Son los políticos tan ingenuos?

Se lo presentaron como empresario exitoso, dueño de factorías, bombas de gasolina, autobuses de transporte y muchos negocios en Elías Piña. Quería estar en buenas con los futuros candidatos presidenciables que luchaban desde el 2002, por ganar la silla en

Quisqueya y ofrecía ayuda, como lo hacen muchos empresarios que se juegan las dos cabezas. Así lo hizo el comerciante Quirino E. Paulino.

Ganó el candidato de abajo, quien estaba fuera del poder, y los que le ayudaron empezaron a felicitarlo y a recordarle sus promesas.

Lo típico en cualquier lado.

Leonel Fernández, quien es un hombre educado y fino, un  ex presidente, debió investigar, o preguntar a sus amigos en el DNI de Investigaciones, en la DGII de Impuestos Internos y en otras jurisdicciones donde  tuvo asesores durante su mandato anterior, sobre quien era este comerciante muy popular en la frontera, que aportaba y regalaba como un millonario.

¿Cómo es posible que aceptara dinero y regalos de ese empresario que por todos sus bienes e ingresos solo pagaba de impuestos en promedio unos 212 mil pesos al año, incluyendo todas las placas de sus vehículos?

Tenemos dato.  ¡Son los políticos tan ingenuos!

Los partidos deben cuidarse de aportes grandes y Leonel, inocentemente, aceptaba aportes sin mirar de quien.

Craso error y muchos partidos hacen lo mismo.

Aparentemente no tuvo visión y su séquito hoy, lo apoya, pues quieren volver 48 meses más al poder y alegar que todo es una conspiración de oposición.

Leonel dice ser víctima de Quirino Paulino. Le doy beneficio de la duda, pues cuando supo que era un narco lo trancó y deporto, pero no dice que la DEA, Drug Enforcement Agency de Estados Unidos con sus informantes ya tenían al “Don” ubicado, sus sapos, lo señalaban como el jefe en Haití y Dominicana, del trasiego para vender en dólares, no en pesos y si las autoridades dominicanas no actuaban, con tantas pruebas, iban a quedar mal parados ante el mundo y con la DEA en Washington y se prefirió decir tránquenlo, ese no es nada mío.

Jamás pensó que Quirino hablaría de sus encuentros con él, vía Félix Bautista, de sus aportes, muchos exagerados, pues, quien le va a creer a ese narco. Nadie, pero la DEA sí.

Desde los Tucanos hasta los 12 escándalos de corrupción anteriores, que todos sabemos, el pueblo ve que no hay culpables.

Pero todos los condenados repiten lo mismo desde la hija de Milton Peláez, Sobeida de Agosto, hasta Quirino Paulino, dicen, de la amplia relación entre las autoridades con ellos, que tenían coroneles en su nómina y eso se quiere soslayar.

Pedir a Washington judicialmente el reporte confidencial sobre socios y contactos de Quirino es posible y legal, vía freedom of information act, pero hay miedo de estar en esa lista, se les caerá la máscara a mucha gente. Vendetta estilo Quirino.

Quizás fue una víctima, Leonel Fernández, pero hoy en Quisqueya, pedimos transparencia y publicación en la web de partidos, sobre datos de sus aportantes con montos, pero como no hay ley sobre eso, nadie lo hace.

Nueva Ley de partidos debe considerarlo.

Decir la verdad es más bonito. “Si acepté dinero, me equivoqué, como hacen otros, recibí la planta de luz, porque como las putas acepto todo, pues con agua y jabón me quito el olor del cliente”, pero ya en Dominicana la cosa cambió.

¿Quién le va a creer a un narco condenado que si sale al aire, lo asesinan, seguramente para callarlo? Si no le creyeran, la DEA y los servicios de inteligencia mundial no los usaran.

Todo lo contrario.

Se ha demostrado que el político dominicano, especialmente el que ha sido presidente, está más preocupado por su imagen pública y la de su entorno, que en su destino como líder.

Quiere obtener la mejor posición posible en el “rating” y así sacar sus ideas a prensa y poder decir que está al día, que tiene muchos seguidores y que en el caso de resultar electo, complacerá y respetara todos sus compromisos y promesas. Y no es así, nunca.

“Lo hice en el pasado y lo volveré hacer mejor, los que nunca se han sentado en la silla, son novatos inmaduros”.

Lo mismo dijeron de Leonel, Danilo e Hipólito y fueron presidentes.

Debe dársele oportunidad a un novato, si no  es que reeligen a Danilo Medina.

A uno sin colas que lo pisen para que haga lo que nunca se ha hecho, sin ponérsele zancadillas para destruirlo cuando tome una decisión en contra del status quo, pues todos lo hemos hecho, muchas veces sin mala fe, más bien por hacer algo diferente y no pasar como la época de la España boba en el cargo.

El dominicano promedio “vive” la política como un drama o una comedia,

pero dicha “vivencia” siempre le es ajena en su auto-atribuida calidad de espectador, condición esta última a la que raramente renunciará. Y se lamenta y se regocija frente a los sucesos políticos de la equivalente forma en que se divierte mientras disfruta de una comedia televisiva o cinematográfica, o se entristece ante la pantalla o la butaca de una obra trágica.

Y observa y habla de los políticos de parecida manera en que lo hace de los actores y actrices del mundo de la escena.

Incluso la mayoría de los comentarios familiares o con amigos de los hechos y protagonistas del mundo político, también tienen semejanzas notables con  los que se ven o escuchan en los muy célebres programas televisivos o radiales de “chismes del  ambiente”.

Esto explica -siempre en mi opinión- la razón por la cual la corrupción, la violación de la ley, el latrocinio estatal, el peculado y la rapacidad burocrática, etc. se ha hecho algo cotidiano entre los dominicanos.

El promedio de ellos está convencido de que la corrupción es meramente un fenómeno político que no tiene nada que ver con nadie que no actúe en el plano ni en el ámbito de la política. Es “algo” que “sólo se ve por TV”, o “se lee en los diarios”. “Algo” que hacen “otras” personas que, a la sazón, reciben el nombre de “políticos.

El espectador se posiciona frente al espectáculo como “algo” que es ajeno a él, sobre lo que tiene ningún otro control más que cambiar el canal o la frecuencia de la emisora que está escuchando.

Y esta misma actitud la extiende al mundo político, como algo que pasa “fuera de él” y como en una dimensión lejana, que ni siquiera lo roza.

Piensa que “el director” de la obra tiene que divertirlo o entretenerlo siempre, y dejarle un mensaje positivo. Y opera mentalmente de la misma manera ante los acontecimientos de la política nacional.

Esto permite a la clase política dominar la escena y -a la vez que dan su espectáculo- viven esquilmando los bolsillos, pidiendo aportes de sus espectadores (los ciudadanos).

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