San Cristóbal, ciudad de traidores
El día miércoles 5 de marzo del presente año la Gobernación Provincial fue sede de una conferencia dictada por un expresidente, en la cual se dejó entramada la idea de que el comportamiento político de una familia de destacados dirigentes proyecta a San Cristóbal como un espacio ideal para que Judas Iscariote resida en esta urbe. Hace un año publiqué un artículo titulado, “No temo a que me llamen traidor”. El mismo puede servir de calzado para quien le sirva este zapato. “La traición es el engaño, la mentira, el veneno oculto en la sonrisa. La deslealtad es el disfraz, la máscara que esconde la doble personalidad. El altar cubierto de velas y dañinas oraciones para empujar al fracaso al compañero. De todo esto hay en la selva de la política, donde cualquier inocente es un Tarzán que salta de rama en rama y donde hasta los monos manipulan a los “leones” para que no sean ellos solos los reyes de la selva. ¿Quién traiciona a quien? Santana luchó por el regreso de Báez y luego Báez en el poder expulsa a Santana y viceversa. Luperón tomó a Lilís como su pupilo y después lloró porque le sacaron los ojos, “cría cuervos”. La historia nuestra es la historia de la traición. Y lo es, porque el traje más usado en la política es la traición. Cada vez que los intereses personales, es decir, el poder de alguien es afectado, toma de la percha el disfraz de la traición y se viste con toda esa aparente elegancia. Entonces cambiemos los términos, usemos otros vocablos. Hablemos de intereses, conveniencias, estrategias, oportunidad, momento. Eres leal hasta que coincida con mi proyecto. Eres fiel si no te rebelas aunque mi apetito político no tenga fin. La lealtad también es un disfraz. Todos son mis fieles seguidores mientras me apoyen, luego esos mismos serán “los malditos traidores”, si ya no me apoyan. La vida política es una realidad de dos caras, en una dice lealtad y en la otra traición, todo depende del lado que tomes la moneda. Las relaciones amorosas son diferentes a las políticas, en las primeras aplica el término traición, en la política no. Porque un traidor es simplemente uno que se labra su destino, que construye su proyecto y que se niega a seguir siendo sombra. Por mi parte hasta cuando dicen Judas pienso en cuál de los dos, en el malo, Judas Iscariote o en el bueno, Judas Tadeo. Entonces, no hay que darse por aludido. El verdadero traidor es un suicida de su propia conciencia, un sicario que se paga así mismo para asesinar su yo interior, sus principios, como quien escarba la zapata de su ser para derrumbar su identidad, deja de ser lo que siempre fue porque el poder y el dinero lo transforman en otro ser. Ya no es lo que siempre fue. Cambió para dejar el testimonio de que nunca fue lo que aparentó. Es el mejor de los actores del teatro de la política, donde contrario a las escenas de la dramaturgia clásica de Grecia, los actores ya no usan caretas, pues los modernos maquillajes y las técnicas de la simulación proyectan sus múltiples rostros o el disfraz perenne de su propia traición”.

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