Más dignidad para la gente…

La República Dominicana es una de las  naciones del Continente Americano que mayor avance y crecimiento ha tenido en el ámbito  económico, democrático, institucional, tecnológico y de infraestructura física en los últimos 50 años.

Pero,  paralelamente con esos avances, hay que enfatizarlo, la nación dominicana ha caminado de manera inexplicable  con una enorme deuda social acumulada que hace de sus ciudadanos en pleno siglo XXI un simple objeto  manipulable desprovisto de la mayoría de los elementos necesarios para lograr la dignidad humana.

Los dominicanos y dominicanas arrastran sobre sus espaldas un   fardo de carencias elementales de subsistencia que debería avergonzar a los actores que han tenido la responsabilidad de  trabajar a través del Estado  sus programas de desarrollo y políticas públicas en diferentes tiempos y etapas a favor de todos.

Soy de lo que piensan, sin embargo, que se le  podrá cambiar la faz física a una nación, pero  si  a su gente no se le provee  alimentación, salud,  vivienda digna, agua potable, servicio energético  y  una educación de calidad,  de nada valen esos logros arriba citados.

Los políticos, empresarios de avanzada, gobernantes y  gobernados, las iglesias y demás fuerzas vivas del país,  tienen  la tarea de  emplearse a fondo para lograr, en el menor tiempo posible, una transformación radical del actual estado de cosas del pueblo dominicano.

Como entender que en  el ámbito de infraestructura  y modernización del Estado  e  institucional  hayamos avanzado de manera extraordinaria, mientras, según el más reciente informe del Banco Mundial sobre Desarrollo Humano, indica que el 40,9 por ciento de los  dominicanos y dominicanas están padeciendo los rigores de la pobreza.

No me cansaré de escribir, mientras  me estén permitiendo publicar mis trabajos en los diferentes medios de comunicación, que el centro de las políticas públicas  de los gobiernos dominicanos  en este nuevo Siglo tiene que ser la gente. Basta ya de indelicadezas, pactos de silencio, vacilación y demagogia.

La República Dominicana de hoy, obviamente, en términos de infraestructura e institucionalidad, no es la  misma del Siglo XX;  hemos avanzado mucho. ¿Pero y el hombre  y sus necesidades?.

 

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