El tema, cautivador de por sí, fue expuesto con destreza durante una hora dando un rotundo mentís a la prédica de que la mente humana solo puede dedicar atención a un mensaje de pocos minutos de duración y que ha llegado a subestimar los electores a nivel mundial dosificándole “spots” de campañas presidenciales cada vez más reducidos, hasta de 6 segundos, sin sustancia.
Al final de la exposición hubo un provechoso intercambio de preguntas y respuestas en el cual no participamos reconociendo que quienes estamos de partida, en la retaguardia, aceptamos con satisfacción que el dominio del mundo corresponde a los jóvenes y ellos deben asumir su responsabilidad como vanguardia de la humanidad.
El colega ingeniero mecánico administrador Jorge Blando, que es “un duro”, presentó enfoques novedosos y profundos sobre el tema de su charla: “Talento, la única ventaja competitiva y sostenible para el futuro”, insistiendo en el asunto fundamental: las empresas – y los países, por supuesto- deben fomentar el talento y, además, retenerlo. ¿Cómo hacerlo? impartiendo educación apropiada en cada nivel mediante un proceso continuo, renovable e interminable, siempre buscando la excelencia.
Sabedor de que el conferenciante imparte la materia “Estrategia” a nivel de postgrado, resistí la tentación de pedirle que correlacionara la estrategia a nivel de empresas productivas y de servicios con la primigenia estrategia militar. Esa impertinencia hubiera desviado la atención hacia el análisis de la invasión de Putin a Ucrania dejando de lado la estrategia productiva y creativa, opuesta a la estrategia destructiva de la guerra.
En 1943 don Eugenio Garza Sada creó el Tec siguiendo el modelo de su Alma Mater, el MIT Massachussets Institute of Technology, en medio de las masacres y del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, finalizada en 1945 y con graves secuelas para la humanidad en la postguerra. Llegué al Tec en 1963 cuando solo tenía 20 años de haber sido creado y ya en ese entonces gozaba de prestigio en México y a nivel internacional.
Visionario, desde hace más de 60 años los textos de clase eran en inglés para que la educación se realizara con criterios científicos y técnicos actualizados y reconociendo que ese idioma sería, cada vez más, la “lingua franca” de occidente. Hoy día el Tec cuenta con 60 campus, 90,000 alumnos y 13,000 profesores de cátedra.
Adelantándome a unas memorias que probablemente nunca escriba, doy testimonio, como muestra de gratitud, de que el Tec transformó mi vida. A mi vez quise transformar la vida de muchos otros y al regresar al país me propuse ser, toda la vida, maestro de tiempo completo y dedicación exclusiva. Así me incorporé al cuerpo docente de la UCMM hasta que, por un dictado de conciencia , tomé otro rumbo.
Nunca dudé de la calidad educativa del Tec y en mis estudios de Maestría en Inglaterra constaté que mi formación en materia básicas, como Teoría de Probabilidades e Investigación de Operaciones era, al menos, idéntica a la de mis condiscípulos británicos.
Teniendo al Tec como referencia, es digno reconocer que las universidades dominicanas que buscan la excelencia tratan de superar airosamente sus limitaciones presupuestarias, mientras que el nivel preuniversitario dispone de recursos amplios que “alcanzan hasta para botar” y , en ocasiones, se han botado.
Hace sesenta años los recién egresados que regresaban al país con mejores calificaciones se dedicaban a la docencia. Ahora son captados por el sector financiero y otros servicios similares mediante compensaciones que nunca podrían ser equiparadas por la academia.
El talento se catapulta con educadores de calidad y estudiantes motivados. Las mejorías son a largo plazo. Algo hay que hacer sin esperar con lamentaciones los previsibles resultados desalentadores de las próximas PISA. Aisladamente se podría implementar, de inmediato, como política de Estado, que los becarios en el extranjero se formen exclusivamente en ciencias básicas: matemáticas, física, química, biología y ciencias de ingeniería, a la vez que desde la primaria se enseñe el inglés con la misma intensidad que la lengua materna, el español o castellano, núcleo de nuestra cultura.
Espero haber seguido como profesional y ciudadano las pautas de comportamiento del mensaje de Adolfo Prieto que aparece en una tarja de los jardines del Tec: Todo el oro del mundo no significa nada. Lo que perdura son las buenas acciones que hacemos para nuestros semejantes” y la predica del benemérito Aquiles Menendez: “El que no trabaja para servir, no sirve para trabajar”.