¡Presidente, no les haga caso!
La reelección en nuestro país –tal como se impuso en el pasado remoto y no tan remoto- ha sido una recurrencia histórica-política de sabor agridulce, de desbarajustes institucionales, de inagotable caudillismo y fuente inagotable de corrupción pública. Y si hay una modalidad, hasta cierto punto aceptable, es la que la tradición política norteamericana ha institucionalizado sin “constitucionalizar”: una repostulacion –se gane o se pierda- y nunca mas.
Yo no tengo argumentaciones políticas, doctrinarias, coyunturales o de principios en contra de la reelección o repostulacion per se; pero si he estudiado la cadena de secuelas políticas e institucionales que nos ha deparado: las ambiciones de Santana, de Báez, la tiranía de Heureaux, el fatal error de querer prolongarse de Horacio Vázquez, la dictadura trujillista, el bonapartismo de Balaguer, la cagada de Hipólito. Y lo mas reciente: si me identifique en el 2008 con la alternabilidad (por un relevo y una propuesta programática insuperable) cuando la reelección estaba permitida constitucionalmente, entonces, ¿cómo ahora favorecerla o auparla cuando está prohibida constitucionalmente? ¿Qué bulla estomacal me estaría moviendo ahora para cambiar de parecer y postura?
Definitivamente, no soy tan dialéctico ni estoy hecho de material tan volátil.
No obstante, quiero reproducir un artículo mío (ElNuevodiario/Almomento.net/18/5/2010) referido al tema. Aquí se lo dejo:
BULLAS ESTOMACALES
En casi todo el universo literario del genial escritor Jorge Luis Borges (argentino) hay una referencia-obstinación sobre el tiempo y su circularidad (mezcla enciclopédica de Historia y Geometría). Pero en nuestro país, y ya lo hemos dicho, la reelección presidencial es un tema recurrente histórica y políticamente hablando, tanto así, que cada cierto tiempo, surgen voces que abierta o solapadamente alientan y atizan esa figura jurídica-política.
No sé por qué, pero cada vez que se trae el tema de la reelección presidencial al debate, inmediatamente, aflora en mi mente el axioma gráfico exhaustivo que nos legara el intelectual y político Ramón A Font Bernard (1921-2007) para ilustrar y radiografiar una suerte de fatalidad política o de recurrencia histórica-cultural que desde la fundación de la República (1844) nos asalta, nos entusiasma, y también, porque no decirlo, nos crea incertidumbre y traumas.
Honestamente o ingenuamente -por no decir, tontamente-, creía que después de la más reciente reforma constitucional (2010) el tema de la reelección presidencial quedaba técnica y constitucionalmente despejado (¿O será que a los dominicanos nos gusta “buscarle las cinco patas al gato?”: una repostulación y la posibilidad de volver a aspirar (si así lo quisiera el ex presidente del que se tratase), luego de un período de por medio. ¿Habré leído mal, o es así?
Yo no quiero adelantar juicios ni posiciones al respecto; pero voy a reiterar aquí dos párrafos de un artículo que en el 2009 escribí bajo el titulo: “La historia circular”. Me cito:
“El 2012 electoralmente es una incógnita. De modo que lo que toca es esforzarse en la historia y en ciertos legados institucionales. Y hay que hacerlo, plenamente convencido de que los hombres (¡todos!) somos despojos transitorio que cuando nos ofuscamos, casi siempre, entramos por la puerta de atrás a la historia.
Finalmente, y es a título de premonición: ningún peledeísta podrá relevar a otro peledeísta en el poder, si no fuese capaz de asumir coherentemente y con todas sus consecuencias, la suma de aciertos y desaciertos de lo que serán 12 años de ejercicio del poder [que con los cuatro que transcurren serán 16]. Ahí estará implícita la crítica y también la clave de la retención del poder y del relevo. Cualquier otro camino -para un peledeísta aspirante- será errado, equivocado y funesto. Ojalá, llegado el momento, pongan oídos”.
Hasta aquí dejo el tema, porque solamente los hombres, y luego la historia, dirán las últimas palabras. O como cantó la Lupe: “…cada cual en este mundo, cuenta el cuento a su manera…”.
Posdata
A propósito y para terminar, reitero que no estoy -¡ni me interesa estar!- inscrito en ninguna tendencia, corriente o “proyecto político” dentro de mi partido (el PLD), y muy probablemente, soy una voz más de la minoría critica, o tal vez, una especie de Quijote o de ‘Llanero solitario”. En otras palabras, estoy a la merced de lo que la mayoría orgánica decida en su momento. Y eso acataré.

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