Populismo productivo
El «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad» es la relación entre la productividad, el nivel de empleo y disminución de la pobreza extrema. El ingrediente extra es la colaboración entre el sector público y el sector privado (Pacto por la Productividad) para el logro de metas y objetivos partiendo de los componentes o variables del PIB 2.0, como veremos más adelante. Así lo he planteado desde hace meses para no divagar sobre el «pleno empleo» como náufrago en medio del océano sin ayuda de una brújula. Esto así porque lo que hasta ahora existe es el comportamiento aleatorio de la productividad, el nivel de empleo y la pobreza extrema en medio de objetivos dispersos y difusos.
Desde mi óptica, el «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad» aplica dentro de una economía de mercado o cualquier sistema que no distorsione la productividad basada en la producción de bienes y servicios. Por lo tanto el Estado dominicano bien podría hacer uso del PIB 2.0 para compartir con el sector privado y/o sectores productivos metas y objetivos en materia de producción, empleo y disminución de la pobreza. Como el PIB ya está definido gracias a esos sectores productivos faltaría el PIB Estatal para completar el PIB Nacional y/o PIB 2.0 como punto de partida que fortalezca la productividad en beneficio de las grandes mayorías. Si en tal sentido el «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad» es populista, bienvenido sea!
A nivel local o mundial se podrían señalar tipos de Estado que de una manera u otra han incidido en el aumento del empleo y disminución de la pobreza, con sus altas y bajas en sentido general. Aunque el PIB 2.0 aplica tanto a países desarrollados como a países en vías de desarrollo o pobres, (cada cual usando sus propias variables) me limitaré a los países pobres para una mayor aclaración. Pondré como ejemplo el Estado de la Era de Trujillo (1930-1961) cuyo imperio económico hizo de la República Dominicana el Gobierno más rico de América al ser el Estado el dueño de la maquinaria productora del país. Esa maquinaria fue la robusta y luego etérea, triste y recordada Corporación Dominicana de Empresas Estatales (Corde).
Dentro del Estado de la Era de Trujillo hubiera sido posible calcular el PIB Estatal si el Perínclito de San Cristóbal lo hubiera permitido, pero su estilo era otro. En realidad el PIB 2.0 nunca se vislumbró debido al éxtasis patriótico y nacionalista enarbolado tras la caída de Trujillo, a lo que siguió una especie de «España Boba Productiva» que despertó en 1968 con la Ley No.299 de Protección e Incentivo Industrial limitada a la inversión extranjera en las zonas francas, o a aquellas donde la falta de capital y/o tecnología limitaba las inversiones locales, entre otras leyes de incentivo que le luego le siguieron.
Sin embargo, a pesar de esas leyes de incentivo, el Estado dominicano ha carecido de voz y voto dentro del PIB desde 1961 hasta la fecha (a mi entender) si partimos del antes y después de la Ley No.141 del 10 de junio de 1997, denominada «Ley de Reforma de la Empresa Pública», la que alcanzó al remanente del «Emporio Empresarial de la Era de Trujillo», sin que todavía sepamos cuál ha sido la real contribución al PIB de parte de las «Empresas de Bienes y Servicios del Sector Público», incluyendo aquellas del emporio empresarial, las actuales empresas o infraestructuras sujetas al régimen de concesión, y aquellas que el «Estado de la Era de la Democracia» pudo haber creado después de la muerte del Perínclito de San Cristóbal.
Las principales fuentes que nutren los ingresos del Presupuesto General del Estado (PGE) y las reservas del Banco Central no son consecuencia de la producción de bienes y servicios del PGE y el Banco Central. El PGE y el Banco Central son solo instrumentos y/o receptores de ingresos de diversa índole y procedencia, incluyendo aquellos que provienen de las distintas modalidades internacionales de financiamiento, sin soslayar los bonos soberanos. En este contexto no hay que confundir el rol del Estado dentro del PIB hasta que no se integre al mismo. En tal sentido solo bastaría calcular el PIB Estatal para determinar la real contribución del Estado a la productividad.
Para no entrarle de golpe cálculo del PIB Estatal sino al cálculo del PIB Nacional y/o PIB 2.0, hay que tomar en cuenta tres variables: (1) Empresas de Bienes y Servicios del Sector Privado y/o sectores productivos, (2) Empresas de Bienes y Servicios del Sector Público, y (3) Capítulo «Construcciones» del PGE y/o inversión pública relacionada con la productividad. Esas son las principales variables del PIB Nacional y/o PIB 2.0, seguido del «Pacto por la Productividad» para el logro de metas y objetivos en materia de producción, empleo y disminución de la pobreza, o pleno empleo si se quiere, pero cambiando las reglas de juego de la tesis keynesiana.
El PIB 2.0 entra en acción para compensar la falta o «rol pasivo» del Estado dentro de la productividad y así lograr metas y objetivo al cabo de un año…y todos los años. El problema ha sido que los gobiernos que hemos tenido en nuestra independencia política de 170 años (con raras excepciones) se han considerado «Propietarios del PGE» en vez de «Administradores del PGE». Pero para no venir desde tan lejos reduzco el interregno a los últimos 83 años para destacar el pico de la productividad en el Estado de la Era de Trujillo, el repunte de la «otra productividad» con la Ley No.299 de Protección e Incentivo Industrial, secundada por el capítulo «Construcciones» del PGE de todos los gobiernos a partir de 1961, y los índices del PIB que marcan el crecimiento económico consecuencia del sector privado y/o los sectores productivos.
Pero en el «rol pasivo» de la productividad también tienen parte de culpa los sectores productivos al no descifrar un punto común que facilite una relación sostenible con el Estado en cuanto a temas relacionados con el aumento del empleo y disminución de la pobreza. Parece que a estas alturas el sector productivo todavía no se ha dado cuenta de que es el verdadero creador de lo que se conoce como Producto Interno Bruto y/o PIB responsable del formal comportamiento y crecimiento de toda economía basada en la creación de riqueza. El PIB es también un medio de encontrarle sentido a la informalidad que afecta dicho comportamiento, cosa que hoy día es tema de confuso debate. Solo lo menciono para no entrar en materia.
En ese sentido los sectores productivos tienen que partir de las estructuras del PIB y junto con el Estado evitar divagaciones que como tales no conducen a ninguna parte y distancian la real colaboración que debiera existir entre el sector público y el sector privado en temas relacionados con la productividad (vista como Bienes y Servicios), aumento del empleo y disminución de la pobreza.
En cuanto al Estado, bien puede ahorrar mucho dinero que tanta falta le hace al PGE, en este caso los US$250.0 millones del BID para el Programa de Mejora de la Productividad y la Formalidad, los US$35.0 millones del mismo Banco para el Programa de Desarrollo Productivo y Competitividad de la Provincia de San Juan, y los US$78.0 millones del mismo Banco para financiar el apoyo al programa de Modernización de la Red de Distribución y Reducción de Pérdidas Eléctricas. Se puede ahorrar mucho dinero, entre otros ejemplos parecidos, con tan solo debatir la productividad dentro del marco del PIB 2.0, conjuntamente con el sector privado y/o sectores productivos.
Discusiones de todo aquello que resalte la productividad como aquí se explica, para bien de la nación y de las grandes mayorías, en cierta forma determinan el «Populismo Productivo» que fusiona los sectores público y privado. Esto aplica no solo a la calidad del endeudamiento externo, la calidad y continuidad del crédito público a las micro, pequeñas y medianas empresas. También implica la revisión de la Ley No.141 de Reforma de la Empresa Pública si tomamos en cuenta las inversiones que el Estado piensa hacer en dos plantas de carbón (US$1,950 o US$3,800 millones), una chocolatera en Hato Mayor (US$100.0 millones), un ingenio en Monte Plata y otro en San Pedro de Macorís (US$240.0 millones) para producir azúcar del tipo «panela». Por tanto el efecto multiplicador del «Populismo Productivo» se reduce al «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad».

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