Pautas para la alimentación sana
He leído con profundo sentimiento una petición hecha por el amigo compueblano Jesús Mesa, ciudadano de vanguardia, que trabaja en forma voluntaria a beneficio del olvidado pueblo de Jimaní. Pide el profesor Mesa que hagamos una cadena de oración, para que Dios interceda por su pueblo, tras una secuencia de muertes súbitas que han ocurrido en aquel lugar. Cada uno aporta con lo que puede. Por mi parte daré unos consejos y así pongo mi granito de arena al clamor del amigo, que sin dudas es preocupante. Lo primero que se me ocurre observar, es que el pueblo dominicano ha perdido sus hábitos alimenticios, que lo han seducido con la modernidad y la propaganda mediática para variarle la forma de comer sin medir los efectos de los ingredientes que conforma las dietas. En mis tiempos se comía saludable, no existian los aceites hidrogenados tan comunes hoy por razones comerciales, ni las comidas rápidas y se sazonaba con verduras, ajo, cebollas, cebollines, vija, tomates,ajies, orégano, etc.. Hoy para cocinar es fácil acudir a las «sopitas» o un sobre con ingredientes llenos de preservativos, que son venenos a largo plazo por su elevado contenido en Glutamato de Sodio (MSG); los alimentos enlatados tienen aditivos químicos que trastornan el organismo humano y causan la muerte. Las bebidas gaseosas (refrescos, maltas o cervezas) poseen altos componentes químicos, lesivos para la salud. Los colorantes en los caramelos, dulces, mentas, helados, frío-frío, etc., son agentes causales de enfermedades; finalmente los pesticidas para proteger de insectos y plagas los cultivos de frutas y vegetales son tóxicos que no se pueden eliminar del todo y van a parar al estómago del consumidor, causando enfermedades muy peligrosas. Finalmente, se impone hacer ejercicios, tomar agua en vez líquidos endulzados y hacer un chequeo anual con su médico, aunque no se sienta enfermo. La mayor receta es la prevención y cuesta menos que comprar medicinas cuando se está enfermo. «Que el alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea el alimento» dice un viejo adagio. Todo lo dicho lo saben los profesionales de las ciencias médicas, los productores agropecuarios y los manufactureros industriales, pero lo callan porque perjudica sus negocios. Las comidas rápidas, los alimentos enlatados, las bebidas endulzadas con azúcar refina o sirup de maíz, los sustitutos de azúcar constituyen venenos silenciosos, cuyos efectos nuestra gente debe conocer, para que tomen una postura de alerta a beneficio de su salud. La oración no es mala idea, pero debemos colaborar con Dios en el propósito de vivir en salud. Cuesta sacrificio pelar ajo y cebolla, moler cilantro o machacar ajíes. Es más fácil acudir a una sopita o abrir un sobrecito de sazón, pero a la larga los primeros los aporta la naturaleza, están en armonía con el organismo para la digestión y no producen males mortales. El cuerpo no entiende de sazones artificiales y sabemos que el afán por las ganancias caminan de la mano con los productores.

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