Sangre de mujeres
No son fieras selváticas quienes la atacan. Ni son hienas de sabanas o matorrales quienes la hieren. Y no son extraterrestres o extrañas criaturas diabólicas sus verdugos. Tampoco son distantes o desconocidos los responsables de esta epidemia de violencia contra mujeres en todos los rincones de nuestra media isla.
Se trata de sus propios esposos, exesposos, amantes o examantes, novios o exnovios, quienes en una equivocada forma amatoria están matando a su compañera a cuchilladas o tiros.
Son machos asesinos; malnacidos verdugos; enfermizos bastardos; baladrones indecorosos que apuñalan y perforan con pólvora los cuerpos del ser que dicen amar.
Su obnubilación le impide razonar que el amor puede acabar, y que cuando llega a su fin solo procede la separación amigable sin furia ni arrebato. Los hombres matones no reflexionan que fueron paridos por una mujer.
Definitivamente, los bravucones que matan sus mujeres rondan la escala zoológica.
Que siento cinco mujeres hayan sido asesinadas en el este año nos debe llenar de vergüenza como sociedad y nos reta a revertir el modelo social, económico y político patriarcal que reduce a la mujer a un mero objeto sexual, instrumento del hombre; en un ser dependiente, sin alas o con ellas muy cortas.

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