Por la paz educativa del país

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EL AUTOR es catedrático universitario y dirigente del PTD. Reside en Santo Domingo.

 

 

 

La sentencia de un juez que declaró ilegal una huelga de maestros en la provincia de Barahona, puede ser aprovechada por los actores del sector educativo como una oportunidad que lleve a definir un acuerdo que garantice el derecho a la educación sin interrupciones y al mismo tiempo  adecuar  los ingresos del magisterio.

Se trata es de  que  prime  un mecanismo con fuerza de Ley para evitar pérdida de docencia por paros y huelgas de maestros.

 

El juez  decidió conforme el criterio de beneficiar a la mayoría, en este caso los estudiantes y sus familias  que son numéricamente superiores a los maestros reclamantes,  y eso habría de esperarse en una sociedad que aspira a construir un Estado Social de Derecho.

 

Los maestros podrían alegar que el derecho a la huelga está motivado en que sus bajos salarios atentan contra sus vidas y que la vida es el derecho más importante.  La decisión del juez también puede ser interpretada como la criminalización de la huelga, pues a partir de la sentencia esta pasa a ser ilegal, creando un precedente, al que podría invocarse  para anular cualquier paralización futura.

 

Independientemente de la interpretación que se pueda tener, a favor o en contra, de la decisión del juez de Barahona, la medida resulta simpática a una amplia mayoría de la  sociedad que asume, con toda razón, que la  falta de educación  es un factor determinante para reproducir los niveles de pobreza, violencia, criminalidad y corrupción que padece  República Dominicana.

La acción de paralizar la escuela tiene a partir de la tanda extendida,  un componente que impide que los padres vean dichas  paralizaciones con simpatía, pues  ahora la escuela es garante de la alimentación de los alumnos y  de su cuido hasta las cuatro de la tarde,  lo que  permite a los padres y tutores, comprometer ese tiempo en otras actividades que se afectan cuando los niños deben quedarse en el hogar.

 

Tenemos que reconocer  que, salvo por el astreintes de cincuenta mil pesos diarios contra la Asociación Dominicana de Profesores,   el Estado no dispone de  ningún mecanismo para obligar a los maestros a reintegrarse a sus labores, que no sea  apelar el civismo de estos, es decir.  que  acojan la sentencia por simple respeto a la Ley.

Esta sentencia plantea un reto a los maestros que tendrán que  ser más creativos, aplicando  métodos de lucha que resulten efectivos, al tiempo que  persuadan a la comunidad nacional de sus justas razones.

 

De su lado el gobierno, que constitucionalmente tiene la obligación de garantizar el derecho a una educación pública, pertinente y de calidad para todos los dominicanos, , debe garantizar que el  maestros como recurso fundamental para gestionar el proceso educativo,  pueda disponer de las condiciones materiales que le den la paz de espíritu necesaria para acometer su labor,  libre de preocupaciones y tormentos.

 

Una manera para dejar atrás las paralizaciones por demandas salariales en el sector educativo, y que podría ser extensiva al sector salud, sería  la adopción de un acuerdo de ley,  que establezca cual debe ser el salario ideal de los maestros, y coloque  en cada presupuesto, durante un periodo de tiempo específico,  un incremento al salario de los maestros  equivalente a la inflación acumulada del año que cierra, más un 5% al salario base, hasta alcanzar el salario justo  pactado y a partir de ahí, ó sea alcanzado el monto de salario establecido, cada año se indexe el salario de médicos y maestros aplicando un incremento equivalente a la inflación acumulada en el año inmediatamente anterior.   Así   puede garantizarse  la paz educativa  del país

Loa maestros tienen el deber de educar, formar y orientar  a sus alumnos para hacerlos ciudadanos con los valores que requiere la nación dominicana para perpetuarse, pero también tienen el derecho a ser remunerados  de manera justa y por lo tanto debe  aplicarse una medida, que corrija en el tiempo los bajos salarios que todavía perciben, y  no se puede olvidar  que el maestro es  un servidor  protegido en su integridad y dignidad por los poderes públicos, de acuerdo con nuestra Constitución.

JPM

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