Sobre herencia y crimen (y 6)

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Los mellizos verdaderos –a pesar de su herencia idéntica- sufren desde el punto de vista fenotípico, la influencia plástica de las condiciones exteriores donde ellos se encuentran en la vida intra-uterina (posición, circulación de la sangre) y después en los medios diferentes, después del nacimiento. }

 En cuanto al rol del sentimiento de injusticia en la génesis de los fenómenos criminales corrientes, el profesor De Greeff principalmente nos hace observar que muchos criminales creen ser víctimas de injusticias sufridas en su familia o en la sociedad, y que esta convicción los lleva a conducirse irregularmente y hasta a cometer actos criminales.

Pero nos apresuramos a añadir que, en general, estos sentimientos de injusticia no tienen ningún valor criminógeno excepto en la medida en que encontramos en esos mismos individuos rasgos de temperamento húmedo que los hacen particularmente susceptibles al resentimiento.

Por esta razón, las injusticias que son soportadas más o menos pacientemente por la gran mayoría de hombres, provocan en algunos verdaderos sentimientos de odio, venganza, de revuelta, desconfianza con respecto de la justicia humana.

Más precisamente, sentimientos que, siendo dada la estructura psíquica particular de algunos individuos más o menos amorosos, se transforman fácilmente en perturbaciones afectivas y, por consiguiente, en impulsiones que, con la misma facilidad, tienden a descargarse por las reacciones psicomotrices a fondo antisocial.

Un sentimiento, aún más extendido en los criminales, es el de inferioridad, que los sabios, y sobre todo  los psicoanalistas, han  descrito desde hace mucho tiempo. La psicología de Adler, disciplina disidente de Freud, ha puesto en evidencia que todo individuo, desde su nacimiento, siente necesidad, aún inconsciente, de ser alguien, gozar de cierto prestigio, “valer la pena” con sus compañeros.

De ahí la “voluntad de poder”, que puede ser elevada o disminuida por diferentes causas físicas o psíquicas, conocidas o no por el sujeto. Frecuentes son también en los criminales las formas de inferioridad física debidas hasta a las condiciones ambientes, que hieren el sentimiento de poder y el sentimiento gregario del sujeto. Pero para que esto se realice, es necesario que el individuo tenga una estructura psíquica particular asociada a una cierta amoralidad.

 Pero, puesto que esas condiciones de inferioridad, física y psíquica, se traducen por un sentimiento de dolor, de tristeza, de humillación, es interesante saber cómo el individuo reacciona. En general, el hombre es llevado a compensar y a neutralizar toda situación de inferioridad por acciones y actividades que no salen del dominio de la legalidad y toman a veces un alto valor moral.

 Sobre todo cuando el sentimiento de inferioridad se transforma en emulación,  se vuelve útil para el individuo y para la sociedad. Pero, puede producirse que ese mismo sentimiento de inferioridad, por razones individuales, sea compensado de una manera anormal.

Se transforma entonces en un fenómeno neurótico, que perturba el equilibrio afectivo y el comportamiento del sujeto, que se siente como un vencido en la lucha por la vida y se debate en la existencia, sin ser capaz de orientarse y de adaptarse.

Ese  estado psíquico puede conducir a alteraciones más o menos graves en la conducta individual y, de ahí, actividades antisociales o criminales, en la génesis de las cuales entran en línea factores ambientales y factores individuales psicosomáticos.

En efecto, el hombre, siendo generalmente llevado a vencer el sentimiento de inferioridad por la concurrencia ilícita y la emulación, muestra que posee una naturaleza psíquica anormal cuando tiene recurso a la agresión y a los medios arcaicos tales como la expoliación fraudulenta y el homicidio.

Según el profesor Gérin, el sentimiento de inferioridad, a diferencia del complejo de inferioridad, se le encuentra, bien aunque con características variadas, en la mayoría de los hombres y más a menudo ahí donde existen las relaciones de subordinación. Puede aparecer para las reivindicaciones económicas y, más frecuentemente aun, sociales.

El estado de inferioridad, cuando el individuo reconoce que la deriva de una supremacía real de valores, en lugar de provocar la rebelión  hace nacer la emulación y constituye un aguijón para mejorar su propia condición. Si, al contrario, el estado de inferioridad es considerado como injusto, puede cargarse de hostilidad, de rencor, de odio y provocar manifestaciones criminales.

Pero para que esto se realice, es necesario que el individuo tenga una estructura psíquica particular asociada a una cierta amoralidad. A los sentimientos de injusticia y de inferioridad está estrechamente ligado el fenómeno de la inseguridad y la frustración.

jpm-am   

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