OPINION: Danilo Medina y Haití
Por ROBERTO NUÑEZ GUZMAN
En el año 1822, nuestra república fue invadida y ocupada por tropas militares haitianas. Ocupación que perduró por más de 22 años. Recuerda la historia con pavor a un régimen militar brutal, donde reinaban las expropiaciones de nuestras tierras a gran escala. Se impuso el servicio militar obligatorio. Se prohibió el idioma español, se prohibieron nuestras tradiciones y costumbres, como las jugadas de gallos. Los cosecheros huyeron despavoridos hacia Puerto Rico, Cuba y Colombia, pues los despojaron de sus tierras.
Para los militares haitianos poder mantenerse confiscaban alimentos y suministros a puntas de pistolas. Por donde pasaban dejaban sangre, terror, dolor y muertes. 1838, Juan Pablo Duarte, fundó la Sociedad Secreta «La Trinitaria», con la finalidad de luchar contra el yugo haitiano, a la que se unieron Mella y Sánchez; ya en el año 1844, se aliaron a un movimiento haitiano contra el general Boyer, pero el presidente haitiano, se enteró y encarceló y desterró a varios de Los Trinitarios. Ya el 27 de febrero de 1844, Los Trinitarios proclamaron la Independencia de la República Dominicana, con el apoyo de Pedro Santana, un ganadero acaudalado del Seibo que formó un ejército privado con peones de sus fincas entre otros.
Es por eso que cada 27 de febrero el presidente de turno y de todos los dominicanos, tiene que rendir sus memorias y las de sus ministros, por ante el primer poder del estado, que lo constituye el congreso nacional, constituido en asamblea nacional; y este gobierno humillado tendrá que rendir cuenta de cómo donó dinero de los dominicanos a nuestros verdugos haitianos.
Chequen someramente. Una, nos ocuparon por más de 22 años. Dos, por poco y nos matan a nuestro presidente, que si no es por la guardia internacional que ocupaba y ocupa a ese país, nos asesinan a Leonel Fernández Reyna. Tres, nos secuestran el local de nuestra embajada, bajan y queman nuestra bandera. Dios protegió al personal diplomático, que no los picotearon. Cuatro, le fabricamos una universidad y le destruyeron el letrero y quisieron prenderle fuero. Y, quinto aquí en el país hemos visto imágenes de nuestra bandera de como los haitianos la cogen para tapar la visión de entradas de letrinas, así mismo hemos visto como haitianos recogen basuras con nuestro lienzo sagrado. Recientemente vimos imágenes de un senador haitiano pisoteando nuestra enseña tricolor, que para nosotros es sumamente inaceptable esa afrenta.
Los dominicanos no podemos visitar a Haití, ni con documentaciones, pues corremos el riesgo de que seamos asesinados y humillados, mientras que ellos entran y salen sin documentos. Usan nuestros servicios de salud, de educación. No pagan impuestos, han invadidos las calles y esquinas vendiendo trapos y cuantas jodiendas se le ocurra vendernos, en desmedro de los comerciantes dominicanos que si pagan impuestos al mamotreto de gobierno que tenemos.
Señor Danilo Medina. Usted y los suyos se vanaglorian de haber obtenido el triunfo el pasado 15 de mayo con la mayor votación de la historia, y quienes votaron por usted fueron dominicanos, no haitianos. No se le olvide que usted juró gobernar para el bienestar del pueblo dominicano. Usted juró proteger y defender los derechos de los dominicanos cuando puso su mano derecha sobre el artículo 127 de la constitución de la República Dominicana.
Deje de arrodillarse, y pase a la historia como un soberano, y protector de nuestra idiosincrasia. Si usted le gusta ayudar con su tan llamativa humildad y humanidad yo los llevo donde hay dominicanos necesitados y hambrientos, yo le puedo señalar y llevar donde hay miles. Yo le puedo señalar jóvenes que necesitan prótesis, operaciones y tratamientos que no lo pueden costear. Déjese de ñoñería que ya usted es un viejo, a que teme caramba, empodérese como lo hizo ante el señor Gonzalve.
Usted es una especie de anticristo. Negando a Los Trinitarios, dándole la espalda a sus principios independentista, a la sangre, al sudor, al dolor derramados por nuestros libertadores. Hoy Usted está al lado del diablo y no de Cristo.
jpm