Neiba: un compromiso con el desarrollo sostenible (OPINION)
Por JOSE PEÑA SANTANA
Me encuentro de fin de semana en mi natal Neiba, municipio cabecera de la provincia Bahoruco, y he escuchado de viva voz de los pequeños y medianos productores de uva y elaboradores de vno una fuerte preocupación con el casi obligado abandono de la producción vitivinícola en esta región así como el cierre abusivo de “La Casa del Vino”, un centro que más que comercial, es una parada turística que deleita al que transita esa vía rumbo al lago Enriquillo, que pasa por la zona y que reafirma la impresión de que “Los neiberos somos uva”.
Dada esa situación quiero referirme al tema.
Neiba posee un potencial significativo para destacarse en la producción de uva y sus derivados. Este sector, tradicionalmente descuidado por el Estado y de manera particular por cada uno de los gobiernos después de la Era de Trujillo, podría convertirse en una fuente importante de desarrollo socioeconómico para el país. Sin embargo, para que este objetivo se materialice es imprescindible superar los desafíos que enfrenta la industria vitivinícola y establecer un marco estratégico que garantice su sostenibilidad.
Quien esta línea escribe, por razones obvias, puede testimoniar que en mayo de 2009 el Instituto Nacional de la Uva (INUVA) suscribió un Protocolo de Cooperación Internacional con la región de Marche, de Ancona, Italia. Este acuerdo, firmado por Raimondo Orsetti, director del Departamento de Servicio de Internacionalización, Cultura, Turismo y Comercio de la Región de Marche, y el entonces director ejecutivo del INUVA, tenía como objetivo promover áreas productivas, enfocándose en pequeñas y medianas empresas del sector vitivinícola, además de facilitar la transferencia de tecnologías y la capacitación de agrónomos especializados en producción de la vid.
No obstante, la falta de continuidad institucional, la dispersión de responsabilidades y el insuficiente apoyo presupuestario han limitado el impacto de estas iniciativas.
Entre 2008 y 2011 desde la dirección del INUVA se implementaron estrategias innovadoras en el cultivo de la uva, las cuales incluyeron el monitoreo constante a las 32 variedades internacionales, de las cuales 17 demostraron adaptarse exitosamente al clima dominicano. Estas medidas buscaban mejorar la calidad de vida de los productores, pero la ausencia de un plan estratégico nacional y la descoordinación institucional impidieron un desarrollo pleno del sector.
Para transformar esta situación es urgente adoptar medidas concretas y sostenibles que permitan posicionar a la industria vitivinícola dominicana como un referente en el Caribe y más allá, tales como la reafirmación del liderazgo del INUVA.
Es fundamental devolver al INUVA su rol central como organismo rector de la política vitivinícola nacional. Esto incluye evitar la transferencia de responsabilidades a entidades no especializadas, lo que genera ineficiencia y pérdida de enfoque.
Asignación de recursos adecuados. La falta de un presupuesto suficiente limita la capacidad del INUVA para investigar, asistir técnicamente a los productores y promover el cultivo de la vid. Invertir en este sector no solo es una obligación sino una oportunidad de desarrollo.
Planificación estratégica nacional. Es imperativo elaborar un plan que contemple estudios de mercado, identificación de variedades adaptadas al clima local y estrategias de comercialización nacional e internacional.
Fortalecimiento de las asociaciones de productores. La unión de los viticultores permitirá una mejor articulación en el acceso a tecnología, la reducción de costos de producción y la mejora de la calidad de los productos.
Inversión en tecnología e infraestructura. Dotar a los productores de herramientas modernas, sistemas de riego eficientes y capacitación técnica es esencial para aumentar la productividad y sostenibilidad del sector.
Además de estas acciones, es crucial garantizar la disponibilidad de agua para el riego en las zonas productoras de uva. La canalización adecuada de recursos hídricos no solo beneficiará a la industria vitivinícola sino también a otras actividades agrícolas en la región. Implementar sistemas de riego tecnificados, junto con la construcción y rehabilitación de infraestructuras de almacenamiento y distribución de agua, asegurará la sostenibilidad del cultivo frente a los desafíos del cambio climático.
Con el respaldo del gobierno y la comunidad internacional el fortalecimiento del sector vitivinícola dominicano puede generar empleo, diversificar la economía agrícola y contribuir al desarrollo sostenible de las zonas rurales.
Ahora que otras provincias del país se han involucrado en la producción de la vid, es el momento de que el Gobierno comprenda que la República Dominicana tiene la oportunidad de convertir su potencial vitivinícola en una realidad concreta, posicionándose como un país innovador y competitivo en este sector.
Es hora de actuar con decisión y compromiso para transformar la producción de uva en un motor de desarrollo para el país.
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