Sobre elecciones dominicanas (y 8)
El fraude de Heureaux contra Moya en 1886
Al finalizar esta serie es oportuno reiterar que desde el 1844 en adelante, como he señalado, los fraudes electorales en el país se han hecho en burla al anclaje constitucional y a las leyes orgánicas y adjetivas vinculadas al tema del voto para la escogencia de funcionarios públicos.
En las elecciones celebradas durante los días 27, 28 y 29 de junio de 1886 Ulises Hilarión Heureaux Lebert volvió a ser candidato presidencial. Había sido presidente de la República en el bienio 1882-1884.
En esa ocasión lo hizo con el apoyo del gobierno que él controlaba, con la ayuda de varios de los principales dirigentes del Partido Rojo a quienes había atraído a su lado, y reforzado con una facción muy importante del suyo, que era el Partido Azul, incluyendo a su fundador, Gregorio Luperón, quien por cuestiones menores le dio la espalda a Moya.
Entonces y antes Heureaux (apodado Lilís) sabía que no era simpático a la mayoría del pueblo, por eso hasta ya entrada la octava década del siglo XIX halagaba hasta el hartazgo a Luperón, para que le sirviera de bastón humano en sus proyectos políticos.
De Luperón llegó a considerarse como “el más devoto, el más respetuoso y leal de todos sus seguidores”. Habida cuenta de que el sentido de la amistad de Heureaux siempre estaba sujeto al cálculo político.
Esa falsa amistad se fue diluyendo conforme se iba afianzando en el poder hasta que el tiranicidio ocurrido en Moca el 26 de julio de 1899 puso fin a su régimen oprobioso.
Por largo tiempo Heureaux instrumentalizó a muchos políticos, rojos y azules; militares, empresarios y comerciantes, en una potente demostración de su carencia de escrúpulos con tal de mantenerse en el poder.
Lo anterior se comprueba en su propio epistolario, así como en un sinfín de anécdotas que dejó en su pesado paso por la vida pública nacional. La traición y el ventajismo eran una especie de devocionario en su mente cargada de malicia.
El político e intelectual Casimiro Nemesio de Moya y Pimentel, ex ministro de Relaciones Exteriores y de Marina y Guerra, decidió aspirar a la presidencia de la República, en el indicado 1886, en competencia con Heureaux, aunque sabía que lo hacía en condiciones adversas para él desde el punto de vista de las estructuras partidarias existentes y de los poderes fácticos del momento.
Amén de que estaba persuadido de que su candidato vicepresidencial, el expresidente Francisco Gregorio Billini, no le aportaría mucho ni política ni electoralmente.
Muchos de los partidarios de Moya en diferentes lugares del país fueron víctimas de represión de los caciques locales apadrinados por Heureaux.
El gobierno, controlado de arriba abajo por Lilís, se volcó en su favor, tal y como se comprueba por opiniones sensatas que no han sido nunca desmentidas, como la siguiente:
“…Heureaux aprovechó su calidad como ministro de Guerra y su condición de hombre fuerte del régimen para emplear en su favor todos y cada uno de los recursos gubernamentales que podían servirle para ganar las elecciones”. (La Dictadura de Heureaux. Jaime de Jesús Domínguez. Editora Universitaria, UASD.P19, edición 1986).
En el legajo del consulado de Francia en la República Dominicana correspondiente al 1886 hay una correspondencia, enviada por el funcionario Leon Victor E. Huttinot a sus superiores, que retrata lo que fueron las susodichas elecciones:
“…el gobierno estaba en favor del general Heureaux, y ejercía, a este efecto, una cierta presión sobre la población… Esta manera de actuar era tan evidente, que el partido de Moya se ha negado a votar los dos últimos días…” (Informe del 10 de julio de 1886 al Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia. Vicecónsul Huttinot).
Casi 6 meses después del accidentado proceso electoral citado, el 11 de diciembre de 1886, fue que se realizó la proclama oficial del supuesto triunfo de Heureaux Lebert e Imbert del Monte.
En la Gaceta Oficial de dicha fecha se publicaron los siguientes números de votos: Para el candidato presidencial Ulises Hilarión Heureaux Lebert: 53,740. Para el candidato presidencial Casimiro Nemesio de Moya Pimentel: 26,112. Para el candidato vicepresidencial Segundo Francisco Imbert del Monte: 43,736 y para el candidato vicepresidencial Francisco Gregorio Billini 26,105.
Ha quedado demostrado, por diversos hallazgos históricos, y vale como reiteración necesaria, que en el 1886 Heureaux dirigió un enorme fraude electoral, admitido tanto por adversarios como por partidarios suyos.
El mismo líder restaurador general Gregorio Luperón, que en esa ocasión apoyaba a su compueblano, en lo que fue un grave error político, reconoció años después, en sus memorias, que Moya tenía la simpatía de la mayoría de los votantes.
Así lo dictó en sus notas autobiográficas: “Moya contaba con la mayoría del país, tenía en sus filas muchos hombres respetables y una juventud ardiente, honrada, valerosa hasta el heroísmo…” (Notas autobiográficas y apuntes históricos. Tomo III.P.219. SDB. Editora de Santo Domingo, 1974. Gregorio Luperón).
Ese quebrantamiento de la voluntad popular, con firmes evidencias de trampas, motivó que Casimiro Nemesio de Moya y sus partidarios iniciaran una revolución que arrancó el 21 de julio de 1886. Hubo centenares de muertos, principalmente jóvenes del Cibao.
Ese alzamiento armado se conoce en la historia dominicana como la Revolución de Moya, que se extendió hasta bien entrado el mes de septiembre del referido año. Es decir, que hubo más de 3 meses de enfrentamientos con las armas, fruto del fraude electoral en cuestión.
No avanzó más por traiciones conocidas que incluyeron ofrecimientos variados y otorgamiento de puestos públicos y facilidades de negocios a seguidores de Moya. También a otros, los avivatos de ese momento.
Unos cuantos recibieron dinero, especialmente aquellos que varios lingüistas sudamericanos suelen definir como galifardos, que son el equivalente entre nosotros de los vividores y sinvergüenzas.
En algunos de esos combatientes dominicanos de 1886 hubo menos gallardía que en los dos villanos enfangados hasta las rodillas, dándose bastonazos, que figuran en el cuadro de Francisco de Goya titulado Duelo a garrotazos, que simboliza la lucha fratricida de españoles decimonónicos; exhibido en el Museo del Prado, Madrid.
Por eso más de un historiador ha señalado que “la revolución que Heureaux no ganó con plomo, la ganó con plata”.
Lo que ocurrió entonces es como para recordar la famosa fuga del jefe anexionista español Manuel Buceta del Villar que, como relata Pedro Archambault en su libro Historia de la Restauración, se libró de sus persecutores lanzando “onzas de oro” por los caminos y atajos de los lugares conocidos como Laguna Salada, Cruce de Guayacanes, Maizal, Peñuela, Jicomé y sus contornos, en la parte oriental de la Línea Noroeste; cuando comprendió que no bastaban para salvarlo la caballería, infantería, cazadores y granaderos del batallón de San Quintín que lo acompañaban.
El mencionado fraude electoral también dejó consecuencias económicas devastadoras para el país.
En efecto, basta como una prueba de lo anterior un informe fechado el 5 de enero de 1887 del ministro de Hacienda Manuel María Gautier (que era del Partido Rojo) informándole al presidente Alejandro Woss y Gil lo siguiente:
“Estalló la guerra en el Cibao, y entonces la angustia del Tesoro llegó a su colmo…La confianza pública desapareció y con ella el crédito del gobierno…” (Memoria del Ministerio de Hacienda 1887).
Los comicios fraudulentos referidos fueron el punto de partida de la larga tiranía de Heureaux, la que llegó a su fin con su muerte en la ciudad de Moca, el día 26 de julio de 1899.
Esta serie termina aquí, con una reducida descripción de algunas de las muchas trampas que se han producido a lo largo del tiempo en la turbulenta lucha política y electoral de la República Dominicana.