¿Quién es mi consejero: el rico o el sabio?

Se le atribuye a Gabriel García Márquez la sentencia: «Adquirimos la sabiduría cuando ya no nos sirve para nada». Es obvio que la experiencia es la mejor profesora: el problema es que hay alumnos que no entienden. Si repasamos la trayectoria de muchos de nosotros, parecería que moriremos adolescentes. No se trata del repetido lament «Si yo tuviera veinte años menos, con la experiencia que tengo ahora…». No. La sabiduría no consiste en aprender en la madurez cómo debimos haber actuado cuando éramos jóvenes, sino en discernir en cada etapa y en cada situación qué es lo más conveniente y provechoso. Ahora bien, este río tiene dos corrientes: dos cauces lo bifurcan. Por un lado, está quien es guiado por el dinero y, por el otro, quien está guiado por propósitos más amplios. Unos son movidos exclusivamente por el dinero; otros, mueven de manera inteligente el dinero. Todos necesitamos el dinero para vivir y, mientras más, mejor. Con el dinero se pueden resolver muchísimos problemas. Ante esta realidad se presenta la nebulosa confusión de asignarle al dinero la categoría de «fin»: en lugar de un medio, se convierte en la meta. Tener. La otra posibilidad radica en asumir este recurso como un medio para crecer como personas. Ser. ¿Quién guía mis pasos? ¿Hacia adónde voy? ¿Busco darle más sentido a mi vida o simplemente acumular más dinero? La riqueza es temporal; los valores, eternos. ¿Cuál de los dos predomina en mis pasos? ¿Busco dinero para vivir mejor o vivo para buscar dinero? Cuando pienso en «dar lo mejor», ¿me refiero a lo más valioso o a lo más costoso? ¿A mis amistades las elijo por su empatía o por su posición? El servicio, la entrega, la espontaneidad, la gratuidad, la sinceridad no son productos colocados en el tramo de un supermercado. Son valores, pero no económicos. ¿Quién guía mi vida: el costo o el valor? edwinpaniagua@gmail.com

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