Martinica, en el archipiélago antillano (3 de 3)

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Algunas de las calles de Martinica, especialmente las más antiguas, son angostas y con pequeñas edificaciones de viviendas familiares y locales comerciales de colores vivos y sin entradas laterales. La mayoría tiene una arquitectura impresionante.

La capital martiniqueña, Fort-de-France, es un reconocido punto turístico del Caribe Oriental. En varios lugares de allí es frecuente la actuación de artistas locales que practican cantos, ritos y danzas de sus ancestros esclavos. Lo hacen con instrumentos de percusión, principalmente con el llamado tambor bélé.

En la referida ciudad hay un gran predio verde denominado La Savane. Es un parque abierto en cuyo entorno hay un museo arqueológico con muchos objetos milenarios. Es habitual que lo visiten arqueólogos, antropólogos, geólogos, gemólogos, botánicos y otros expertos que realizan allí estudios sobre la historia del universo. Recibe también estudiantes, turistas y público en general.

En Fort-de-France hay una estatua de la primera esposa del célebre emperador francés Napoleón Bonaparte, la cual nació en Martinica, hija de franceses. Era la controversial María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie. Vale decir, en consecuencia, que esa criolla martiniqueña fue emperatriz de Francia, reina consorte de Italia y duquesa de Navarra.

Esclavitud

Un político y funcionario nacido en el siglo XIX en el seno de una familia burguesa en la Alsacia de Francia, Victor Schoelcher, es bien recordado en la historia de Martinica por haber luchado contra la esclavitud de los negros, librando grandes batallas políticas en la metrópoli para su abolición en todos los territorios de las islas menores de archipiélago antillano bajo el dominio del antiguo imperio francés.

Schoelcher conoció por primera vez la crudeza de la esclavitud cuando visitó Cuba en el 1830. En su honor hay en la capital martiniqueña una biblioteca pública, una plaza, una estatua esculpida en mármol blanco, una calle y una escuela; así también un pueblo lleva su nombre.

El 26 de abril de 1848 fue él, en calidad de secretario de Estado de Colonias de Francia, que estampó su firma en un Decreto que suprimió en Martinica y en otros territorios ultramarinos bajo control francés la esclavitud, una de las peores ignominias contra la dignidad humana.

Es oportuno decir que mucho antes, el 4 de febrero de 1794, la Asamblea Nacional de Francia había proclamado la eliminación de esa aberración. Ese acontecimiento institucional fue un mérito de los jacobinos encabezados por Georges-Jacques Danton (guillotinado dos meses después, a los 34 años, el 5 de abril de aquel convulso año) y Maximilien Robespierre, decapitado a los 36 años, el 28 de julio siguiente, luego de 5 meses de esa proclama hecha al calor de la efervescencia parisina de entonces.

Hay que resaltar que el sentido de amabilidad de los martiniqueños es una de sus características de identidad. Dicho eso a pesar del fardo de frustración que arrastran por las atrocidades cometidas contra sus ancestros. Algo aparentemente intangible pero presente.

Lo que ocurrió en el convulso pasado de Martinica, con múltiples abusos y miles de muertes contra negros del África subsahariana, fue uno de los ejes utilizados por diversos autores para analizar en todos sus detalles la esclavitud en América. Entre ellos debo mencionar al poeta y pensador martiniqués Aimé Césaire y el antropólogo estadounidense Melville J. Herskovits. Aunque ellos tenían notables diferencias en sus enfoques.

Dicho lo anterior porque Césaire abordó lo que definió como “la esencia de ser negro”. Herskovits, por su lado, se enfocó en la transculturización, pero resaltando con gran rigor intelectual el aporte gastronómico y artístico (cantos, bailes etc.) de los esclavos negros y sus descendientes.

Cuando se visita Martinica y se analiza su historia, palpando la cotidianidad de su gente, se comprueba que es una isla que sigue siendo como un libro con muchas páginas en blanco que permite seguir profundizando en los pormenores surgidos de la emigración forzada por la violencia y la crueldad que durante varios siglos (XVI-XIX) sufrieron en este lado del mundo millones de negros africanos.

En resumen, Martinica es un lugar de gran importancia para conocer una parte importante del pasado y del presente del archipiélago antillano, integrado por un conjunto de islas mayores y menores situadas en el mar Caribe; de gran interés en la geopolítica mundial, desde hace cinco centurias, tal y como se comprueba en los infolios amarillos de su historia.

jpm-am

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