Montemayor, un personaje olvidado

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Muchos personajes de nuestro ayer, desde los tiempos coloniales, han sido olvidados. Es una actitud recurrente en el tiempo. Esa injusta situación debe grabarse en piedra como una de las muchas fallas históricas que tenemos los dominicanos. Es materia pendiente a resolver, poniendo a cada cual en el lugar que le corresponda en la escalera de la verdad.

Uno de esos personajes tenía por nombre Juan Fco. Montemayor de Cuenca, un culto jurista aragonés nacido en 1618. Llegó aquí casi cerrando su etapa veinteañera. Según sus propias anotaciones, su impulsor fue Gaspar de Guzmán y Pimentel (el famoso conde-duque de Olivares), cortesano en el reinado de Felipe IV de España. En 1653, con 35 años, fue gobernador y capitán general de la isla de Santo Domingo.

Antes fue Oidor de la Real Audiencia, con sede en la que es ahora capital dominicana. Ese tribunal ha sido considerado como “una olla de grillos y lonja para saciar apetitos mercuriales”. Sin embargo, sus opiniones allí, rescatadas por investigadores españoles y dominicanos, tienen un gran valor para conocer mejor nuestro pasado.

Montemayor no fue un alto funcionario colonial al uso. Tenía una categoría intelectual superior a la mayoría de los que aquí desempeñaron antes y después de él labores similares a las suyas. Sus cualificaciones personales le permitieron desarrollar sus funciones desde una perspectiva amplia, así como escribir libros de política, historia, derecho y de otros temas de interés general.

De él escribió el historiador nacional José Gabriel García lo siguiente: “…caballero aragonés de mucha nombradía, al que hay quien atribuya la gloria de haber vuelto a ocupar militarmente La Tortuga, redoblando la vigilancia de las costas del Noroeste…” (Obras completas. Vol.I.P142. AGN. Impresora Amigo del Hogar, 2016. JGG).

El jurista e historiador Manuel A. Peña Batlle lo llamó Don Quijote Montemayor, y señaló que: “Toda la doctrina de Montemayor descansa en la apreciación de los hechos nuevos que en los mares americanos desató la lucha entre España y las naciones coaligadas con miras al dominio de los mismos…” (La isla de La Tortuga. Capítulo VI. Pp.161 y siguientes. SDB. Editora de Santo Domingo, 1974.MAPB).

Tuvo el papel principal en la batalla que en enero de 1654 provocó la derrota del jefe corsario Timoleón Hotman de Fontenay, gobernador de la isla de La Tortuga, convertida en madriguera de indeseables. El triunfo de Montemayor allí libró de filibusteros y bucaneros a las familias que fueron reasentándose en una parte del norte dominicano, después de las despoblaciones de 1605 y 1606, ejecutadas por el jefe colonial Antonio de Osorio.

Ese importante triunfo ha sido olvidado. Influyó en eso la campaña difamatoria en su contra desatada por su sustituto, Bernardino Meneses Bracamonte (el Conde de Peñalva). Esa animadversión arrastró hacia la exclusión los méritos que también tuvo Montemayor al tomar en su corto gobierno colonial (1653-1655) todas las previsiones ante el posible ataque de tropas extranjeras, como en efecto ocurrió 6 días después de ser sustituido por el referido Conde de Peñalva.

Cinco meses antes de la derrota en tierra dominicana de una poderosa armada inglesa, Montemayor le avisó al rey español (8 de noviembre de 1654) sobre la inminencia de un ataque de fuerzas enemigas y los preparativos que estaba haciendo para enfrentar esa posibilidad. Esa importante decisión la describe el historiador Joaquín Marino Incháustegui en el tomo I de su obra titulada Gran expedición inglesa contra las Antillas Mayores.

La derrota que sufrieron los ingleses aquí, el 23 de abril de 1655 (miles de tropas en 34 buques, bajo la dirección del almirante William Penn y el general Robert Venables), en gran parte se debió a los planes de defensa que había elaborado Montemayor. Fue el estratega que evitó que la hoy capital dominicana cayera bajo las garras de dichos invasores, que llegaron con órdenes ominosas del dictador inglés Oliver Cromwell.

Es conveniente decir que Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, dominicano que fue obispo de Cuba con sede en La Habana, escribió un ensayo sobre la referida invasión inglesa, y aunque no menciona a Montemayor, puntualiza que el Conde de Peñalva “…se hallaba por falta de experiencia con las manos ligadas para las prevenciones que en lance tan fuerte se requerían…”

Nunca quiso Montemayor suplantar la autoridad de su sustituto en el cargo principal de la colonia de Santo Domingo. Sin embargo, fue perseguido y encarcelado. Sufrió las consecuencias de una etapa de nuestro pasado en que “a golpe de zancadillas se dirimían las más enconadas diferencias…por la codicia y las pasiones individuales”. (La mala vida. Editora Taller, 1997.P.183. Carlos Esteban Deive).

En una relación publicada el 24 de mayo de 1655 sobre la indicada expedición inglesa, el escribano público Francisco Facundo de Carvajal hizo constar que Montemayor asesoró al Conde de Peñalva: “a quien oía el señor presidente con toda atención y con quien comunicaba las disposiciones de la defensa…”

Esos apuntes fueron reproducidos por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi en su obra titulada “Invasión inglesa de1655” (editora Montalvo, 1957), en cuya nota 19 el sacerdote capuchino Fray Cipriano de Utrera, al referirse a los medios de defensa de la ciudad de Santo Domingo, habla de la “Plataforma de la Fortaleza, edificada junto al agua. Fue obra emprendida por don Juan Francisco Montemayor y Cuenca…había dado comienzo a ella en 1653…”

En otra puntualización de la referida relación de Carvajal, Utrera dice (nota 21) que: “Estos conceptos favorables a Montemayor de Cuenca es evidente que pasaron por buenos a la atención del Conde de Peñalba, como escritos cuando todavía no había tomado cuerpo la disensión entre aquellos caballeros”.

El asunto entre Montemayor y el Conde de Peñalva llegó a niveles de crispación tales que el primero le dirigió el 15 de agosto de 1655 una carta al rey de España Felipe IV en la cual le informó que el segundo tomó represalias extremas contra el mencionado escribano por este haber reconocido su labor preventiva y su acción para enfrentar a los ingleses.

Le señaló a dicho monarca que el nuevo gobernador no se conformó con apresar a Carvajal e incautarles sus anotaciones, sino que ordenó que lo llevaran “a pie por las calles, vestido de color, con bastón, capa de barrio y un pañuelo atado a la garganta”.

Otro comentario en que se reconoce el papel relevante de Montemayor es el siguiente: “…el recién llegado capitán general de la colonia, don Bernardino de Meneses y Bracamonte, conde de Peñalva, con la decisiva cooperación del anterior gobernador, don Juan Francisco Montemayor de Cuenca, destaca tropas al encuentro de los invasores…” (Clío. Enero-marzo 1955.No.102. Pedro Troncoso Sánchez).

Oportuno es el momento para reiterar la importancia de despojar nuestro pasado, en sus etapas colonial, de ocupaciones y republicana, respectivamente, de las malezas y hojarascas que impiden que aflore la verdad.

jpm-am

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