Paraguay, una terrible guerra en Latinoamérica (y 4)
Opiniones encontradas sobre el presidente López
El historiador Fabián Chamorro Torres, citado anteriormente, señala en su biografía sobre el presidente Francisco Solano López que de todos los actores de la historia del Paraguay él es la figura principal. No así opina el también historiador Arturo Pereira, que califica de “deformaciones históricas” todo aquello que signifique la exaltación de ese personaje.
Así de tajante se expresa acerca de ese tema el referido autor: “…la ideologización deformante del Lopismo…promovió la militarización de la cultura y la sacralización del militarismo”, agregando que el ensayista Juan O´Leary impulsó “…el endiosamiento irracional y acrítico de Solano López”. (El Lopismo y el anti Lopismo. Arturo Pereira).
Luces y sombras
El presidente López, caído en combate a los 42 años de edad, tuvo luces y sombras en su accionar. Sus partidarios lo han presentado al pie del altar de los paraguayos cargado de elogios. Sus adversarios consideran, en cambio, que estaba poseído por la soberbia. Creo que lo que niegan su importante papel en la historia continental lo han visto invadido por la “hibris”, como se conocía en la Antigua Grecia a los gobernantes arrogantes e intolerantes.
Sin debilitar su faceta en el terreno de las tinieblas, a veces pienso sobre él en lo que los sociólogos llaman “prestigio encubierto”, para destacar la dualidad que se bate en quienes al mismo tiempo que atacan a alguien lo admiran en el fondo. Todavía faltan senos por explorar en la existencia volcánica de ese hombre que marcó un antes y un después no sólo en su país, sino en toda América Latina.
La Guerra Grande ante la Historia
En todas las guerras se cometen hechos atroces contra combatientes, pero más contra poblaciones inermes. Con cinismo y eufemismo se les etiqueta con la expresión difusa de víctimas colaterales. Así, para poner el primer caso registrado en ese sentido, fue la guerra entre sumerios y elamitas en la antigua Mesopotamia, en el lejano año 2,700 antes de la era cristiana; luego superada en sevicia por muchas otras en diversos lugares de la tierra.
En el caso de Latinoamérica la guerra que enfrentó a Paraguay con Brasil, Argentina y Uruguay (La Triple Alianza), también conocida como Guerra Grande, ha sido la más devastadora. Es oportuno señalar que la población no combatiente paraguaya que fue masacrada no podía considerarse como un objetivo militar legítimo.
En ese escenario infernal millares de personas indefensas murieron, fueron mutiladas o desplazadas, entre los años 1864 y 1870, en abierta violación de las normas internacionales en materia de conflictos bélicos. Los masacradores echaron a un lado los conceptos que hacía siglos habían elaborados al respecto figuras del prestigio del teólogo español Francisco de Vitoria y el jurista neerlandés Hugo Grocio, para sólo citar dos ejemplos.
Las matanzas reflejadas en pintura
Los cuadros de los pintores argentinos Cándido López, Modesto González y José Ignacio Garmendía presentan, como danzas macabras, imágenes impactantes de las matanzas de gran parte de la población paraguaya durante varios años de la sexta década del siglo XIX.
Esas pinturas tienen tanto impacto visual como el famoso tapiz de Bayeaux del siglo XI (año 1066), una obra colectiva hecha por tejedores de la ciudad fluvial y arzobispal de Canterbury para señalar los horrores cometidos allí, en la época medieval, por el conquistador normando Guillermo, que luego se auto proclamó rey de Inglaterra hasta que murió, más de veinte años después, el 9 de septiembre de 1087.
El paraguayo Roa Bastos y el argentino Borges
La guerra de Paraguay frente Brasil, Argentina y Uruguay ha sido abordada también por novelistas y poetas. El escritor paraguayo de renombre mundial Augusto Roa Bastos, célebre autor de la novela titulada Yo el Supremo, al referirse a la contienda armada indicada señaló en el siglo XX que:
“Fue la primera guerra internacional que estalló en el Nuevo Mundo a mediados del siglo pasado en sustitución de las sanguinarias cabalgatas y degollinas de antaño. La guerra de cinco años arrasó a sangre y fuego el pequeño país hispano-guaraní, lo que sometió a la desmembración de más de la mitad de su territorio, privándolo de su salida al mar y convirtiéndolo para siempre en una isla purpúrea, rodeada de tierra, separada del mundo y replegada sobre sí misma como un caracol desmochado e inmóvil”.
El argentino universal Jorge Luis Borges no fue indiferente a la hecatombe que se cometió en el siglo XIX contra el pueblo paraguayo. Dejó en prosa convincente su opinión al respecto: “…a pesar de ser yo pariente de Mitre y admirador de Gran Bretaña, reconozco que el Imperio británico fue, sin duda, el principal beneficiario de la destrucción del Paraguay de los López”.
Desde que terminó esa terrible guerra, en marzo de 1870, se han incrementado las falacias sobre sus por qué y sus consecuencias. Aunque la parte esencial de uno de sus nefastos resultados no se puede tapar: el pueblo paraguayo quedó profundamente mermado en su población, su territorio y su espíritu colectivo.
Dicho eso por más que los criterios ideológicos de publicistas de todos los pelajes hayan querido desdibujar la verdad de los hechos.
jpm-am