Trajinando con sicópatas y sociópatas

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EL AUTOR es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

En psicología y psiquiatría, tiene el nombre de psicópata quien sufre un trastorno antisocial de la personalidad (TAP), que disminuye o impide su capacidad para la empatía y dificulta su adaptación a ecosistemas sociales con normas preestablecidas, como las leyes, los derechos individuales o el bienestar colectivo.

Los individuos que sufren esta condición, por consiguiente, son incapaces de aclimatar a las normas y convenciones sociales, y pueden incurrir en conductas antisociales, criminales o amorales.

Uno de los obstáculos al momento de hablar de la psicopatía es que se trata de una condición psiquiátrica difícil de reconocer y poco documentada, cuyos estudios más exitosos se han producido desde el año 2000 en adelante. Sin embargo, es un término con una larga presencia en la cultura popular, siempre asociado al mundo del delito, la violencia o la locura criminal.

Contrario de lo que suele pensarse, los psicópatas no son forzosamente violentos, ni están necesariamente vinculados con el mundo delictivo. Ni siquiera pueden decirse que parecen síntomas comunes, ya que en realidad se trata de un espectro psicológico en el que pueden darse distintos grados de aparición de la psicopatía, incluso entre personas completamente funcionales y socialmente exitosas.

En todo caso, las personas con rasgos psicópatas tienden a presentar lo que se conoce como anestesia afectiva: la ausencia de culpabilidad y remordimiento ante el sufrimiento causado a los demás. Esto puede manifestarse en algunos terrenos causados a los demás. Esto puede manifestarse en ciertos terrenos y aspectos de su vida más que en otros, o puede incluso estar completamente disimulado, ya que los psicópatas también pueden fingir sentimientos y reacciones, especialmente cuando eso contribuye a que logren sus metas personales.

No existe gran diferencia entre la psicopatía y la sociopatía, ya que ambos términos hacen referencia a trastornos antisociales de la personalidad. Sin embargo, el primero lo hace desde un punto de vista psíquico y el segundo desde un punto de vista social.

Los rasgos cíclicos característicos a partir de los cuales se determina la psicopatía pueden variar dependiendo del enfoque psiquiátrico o psicológico empleado, existiendo discrepancias al momento de establecer patrones al respecto.

Por lo general, es aceptada la presencia de conductas pirómanas, maltrato animal y de enuresis (falta de control sobre la vejiga) a lo largo de la infancia y la adolescencia son señalamientos  claves de una posible psicopatología. No obstante, estos indicios suelen desaparecer con la edad y ser reemplazados por otros, tales como:

Locuacidad y encanto superficial, con mucha capacidad verbal e inteligencia. Autoestima exagerada y egocentrismo patológico. Falta de nerviosismo en situaciones típicamente estresantes. Constante necesidad de estimular y tendencia al aburrimiento. Propensión a la mentira sistemática y escasa fiabilidad. Comportamiento recurrente de crueldad, manipulación o sadismo.

Superficialidad afectiva y pobreza en las relaciones sociales, además de estilo de vida parasitario, dependiente de los demás. Falta de remordimiento, de culpabilidad y de conciencia ante el dolor ajeno. Promiscuidad sexo afectiva y tendencia a la impulsividad. Tendencia a la delincuencia y a la trasgresión inmotivada. Conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y otros desinhibidores.

Por otro lado, dependiendo de la fuente consultada, los términos sociopatía y psicopatía se emplean, generalmente, como términos sinónimos. No hay una gran diferencia respecto de los rasgos típicos de un psicópata y un sociópata, al menos en cuanto a rasgos clínicos se refiere, habida cuenta que ambos nombres sirven para describir conductas patológicamente asociales, que encajan en justa medida en lo descrito como trastorno antisocial de la personalidad (TAP).

Varios  autores, no obstante, trazan irrefutable margen de distancia entre las dos, a partir del hecho de que el psicópata emplea la agresión como un instrumento para obtener sus fines racionales, mientras que el sociópata la emplea como parte de una reacción desmedida ante un estímulo. Esto es, el psicópata usa la violencia como un instrumento, mientras que el sociópata la emplea como una forma de relacionarse con su entorno.

Las causas de la psicopatía son, aún, desconocidas. Se cree que factores genéticos y ambientales influyen en su aparición, o al menos en el grado preciso de sus manifestaciones, tales como el maltrato o abuso infantil, sobre todo de padres victimas del alcoholismo o la drogadicción.

Otras teorías apuntan a la posible presencia de daños o malformaciones en el lóbulo frontal de los individuos aquejados por psicopatía. La idea de que existen personas incapaces de seguir las leyes de la sociedad ha estado presente desde épocas remotas, mucho antes de que apareciera el término psicópata.

El término psicópata está conformado por las voces griegas psiqué  (“mente”) y pathos (“enfermedad”), de manera que ciertamente apunta a cualquier padecimiento mental, y es una creación moderna, surgida a partir del nacimiento de las ciencias de la mente. En cuanto a la psicología como síndrome, sus estudios científicos datan del siglo XIX. Médicos científicos como Philippe Pinel  (1745-1826) la catalogaron como una suerte de manía. Desprovista de deficiencias cognitivas pero con graves daños afectivos.

Algo que en 1835 el británico James Howard Prichard (1786-1848) describió como una “locura moral”, en el sentido de que no existía perturbación intelectual, pero sí de los sentimientos y los afectos. A partir de ahí, la psicopatología gozó de presencia en la cultura popular, empleada como justificación de personajes monstruosos, delincuentes irredentos y asesinos en serie, aunque es una clara exageración respecto del rol que juegan los psicópatas en nuestro  mundo real.

jpm-am

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