Torres y mucho menos, ha mostrado la pistola o revólver con la que ultimaron a la oficial. Los que alguna vez fuimos reporteros policiales, por experiencia, sabemos cuándo hay algo chueco en los reportes y acciones de los agentes policiales. Estas evidencias tienen una importancia capital; sobre todo, cuando al momento de su muerte sólo tenía un mes asignada a la institución encargada del ordenamiento del transporte público. Parecería rutinario el cambio, pero, pese a que la dama era reputada como seria, digna y laboriosa, en este país nunca se sabe sobre algunos resquemores. Hace poco la policía mató a 15 o más delincuentes, en pocas horas. Tal parece que hay orden de matar, pero, las investigaciones para que los hechos no queden impunes es aplicable en estos casos, porque hasta los presuntos delincuentes, al menos que se actúe en defensa propia, en un estado de derecho; también debe preservárseles la vida, a fin de desmadejar otras responsabilidades. Las impunidades en República Dominicana son muchas y en varias vertientes. Recientemente se intentó someter a la justicia por robo, cuando la medida debe ser disciplinaria, al hijo de un diputado perredeísta porque penetró a un colegio, donde, presuntamente, junto a otro compañero, intentó o sustrajo unos exámenes. Sin embargo, en la misma localidad donde se registró el caso, jóvenes hijos de funcionarios peledeístas incurrieron en una grave acción de contrabando en la aduana y, hasta el momento, el caso ha sido extinguido. Otra muestra de perversa impunidad. En el caso que permitiría la investigación a la gestión del ex ministro de Obras Públicas, Víctor Díaz Rúa la jueza Margarita Cristo Cristo, acusó a la fiscal del Distrito Nacional, Jeni Berenice Reynoso, por ultraje verbal, y ahora demanda conciliación, pero condicionándola a que su rival le pida disculpa. Y es muy posible que, aunque Berenice Reynoso, por profesionalidad y dignidad no ceda; el caso no pase a mayores porque lo que se busca es impunidad, de ser cierto lo que le enrostró la fiscal a la jueza Cristo Cristo, de que intervino a favor de imputados en narcotráfico y, que efectivamente, ya ella tenía una sentencia bien cotejada. El rostro de la impunidad no confunde a todo el mundo. Recientemente el relacionista público de la Policía Nacional, coronel Jacobo Mateo Moquete, preguntado sobre el porqué de las ejecuciones policiales, mintió; parpadeó un poco, miró en lontananza y parecía es estado límbico; vacilaba al decir que ellos responden cuando se le dispara. Evidentemente para evitar utilizar el desacreditado término de que se actuó en “intercambios de disparos”. Es notorio que Mateo Moquete, es un actor de pésimas condiciones. Otro que ha demostrado fehacientemente que no es tan serio ni responsable como se creía, es el Procurador General de la República Francisco Domínguez Brito, quien luce un rostro bonachón y circunspecto, además de una calvicie (nos formaron creyendo que los calvos eran más serio), que lo hace aparentar más sobrio. Terminó una rueda de prensa, junto al Jefe de la Policía Nacional Castro Castillo, eludiendo a los periodistas; observando su celular hasta que atravesó la puerta de uno de los salones del Palacio presidencial, donde se estableció un plazo a los usuarios de los celulares denominados “macos”, para que registren sus aparatos. Domínguez Brito abandonó el salón, como hacen los arrogantes y los charlatanes, dizque “chequeando” el celular; con la actitud de que está atento a otros asuntos y no está apto para responder ni atender a ninguna persona. Claro, no quiere hablar de las ejecuciones policiales que, tal parece, él respalda incondicionalmente.

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