Turismo y desigualdad en el Este: Un contraste doloroso

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El autor es comunicador. Reside en Punta Cana.

La celebración del Día Mundial del Turismo 2024, con el lema «Turismo y paz», expone un doloroso contraste entre el crecimiento económico del sector y el rezago del desarrollo humano en la región de Yuma (El Seibo, La Altagracia, La Romana). Según el PNUD, esta zona del Este tiene el índice de desarrollo humano más bajo del país, contradiciendo la promesa de un turismo que debería mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Dificultades

Mientras los turistas disfrutan del Caribe, los más pobres de comunidades como Verón-Punta Cana enfrentan dificultades en el acceso a salud, educación y empleos dignos. Sin una estrategia inclusiva que reduzca estas brechas, el turismo perpetúa la desigualdad en lugar de ser motor de equidad.

Por ejemplo, el Comité Ejecutor de Infraestructuras de Zonas Turísticas (CEIZTUR) ha mejorado carreteras y accesos, pero estos proyectos no abordan las necesidades más urgentes de la población. Los ministros a menudo priorizan grandes obras que impresionan, pero ignoran los elementos esenciales que benefician a las comunidades locales.

Para que el turismo realmente impulse el bienestar, es necesario empoderar a las poblaciones más vulnerables. La inversión en infraestructura debe complementarse con políticas públicas que mejoren la calidad de vida de los residentes, no solo de los turistas. Parques, escuelas y hospitales son tan necesarios como las carreteras.

A pesar de los grandes presupuestos gestionados por el Ministerio de Turismo y CEIZTUR —superando los 3.5 mil millones y 5.4 mil millones de pesos en 2024—, los beneficios palpables para los residentes son limitados. Aunque resulta alentador el anuncio de un presupuesto para el año próximo de 500 millones de pesos y la futura construcción de una escuela de turismo en Verón-Punta Cana, igual esto refleja una desconexión entre los proyectos anunciados y las verdaderas necesidades de la población. Estas inversiones parecen más orientadas a impresionar que a resolver los problemas prioritarios que enfrentan las comunidades locales.

El turismo, si se gestiona bien, puede ser una poderosa herramienta de desarrollo humano y paz. El reto es cambiar el enfoque: más allá de las grandes construcciones, es necesario promover un desarrollo que priorice la inclusión social. Si no se abordan las desigualdades en salud, educación y empleo, el turismo será solo una fachada sobre una base de pobreza estructural.

El Día Mundial del Turismo nos recuerda que el crecimiento del sector no puede equivaler a desarrollo si no integra a las comunidades locales en sus beneficios. Solo un turismo inclusivo y sostenible puede ser una verdadera fuente de paz y justicia.

jpm-am

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