OPINION: La única solución en Haití

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En la última década Haití ha sido afectado por cuatro plagas: Ciclones. Inundaciones. Terremotos. Cólera. El destino y la naturaleza les trajo las primeras tres mientras que la última le llegó con la ONU y sus soldados. Esa organización mundial nada positivo ha hecho por ese país que no sea mantener tropas y organizar elecciones presidenciales. El resultado ha sido dos gobiernos disfuncionales.
Tanto Estados Unidos como la ONU conocían que ese sería el resultado ya que en un Estado Fallido como Haití no existen las instituciones que permiten el buen funcionamiento de la democracia. Pero nadie quiere reconocer que esa nación no puede gobernarse por sí misma y prefieren que todo siga igual. La miseria, las enfermedades y la falta de esperanzas hacen que unos atraviesen la frontera y se dirijan a República Dominicana; mientras que otros se lanzan al mar buscando llegar a territorio norteamericano.
La próxima crisis de ese infortunado pueblo pronto llegará y en ese momento los países donantes se preguntarán en qué se han gastado miles de millones de dólares. Nadie le podrá responder. Si ustedes no me creen vayan a Haití y pregunten por las obras que se han construido con el dinero de los países donantes y estoy seguro de que nadie podrá enseñárselas, pues no existen.
Lo que ocurre es que en los últimos tiempos los países poderosos que dominan el pensamiento y la acción de los organismos internacionales han sido renuentes a cargar en el largo plazo con la responsabilidad política y económica que representa un protectorado. Ellos prefieren que el dinero se gaste en sueldos de los soldados de Naciones Unidas, en la mal llamada ayuda humanitaria y en la celebración de elecciones.
En un caso como el haitiano hubiese sido mejor establecer un “Protectorado” pero la Comunidad Internacional para evadir hacer eso, se ha apoyado en el capítulo XII, artículo 78 de la Carta de las Naciones Unidas. Este indica que en territorios que hayan adquirido la calidad de miembros de esa organización como el caso de Haití, eso está prohibido.
En la búsqueda de lograr la conciliación entre la inmutabilidad del principio de la igualdad soberana con el de una nación que está militarmente intervenida, pude encontrar en el artículo 77, acápite C de la citada Carta Constitutiva, una brecha que permitiría una solución. Ese artículo indica que el régimen de administración fiduciaria es aplicable en los territorios colocados bajo dicho régimen vía los convenios que se realicen entre las partes. En consecuencia, si las partes voluntariamente llegan a ciertos acuerdos sería posible aplicar un esquema que podríamos denominar como “Gobierno Compartido”.
En este esquema los poderes serían divididos entre los dos principales actores de ese proceso así como el tiempo de duración que este tendría. Bajo ese escenario algunas áreas del Estado serían manejadas por los países donantes, es decir la comunidad internacional, mientras que otras serían realizadas por los haitianos que salgan electos. Es decir que las diversas funciones del poder serían divididas entre las autoridades locales y las extranjeras en función a una unión de competencias especiales. Eso es lo que he denominado como gobierno compartido y lo cual podría también ser llamado “Alianza Estratégica.”
El llamado Gobierno Compartido dirigiría a esa nación unos quince años hasta completar en su totalidad los tres programas económicos e institucionales quinquenales que se deben ejecutar. En ese período se sentarían no solo las bases del desarrollo económico y social, pero además las instituciones que hacen viable a una democracia dirigida por una nueva generación con un pensamiento y accionar diferente a lo que hoy existe. A partir de ese momento Haití sería un Estado-Nación capaz de manejarse bajo un régimen democrático con una economía en crecimiento.
El instrumento clave para ejecutar una parte de ese proceso, sería una Agencia Internacional que bajo la modalidad de una Corporación Autónoma de Desarrollo dirigida por expertos extranjeros y haitianos, se encargaría de llevar a cabo el proceso de reconstrucción. Su principal fuente de recursos serían las donaciones que harían el grupo de países donantes y los fondos provenientes de los organismos internacionales. En consecuencia sus funciones estarían focalizadas en el manejo de los recursos externos donados o prestados y estos ser aplicados en la ejecución del programa de reconstrucción y al pago de su personal.
El otro instrumento sería el gobierno civil electo por el período que establece la Constitución haitiana. Este se encargaría de llevar a cabo las tareas que le asigna su constitución, exceptuando las asignadas a la Corporación Autónoma de Desarrollo. Los ingresos del gobierno civil tendrían como fuente principal los impuestos internos y los aduanales. Su presupuesto anual deberá tener una distribución adecuada para cumplir básicamente con las tareas de los poderes ejecutivo, legislatura, sistema judicial y electoral. En esa forma se cubrirían los gastos de la administración civil, educación, salud, gobernabilidad y ciertas inversiones básicas.
Existen en la historia antigua y contemporánea ejemplos de gobiernos que se manejaron bajo el esquema de un Gobierno Compartido. Y ha quedado demostrado que algunas de esas experiencias fueron exitosas cuando hubo un equilibrio real entre los actores internos y externos.
A pesar de que una solución como esta es posible, eso no es fácil lograrlo en Haití. Un país fallido sin instituciones y donde todos prefieren seguir en el caos. En una ocasión pregunté a un importante empresario haitiano de si no estaba preocupado por el alto riesgo que tenían sus inversiones. Me contestó que era todo lo contrario, pues en ese desorden él obtenía mayores ganancias y que eso mismo era lo que ocurría con los políticos que se aprovechan de esa situación y de un pueblo cuyo analfabetismo es mayor del 50 % y en que el porcentaje restante son analfabetos funcionales. Si a eso usted le une la actitud renuente de la Comunidad Internacional para hacer en Haití un Protectorado, podrá darse cuenta del porqué los dos gobiernos civiles y el proceso de reconstrucción han sido un fracaso.
El primero que debería admitir esa situación es el expresidente Bill Clinton en su doble papel de Enviado Especial de las Naciones Unidas y Co-Presidente de la Comisión para la Reconstrucción de Haití. Bill Clinton ha dado su tiempo y ha puesto su prestigio en juego y conoce muy bien el problema. El debe convertirse en el abanderado de una solución como la que aquí proponemos.
Lamentablemente nadie quiere reconocer que en Haití no existe un liderazgo capaz de levantar a esa destruida Nación. Nadie quiere reconocer que la democracia no funciona donde no existen instituciones. Nadie quiere admitir que la soberanía de una nación reside en el Estado y que si este no está organizado no hay soberanía. Nadie en la Comunidad Internacional quiere echarse encima la responsabilidad y los problemas de ese Estado Fallido.
Pero está llegando el momento en que los países donantes dejarán de dar dinero y Naciones Unidas retirará sus tropas. Haití regresará al caos y la ayuda que recibirán será cuando los jinetes del apocalipsis le visiten nuevamente. Es por eso que hay que dejarse de eufemismos e hipocresías y hacer lo correcto para que el pueblo haitiano salga de la miseria que padece.
Eso solo se lograra en las circunstancias actuales haciendo en Haití un Gobierno Compartido entre haitianos y la comunidad internacional.

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