Realidad y sueños de Año Nuevo
Cada vez que un nuevo año se acerca, múltiples sueños pueblan nuestras mentes. Todas las expectativas, aspiraciones o ilusiones no satisfechas en el año que se va, se materializan de manera espectacular cuando dormimos, o en ese momento en el que, al decir de uno de mis antiguos maestros de Sicología en la UASD, «se sueltan las amarras del ¨súper yo¨». Por esa razón, una noche de la presente semana fui asaltado por una tanda de interminables y agradables sueños.
Y soñé…
Soñé que nuestro país es el más seguro del mundo, tanto que los robos, atracos, secuestros y demás actos delincuenciales brillaban por su ausencia.
Soñé que por primera vez el Congreso Nacional está conformado por legisladores caracterizados por su elevado nivel ético, académico e intelectual.
Soñé que el Congreso Nacional había establecido como condena la pena máxima de treinta años en caso de violación sexual y, adicionalmente, la castración cuando esa violación se ejecute en forma agravada y en contra de personas indefensas (niños, ancianos y discapacitados)
Soñé que en el año 2024, en la República Dominicana no se produjo ni un solo caso de feminicidio.
Soñé que en los medios de comunicación social de nuestro país, como en tiempos pasados, prima la decencia, la prudencia y la profesionalidad en el uso de la lengua.
Soñé que los mal llamados «talentos» que hoy utilizan un léxico procaz y altamente cloacal a través de los canales de internet, habían sido fuertemente sancionados y excluidos de esos medios por la Comisión de Espectáculos y Radiofonía.
Soñé que en el Congreso Nacional acaba de aprobarse una ley que sanciona de manera contundente y ejemplarizadora la práctica del «sicariato lingüístico»
Soñé que nuestro Código Procesal Penal había sido reformado para aumentar la pena máxima a cincuenta años de prisión como castigo a todo hombre que haya incurrido en el delito de matar a una mujer por motivos pasionales.
Soñé que en el famoso Informe Pisa, la República Dominicana siempre ocupa uno de los primeros lugares entre los más de setenta países que todos los años son evaluados en Ciencias, Matemáticas y Comprensión Lectora.
Soñé que el maestro dominicano, en América, era el que disfrutaba de mejores salarios y condiciones de trabajo; pero la su vez, el que más formación tenía, más leía, más se actualizaba, más investigaba, más cumplía con su trabajo y el que con mayor pasión, entrega y responsabilidad ejercía su oficio.
Soñé que en relación con la alta calidad de los servicios de salud y educación que el Estado brinda a la ciudadanía, nuestro país ocupa el primer lugar en el mundo.
El eco plañidero de un perro vagabundo me despertó, y provocó que de manera repentina se interrumpieran todos mis sueños; mas, acto seguido, me dormí y de nuevo volví a soñar.
Esta vez soñé que cada médico que labora en un hospital estaba recibiendo el salario que merece y cumpliendo puntualmente con su horario de entrada y salida en el puesto que desempeña.
Soñé que todos los hospitales de nuestro país contaban con los equipos y medicamentos requeridos para brindar un buen servicio de salud al pueblo.
Soñé que el gas propano se vendía a sesenta pesos el galón y a cien pesos el de gasolina.
Soñé que en nuestro país la ley es igual para todos, esto es, se aplica sin distinción de edad, sexo, rango, cargo y poder político o económico.
Soñé que nuestras autoridades civiles, militares y policiales ni ahora ni antes han amparado ni recibido sobornos de narcotraficantes y demás criminales.
Soñé, en fin, que la tasa de desempleo en nuestro país bordeaba casi el 0%, razón por la cual no existe un solo profesional recién graduado en las universidades nuestras que no cuente con un trabajo digno y seguro.
Los ladridos persistentes del vagabundo y bohemio perro, de nuevo me despertaron, y esta vez ya no pude recobrar mis casi cinematográficas tandas de sueños, poniéndome así en contacto, frente a frente, con la amarga realidad. Fue entonces cuando recordé los versos del poeta:
«Los sueños, sueños son…»
jpm-am
uffffff cuantas pesadillas.
o pesadillas…