"The Hunger Games: Mockingjay – Part 1"
Es común
en estos días que Hollywood divida en dos partes la última entrega de una
franquicia con la intención de prolongar la historia, y claro, de sacarnos el
dinero del bolsillo. Por eso «The Hunger Games: Mockingjay – Part 1»,
la primera parte del final de la trilogía, es un blockbuster de ciencia-ficción
impasible, maduro y, en ocasiones dramático, donde las apuestas de su argumento
siguen a su favor a pesar de distanciarse de la energía que caracterizó a sus
antecesoras.
Eso hace
que el tono del film sea diferente. Muy desemejante. De hecho, el director
Francis Lawrence mantiene una ejecución diminuta con los niveles de acción para
dar una visión más lóbrega de la distopía del mundo de Suzanne Collins (autora
de las novelas).
Y es un
movimiento arriesgado, porque al no contar con el ardor los juegos del hambre,
la película apoya su hambruna en el drama y maneja a los personajes simplemente
de bocadillos para la ampliación de la narrativa.
Después de
los eventos de «Catching Fire», Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence)
se une a la rebelión de los Distritos comandada por Plutarch Heavensbee (Philip
Seymour Hoffman) y la presidenta Alma Coin (Julianne Moore). Ellos tienen la
misión de destruir el Capitolio y derrocar al Presidente Snow (Donald Sutherland),
pero como Peeta Mellark (Josh Hutcherson) se encuentra raptado por el gobierno,
la agrupación usa a Katniss como Sinsajo -un tipo de Jesucristo femenina
empleada como símbolo ante los desesperanzados de los Distritos- para comenzar
la revolución final y así rescatar a Peeta.
A mi
entender, estos intérpretes alcanzan la madurez en la química de sus
actuaciones. No se puede negar. Jennifer Lawrence tiene a Katniss en sus venas
y la personifica convincentemente junto a unas actuaciones de reparto que
soportan su peso; incluyendo al fallecido Hoffman en su actuación concluyente.
De esa
forma, los diálogos de las escenas, los efectos visuales y la musicalización
acrecientan el compás narrativo de los personajes con un desarrollo taimado que
explora sus conflictos personales; y todo dentro de algunas secuencias
memorables.
Esto es un
juego de ajedrez. El artilugio del filme evidencia una exploración de la guerra
de propaganda que puede influenciar el pensamiento entre dos facciones con
distintos puntos de vista, y cuyas ideologías son más socio-políticas que
militarizadas: el poder de la imagen de la protesta en una sociedad.
Y no hay
tiempo para falsedades ni conservadurismos, aunque sabemos que algo siniestro
se aproxima. Algo que los subyugados encontrarán en los caminos traumáticos de
la revuelta que terminan en «The Hunger Games: Mockingjay – Part 2».
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Imagen
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