Rojo, Azul y Verde, primeros colores de partidos dominicanos (3 de 4)

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

No era el Partido Azul

El presidente Ulises Heureaux (alias Lilís), aunque logró el poder con el apoyo del Partido Azul, decidió nombrar en su gabinete a muchas personas de opiniones opuestas a lo que se suponía era la base filosófica de dicha entidad política.

Ese abigarramiento fue el germen que destruyó esa agrupación partidaria. Desde los objetivos personales de Lilís fue una jugada maestra, elaborada desde el principio con la técnica de filigrana, en el marco de la alta política.

El estratega y académico polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinki pudo incluir ese caso en su libro El gran tablero mundial, publicado un siglo después, en 1997. Tal vez no lo hizo por la poca importancia que en los centros de poder mundial se le da a la República Dominicana en la denominada realpolitik.

La decisión referida fue por la codicia de poder de Heureaux, hasta que en Moca, el 26 de julio de 1899, lo pusieron como “gato panza arriba”, cuando al matarlo lo descabalgaron del poder omnímodo que poseyó por largo tiempo.

El que fuera uno de los más activos fundadores del Partido Azul jamás se detuvo a pensar (sus anécdotas aparte) en el profundo mensaje que contiene una oración colectiva, en el marco de la liturgia del cristianismo, escrita hace tres mil años, que corresponde al salmo bíblico 144.4: “El hombre es semejante a la vanidad. Sus días son como la sombra que pasa”.

La mayoría de los biblistas atribuyen dicho texto a David, el que fue monarca y caudillo militar de Israel, mucho antes del nacimiento de Cristo.

Lilís

Ulises Heureaux

Cerrada esa especie de digresión retomo el tema de esta crónica diciendo que al inicio de su vida pública Lilís aparentaba que sería el sustituto de Luperón al frente del Partido Azul.

Fue un hombre perspicaz, que hacía cálculos políticos de gran calado y trabajaba a fondo para lograr los objetivos que se trazaba, entre otros aniquilar al partido que lo llevó al máximo señorío.

Lilís se consideraba un patriota hiperbólico, de esos que a través de la historia han actuado como si fueran encarnación de los pueblos.

Para él eran inescindibles los crímenes y el gobierno. Comprendía de manera cabal que su persona en sí era un partido político, pero en la forma actuaba con la cautela de un felino antes de dar un mortífero zarpazo a la víctima de turno.

Lilís divulgaba que él y no el Partido Azul había pacificado el país. Eso era falso, por ser un tajante desacuerdo con la realidad. Lo que impuso desde el principio fue la paz propia de los pueblos olvidados.

La gran mayoría de los dominicanos vivían (bajo sus chamizos mugrientos que dominaban la arquitectura paisajística del país en la última década del siglo XIX) en permanente temor, esperando tragedias inesperadas, en un gobierno que comenzó a ras de tiranía hasta terminar adelantándose al totalitarismo creado como doctrina en la centuria siguiente.

Ulises Heureaux se aprovechó de la orfandad política de los supervivientes del Partido Rojo y del desvalimiento de muchos integrantes del Partido Azul, especialmente cuando Gregorio Luperón, su líder ideológico, incurría en una de sus periódicas decisiones políticas erráticas.

Eso le facilitó a Lilís, como he señalado antes, incorporar a su gobierno, especialmente a partir del 27 de febrero de 1889, a prominentes figuras que pertenecían o pertenecieron a los llamados partidos rojo, azul y verde, formando un menjurje.

Así creó algo parecido a la Torre de Babel descrita en el libro bíblico Génesis. Eso le posibilitó mantener todos los atributos de su poder.

Decía que buscaba “la paz y la conciliación”, mientras encarcelaba, exiliaba, torturaba o mataba a los que lo combatían. Practicó mucho aquello de “plata o plomo”. Atribuirle eso al Partido Azul, como pretenden algunos, sería una incuria histórica.

Campillo Pérez, con su estilo desenvuelto describiendo hechos del pasado dominicano, al comentar el sobrecargado funcionariado del gobierno de Heureaux señaló que: “El personal del Ministerio resultó un verdadero “sancocho” político de azules, rojos, verdes e independientes…” (Elecciones Dominicanas. ADH. Vol. XLIX. Editora Amigo del Hogar.P.107.Julio Genaro Campillo Pérez).

En resumen, es una verdad con categoría histórica que el Partido Azul se extinguió en los meandros criminosos del régimen férreo de Lilís. Fue una de sus tantas víctimas.

El Partido Verde

Se puede decir, sin faltar a la verdad, que el Partido Verde fue un simple amago, sin presencia a nivel nacional.  Muchos lo motejaban como “rojo desteñido”, en clara referencia al Partido Rojo.

El Partido Verde fue formado para que sirviera de plataforma política a las aspiraciones de Ignacio María González Santín.

Pienso que por hechos del pasado como los comentados en esta serie sobre rojos, azules, verdes e indefinidos fue que el sociólogo y lúcido escritor Pedro Francisco Bonó (un “scholar”, por erudito, dicen los ingleses al calificar a personas como él) se refirió con tino a los que se batieron en afanes públicos y bélicos en las primeras décadas de la vida política criolla:

“…en épocas conocidas han sido vencidos y vendedores, y se han echado en cara los mismos errores, las mismas crueldades, las mismas faltas y respectivamente han pretendido significar progreso, la paz, la justicia, el orden, la independencia…” (Ensayo El Mensajero. El Eco del Pueblo, 13 de enero de 1884.Pedro F. Bonó).

“El partido verde o Gonzalista en su origen, fue la amalgama necesaria al arbitraje practicado por los prohombres azules y rojos, cansados ya e impotentes para continuar por las armas la contienda sangrienta de los seis años. En esta hibridación, que se denominó fusión para hacer la cosa más agradable, hacedera y pacificadora, el elemento rojo dominó en los componentes, pues puso más fondos, hizo más concesiones…” (Papeles de Pedro F. Bonó. Editorial del Caribe, 1964. P.274. Recopilador E. Rodríguez Demorizi).

Los registros de la historia nacional consignan que el periodista Francisco Ortea “desplegó cuantos esfuerzos le fueron posibles para acrecentar el Partido Verde, pero la realidad de la política criolla no correspondió…” (Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano. (1821-1930). Editora de Colores, 1997.P.396. Rufino Martínez).

Ignacio María González Santín fue originalmente seguidor de Báez, ocupando puestos públicos en sus gobiernos. El último fue como gobernador de Puerto Plata en el 1873, en la postrimería del penúltimo gobierno rojo.

Fue desde ese puesto que participó en las maniobras del 25 de noviembre de 1873 que dieron final al régimen de los llamados 6 años. Lo hizo por su conveniencia política del momento.

La caída de Báez propició, entre otras cosas, que el indicado González Santín llegara a la presidencia de la República. Así quedó abierto el retorno al país de Luperón, José María Cabral y otros exiliados políticos.

Vale decir que para el referido año ya existían los primeros núcleos de lo que luego sería, aunque de existencia breve, el Partido Verde, a cuyo líder hay que reconocerle que anuló el contrato mediante el cual el caudillo del Partido Rojo había arrendado a una entidad privada de los EE. UU. la Península de Samaná.

Fue durante la administración del Partido Verde, con González Santín a la cabeza, que se eliminó en el país la pena de muerte por motivos políticos y se hicieron cambios notables sobre el derecho al voto.

Pero hay algo más que decir sobre los partidos dominicanos que eran identificados por los colores rojo, azul y verde, respectivamente. Lo cual diré en la próxima y última entrega de esta serie.

jpm-am

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