Necesaria ley de Estrategia Nacional de Desarrollo
POR CARLOS SALCEDO
No hay un solo modelo de desarrollo económico para las naciones. Son tan diversos como sus estructuras institucionales, normativas, sociales y políticas. En lo que creo que podemos estar de acuerdo es que hay un denominador común para lograrlo: la más pronta y extendida industrialización para generar mayores fuentes de ingresos nacionales y sobre todo de divisas para mantener e incrementar los altos niveles de crecimiento experimentados hasta ahora.
No son replicables las circunstancias que posibilitaron a los llamados tigueres asiáticos superar la pobreza, impulsados por una rápida industrialización enfocada en exportaciones y al mantenimiento de altos niveles de crecimiento económico desde la década de 1960 y que los han situado entre las naciones más ricas del mundo.
Estos tigres vivían en aquella época bajo la sombra de gobiernos totalitarios y aprovecharon ese momento de la historia en que Occidente les brindó un gran durante la recordada Guerra Fría. Con una población educada y altas tasas de ahorro fiscal, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán dejaron atrás los altos niveles de pobreza en los que estaban sumidos después de la Segunda Guerra Mundial y lograron insertarse en el momento preciso dentro de los paradigmas emergentes de la industria tecnológica.
Sin duda las circunstancias eran distintas hace 70 años. Sin embargo, dicen los expertos, Latinoamérica puede aprender ciertas lecciones para trazar su propio camino.
Aquí fuimos capaces de aniquilar la dictadura trujillista, primero materialmente y luego hemos ido superando la herencia autoritaria, dando la oportunidad al desarrollo de nuestra democracia, como forma de organización política y exhibiendo avances indudables en el ámbito de los derechos. Pero solo con gran calidad educativa, mano de obra cualificada, la meritocracia como base para la selección de los servidores públicos, con altas calificaciones técnicas, profesionales, humanas y éticas podremos expandir lo que innegablemente venimos logrando.
Sin embargo, podemos lograr un avance mucho más significativo y en un tiempo más acelerado si le ponemos el turbo a la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo como un instrumento de obligado cumplimiento.
El liderazgo gubernamental y empresarial, con una sociedad más comprometida con dicho objetivo, podrán hacer posible una más rápida y segura eliminación de la miseria y de la pobreza en un marco de seguridad jurídica y de libre mercado.
jpm-am
Para que nuestro país se desarrolle se necesita una clase política y empresarial comprometida verdaderamente con el desarrollo y el bienestar general de la nación. Establecer un plan de desarrollo nacional a corto, mediano y largo plazos, que defina las acciones que se debe llevar a cabo para llegar al país que nos propongamos. Mientras tengamos a políticos y empresarios hambrientos y avaros que sólo busquen amasar grandes fortunas, nada habrá.
De nada sirve tener una ley de estrategia nacional de desarrollo si no se cuenta con un plan y el compromiso de ejecutarlo. Aquí se crea leyes para violarlas. Los políticos y empresarios quieren una sociedad ignorante y necesitada, por eso no quieren una educación efectiva y una sociedad crítica y consciente, para manipularla, pagar bajos salarios y exhibir grandes ganancias cada año.
Los empresarios pagan la campaña política para tener a los políticos a su servicio y manipularlos, que sean incapaces de tomar acciones que apunten hacia el desarrollo y el bienestar de todos. Vivimos una modalidad de la esclavitud, sueldos miserables. La gente tiene que tener varios trabajos para poder sobrevivir.
Todo esto se da por la falta de visión y la mezquindad de los empresarios. No se dan cuenta que si la sociedad tiene buenos ingresos, a ellos les va mejor, porque es una sociedad educada para el consumo. Pero no quieren gente sin educación y con hambre. Así, los políticos dan cositas para aparecer como buenos y los empresarios pagan bajos salarios y así aumentan sus ganancias con la complicidad de los políticos.
Por otra parte, la democracia es un engaño. Los candidatos son impuestos y se obliga a esta incauta sociedad a votar por ellos, candidatos incapaces y sin criterio. Se gasta grandes cantidades de dinero para comprar voluntades y meterle a la sociedad sus candidatos malos y títeres. No es posible que el dinero que pagamos de impuestos se les dé a los partidos, a los funcionarios para botarlo en las calles y quedárselo.
Los políticos hacen lo que quieren con el dinero del pueblo, se lo reparten, lo aplican sin ningún criterio, para pagar el dinero que toman prestados para cosas sin sentido y beneficiar a otros. No les importa el destino del país.