“Todos esperábamos el día para felicitarnos…”

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EL AUTOR es sociólogo. Reside en San Cristóbal.

Por NELSON MEDINA NINA

(En recuerdo de nuestros amigos y compueblanos, fallecidos la madrugada del 1 de enero de 1972 en San Cristóbal) 

 

 Hasta la década de los 70, en San Cristóbal el 31 de diciembre era brillante oportunidad para reciprocar los afectos entre familiares y amigos, al momento de esperar el “cañonazo” que anunciaba el inicio  de un nuevo año; cañonazo representado por una sirena accionada desde el Cuerpo de Bomberos. 

A las 12 de la media noche de ese día, al sonar la referida sirena, la ciudad se convertía en todo una algarabía, símil de alegría colectiva. Sonaban pitos, cornetas, campanas y fuegos artificiales. 

Dentro de los hogares se sucedían los abrazos, los besos en la mejilla, los apretones de manos y la manifestación verbal de los mejores deseos para el nuevo año.  

Se encendía incienso, acompañado de cáscara de naranja previamente secada al sol. El humo perfumado que expedía esa mezcla, se esparcía por todos los rincones de la casa y alrededor de cada integrante del hogar, para alejar los malos espíritus, deseando que el nuevo año traiga paz, dicha y prosperidad. 

Luego del cañonazo y los abrazos, ya cerca de la una de la madrugada del primero de enero de 1972, un grupo de amigos del barrio nos encontrábamos sentados en la verja que bordeaba el jardín de mi casa materna en la avenida Constitución. Conversábamos, cantábamos, contábamos anécdotas y saludábamos y felicitábamos a todo el que pasase por nuestro lado, deseándole todo lo mejor, aun sin saber de quien se trataba. Así éramos entonces en San Cristóbal, sin drogas ni alcohol. 

 Se nos acerca Nael Solano, quien residía unas tres cuadras más arriba de nuestra casa, y, en vista de que todo el grupo de amigos ahí reunidos hacíamos música, canto o declamación,  nos solicita que vayamos a darle una serenata a su enamorada en Santo Domingo, actividad normal y recurrente en ese entonces. Con mucha alegría asentimos a tal solicitud, debido a que en esa época no era muy común para unos jóvenes de entre 15 y 16 años, ir a la capital. 

Le decimos que si a Nael, y él nos expresa que irá al barrio Los Nova, al norte de la ciudad, a buscar a su amigo que tenía un carro, para que nos lleve a dar la serenata y nos devuelva al pueblo. Acordamos que mientras buscaba a su amigo, nosotros les esperaríamos en la esquina sur del cine Duarte, frente al Parque Central.  

El grupo estaba integrado por Leini Javier Guerrero (hoy Director de la Escuela de Música de la UASD), quien tocaba guitarra; Rafael Marcano (Kello), que tocaba percusión; Roberto Espinal Fermín (Robertico), que tocaba el violín; Héctor Ramírez (Piripiri) y Luis Fernández, que cantaban; y mi hermano Sócrates Medina (Cuqui), que también tocaba guitarra y percusión; y, finalmente yo, que tocaba guitarra. Para entonces, todos descollábamos en el ámbito artístico y cultural de nuestro pueblo. 

Nos dirigíamos caminando hacia el lugar convenido, cuando cruzando el parque nos llega de frente el teniente Luis Ernesto Fernández Garó, a quien todos llamábamos teniente Garó, vecino nuestro y padre de Luis Fernández, quien de manera tajante nos pregunta: -“para donde van ustedes a esta hora?-”; nosotros, muy risueños, le decimos que vamos a la capital a dar una serenata. Él, de nuevo de forma firme, señalando con el dedo índice de su mano derecha a su hijo Luis, a mi hermano Sócrates y a mí, nos dice: -“tú, tú, y tú se devuelven conmigo-“ 

En esos tiempos la palabra de un adulto, y sobre todo un vecino, era una especie de templo sagrado, que se respetaba sin derecho a objeción alguna. 

Junto a nosotros tres se devuelve Leini Javier Guerrero. Llegamos a nuestras casas y nos acostamos para esperar el día y recorrer el vecindario durante la mañana, para felicitar a los vecinos; pero no, eso no fue posible. 

Cerca de las cinco de la madrugada tocaron la puerta de mi casa muy intempestivamente, llamado a mi padre. Todos nos despertamos.  Era un amigo de la familia, quien preguntaba si mi hermano Sócrates se encontraba en la casa. Cuando mi padre le responde que sí, entonces escuchamos la triste noticia: todos nuestros amigos fallecieron en un trágico accidente acaecido en la llamada “curva de la bruja”, en la carretera Sánchez, entre las comunidades de “Los Cantines” y “Los Cajuilitos”. 

Ese día de año nuevo se convirtió en luto, llanto y dolor para San Cristóbal, que masivamente, entre lágrimas y abrazos solidarios, nos acompañó hasta darle cristiana sepultura en el cementerio de Sainaguá, mientras “todos esperábamos el día para felicitarnos”. 

jpm-am

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RAÚL BALDERA
RAÚL BALDERA
1 Año hace

Buena aporte

Luis Norberto
Luis Norberto
1 Año hace

Uao, no conocía esa tragedia. Debió ser muy doloroso para todos y ustedes los que fueron devueltos por el Teniente Garó, debieron estar agradecidos por su intervención.

Andres Herrera
Andres Herrera
1 Año hace

Muy oportuna esta cronica de triste recordacion que convirtio a todo un pueblo en un mar de lagrimas.Gracias Milito por traer a nuestra memoria aquel doloroso dia de ańo nuevo de 1972 en nuestra Benemerita.

Rafael Batista
Rafael Batista
1 Año hace

Doloroso recuerdo para mi y todo el pueblo de San Cristóbal.Fui uno que se salvó de esa trágicas muertes que aún siguen clavadas en nuestros corazones;me fueron a buscar para irme con ellos ya que cantaba con ellos en veladas de nuestra escuela primaria,Rafael Marcano,mi amigo entrañable y Roberto Espinal también;aún resuenan las notas de su violín cuando practicaba en la terraza comedor de su casa anexa a la mía.Si no si no,afinando el violín!

EL FRANCOTIRADOR
EL FRANCOTIRADOR
1 Año hace

Artículo edificante y aleccionador.
Cuando los pueblos se vuelven más «urbanos», se va perdiendo la confraternidad entre vecinos, y los hábitos de respeto a los mayores.
Hay cosas que no cambian, porque esas horas muy festivas, de celebraciones en año nuevo y navidad, siguen siendo los momentos menos indicados para andar en las calles, cosa que los jóvenes deben aprender, y en eso las historias como esta(aunque tristes), son de mucha utilidad

ERNESTO
ERNESTO
1 Año hace

Los artículos de este señor, se caracterizan por vivencias bien pendeja. Con este van dos, pero en el primero se le fue la mano.

Jose Mesa
Jose Mesa
1 Año hace
Responder a  ERNESTO

Quien eres tu, ERNESTO? Ese «este señor» como lo llamas, ha hecho maravillosos aportes a la cultura Nacional y sancristobalence. Profesional del arte y la cultura que bien nos recuerdan esa fecha triste que paralizo la alegria navidena en aquella funesta fecha. Consideras «pendeja» la perdida de tres jovenes luminosos de ese pueblo? TE DESEO LO PEOR ERNESTO. Indolente, vacio y sin sentimientos. Respeta.

Rosina Anglada
Rosina Anglada
1 Año hace
Responder a  Jose Mesa

No desees lo peor a nadie… no fueron tres jóvenes sino 5 que tomaron un volante era 31 de diciembre tomando unos traguitos… la juventud es así…

Belanche
Belanche
1 Año hace
Responder a  ERNESTO

Lo que sí se desprende de sus anécdotas,es que tuvo unos padres responsables de su hogar y sus hijos, él y sus hermanos recibieron buena formacion y educación hogareña,siempre orgullosamente hablando de sus padres,y eso el que sirve lo valora positivamente.
Tuvieron ese privilegio que muchos resentidos no tuvieron.

EL K-ÑON
EL K-ÑON
1 Año hace
Responder a  ERNESTO

Eres un ignorante y un irrespetuoso

Aniceto
Aniceto
1 Año hace
Responder a  ERNESTO

La vivencias que no son pendejas,son las de algunos,que cuando niños,para comer el día de año nuevo,salían la noche del 31 a robar gallinas con una cruz en los patios ajenos.

La Murallita
La Murallita
1 Año hace

Triste noticia.
Anoche 31/12/23,un grupo familias,esposos,hijos de tres hermanas de S.C.,presisamente hablamos de aquellos inolvidables recuerdos décadas 70s,principio 80s.y de cómo desafortunadamente cambiaron las cosas.
Contabales yo,que de una discoteca que existió lustro 2 de los Setentas frente a casa Sr.articulista,fuimos a llevar su casa, tarde de la noche,bien adentro barrio Jeringa una jovencita con quién compartíamos,sin ningún temor.

La Murallita
La Murallita
1 Año hace
Responder a  La Murallita

A pie nos internados y regresamos Barrio Jeringa sin ningún temor.
Me sucedía siempre,que por ejemplo,que con grupo de amiguitos,sin pedir permiso a padres,nos íbamos a nadar y tirar pancadas al río,tirarnos de cabeza de un árbol a orilla de un charco,y cuando íbamos en camino aparecía Ciclón o su hermano Arcadio y nos señalaban con su dedo índice, en dirección a nuestra casa,sin decirnos nada,nos devolvíamos a casa.